PSOE y UP llevan muchos meses formando y compartiendo ejecutivo, en lo que ellos mismos han tildado como el «más progresista de la Historia», así con mayúscula. En este viaje emprendido en santa compaña socialdemócrata acordaron para poder ser, no abordar temas esenciales para la izquierda. esto es: Monarquía, Ibex35, OTAN, nacionalizaciones, autodeterminación de los pueblos, condena a Marruecos e Israel por sus prácticas genocidas, quita de poder a la Iglesia Católica, presencia del fascismo en los medios de comunicación y las instituciones, la U.E, y un largo etcétera pero que forman la columna principal del capitalismo.
Técnicamente se nos repitió la gastada frase de «no es el momento», y hay que ser más pragmáticos.
Si ya de por sí, Izquierda Unida y Podemos (UP) acuden a las urnas con un programa reformista, poco proclive a desafíos revolucionarios, que para eso estamos en la elegante Unión Europea que impide cualquier veleidad al respecto y que los votantes no lo entenderían, al compartir encima ejecutivo con el partido de los GAL, queda a merced del cuidado del régimen del 78.
Pero… en esa fusión socialdemócrata que están viviendo en la presente legislatura llega la hora de pedir votos al electorado y cómo hacer para diferenciarse. En las «Grandes» coaliciones de derecha con socialdemócratas que se vivieron o viven en Europa (Alemania, Austria…) con, por ejemplo, siete ministros de cada sector, cuando llegan las elecciones la puja en los debates televisivos es qué ministerio lo había hecho mejor. No podían hacer ni decir otra cosa porque formaban parte del mismo gobierno, ejecutivos nacidos para cuidar los intereses del sistema.
Pues eso.
Pues eso.
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