Félix Barroso Gutiérrez
Cuando he abierto las persianas, tantas las oculares como la de mi habitación, después de desayunar como todos los días, me he ido a dar una vuelta por la plaza de este pueblo perdido entre abarrancadas tierras donde crecen quercíneas, retorcidas oliveras y donde ya se extinguió el mosaico multicolor de las huertas que alegraban las orillas de la Rivera del Bronco. Las que había junto al río Alagón se las tragó el avariento reculaje del embalse de Valdeobispo. El goteo de vecinos caminaba, sin prisas, hacia el colegio electoral. El sol iba subiendo, pero aún no calentaba con saña. Tampoco lo viene haciendo estos días de julio el abrasador. No se está portando mal, aunque hay gente que se agobia en cuanto sube tres picas el mercurio, sobre todo si se deja sugestionar por el machaqueo continuo de los mapas que echan humo y llamas en los telediarios.
Hay gente que se agina por todo. Como aquel funcionario, que, en el rigor del verano, salía por la puerta del Ayuntamiento y exclamaba: ‘¡Qué calor, ¡santo Dios, es insorportable!’. Le escuchó Pedro Hernández Fernández, al que le decían ‘Ti Pedru el Tontu’, que de tonto no tenía ni un pelo, y le contestó: ‘¡Pos vaya con el señoritu, qu,está sentau y a la sombra y dici que tiene calol! Pa calol los que están trillandu en el lejíu, vuertas y revuertas a la parva y con un cachu de chaperu zaleau…’
Se van acercando a la urna, con los sobres en la mano. Les veo y me asaltan los versos de Benjamín Prado Rodríguez: ‘Hablemos sin cuchillos en las manos / Hablemos sin quemarnos las banderas / Con razones, sin sangre en las aceras / Con libertad, sin ira, como hermanos…’. Entran por la puerta del Consistorio, más mayores que jóvenes. Es lo lógico en estos pueblos envejecidos de la España condenada a un abandono que todo apunta que no tiene retorno, por más que a los políticos al uso se les llene la boca de promesas que ven pasar las nubes y cada vez es mayor el agostamiento. Me siguen doliendo las estrofas de Diego Berdasa: ‘Los pueblos no se mueren, / a los pueblos los matan. / Los pueblos no se vacían, los vacían. / Se olvidan de nosotros, / se olvidan de que comen / gracias a nuestros campos, / que ganan su poder / gracias a nuestros votos…’. Depositan los sobres y vuelven a cruzar la plaza. Ni bares quedan en ella, cuando fue siempre el punto de encuentro vecinal, el ombligo de un lugar que vio pasar generaciones que se hunden en la Alta Edad Media. La diáspora se llevó más de medio pueblo. Ahora, en el estío, vuelven algunos; solo de paso. Les hiere el desarraigo.
José Bergamín Gutiérrez cantó llorando: ‘Que yo tengo el alma muerta, / sin enterrar, desterrada; / quiero volver a la tierra / para volver a enterrarla’. Cerró la última sucursal bancaria. Rapiñan el dinero de los desgraciados aferrados a la tierra y se marchan con él a especular a otras partes. Todo un robo de guante blanco. Blancas también son las papeletas que van llenando la urna. En su poema ‘Capitalismo’, la voz potente de Ana Pérez Cañamares, corta como escalpelo: ‘El hombre seboso y trajeado se cuela en nuestra cama cada noche / después de follarse al universo viene a susurrarnos nanas / provoca mi llanto / y luego me obliga a maquillar las señales de la tristeza…’.
Parece que esta vez las listas de candidatos llenarán las urnas. Han tocado a rebato y creen muchos que los suyos le redimirán la existencia. Se forman corrillos a la salida, atendiendo a la afinidad ideológica. La mayoría desconoce los programas de los partidos políticos y no entienden de sus planteamientos socioeconómicos. Se vota con las tripas, no con la cabeza. Más de 40 años de democracia burguesa y liberal y los pueblos dejados de la mano de Dios y del Diablo se ven incapaces para sostener los palos de chozo.
¿Qué mejoras trajeron los políticos, politiquillos y politicastros, carrera para la que no se exige título alguno, pero cuyas jubilaciones son de oro en el caso de los peces gordos del partido? Algunos dirán que se consiguió esto o lo otro. Pero fue pan para hoy y hambre para mañana. ¡Claro que hay políticos honestos! Pero, detrás de ellos, hay otros hilos invisibles que mueven los personajes vestidos de negro. Verseaba Jaime Gil de Biedma: ‘De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal. Es como si el hombre, / harto ya de luchar con sus demonios, / decidiese encargarles el gobierno / y la administración de su pobreza’.
Dentro de un par de horas, cuando el reloj de la torre del Ayuntamiento dé las campanadas de las 20,00 horas, se producirá el recuento de los votos. Pero yo no asistiré. Tengo cosas más importantes que hacer, como seguir las huellas que dejé ayer entre escobas y canchales, trasladándome virtualmente a prehistóricos mundos y conversar, bajo el cinabrio del ocaso, con nuestros neandertales o con otros camaradas de la Prehistoria Reciente. Solo os pido, a unos y a otros, que volváis a escuchar conmigo otros versos de Benjamín Prado: ‘Hablemos de palabras, no de idiomas / Digamos ‘te respeto’, ‘no te vayas’ / Sin ver puntos finales donde hay comas / Sin ver desiertos donde hay playas / Abrir ventanas, sin romper cristales, / Hay sitio para todos en España’.
……………………………………………………………..
RADIOGRAFÍA DE LA ACTUALIDAD SOCIOPOLÍTICA
Mientras los españoles continúan a estas horas yendo a las urnas, con el fin de darse el Gobierno que creen merecerse y que les permite el juego no tan democrático de los regímenes liberales y burgueses, en Ucrania, y también en territorio ruso, no dejan de caer bombas, que ya se convirtieron en bombas de racimo por obra y gracia del sheriff y sus comisarios del Viejo Oeste. Por cierto, ya lo repetimos más veces, un régimen no puede ser plenamente democrático mientras tenga por montera una corona, que lleva en sus adentro el fuego antidemocrático y, además, coadyuva a la desigualdad entre los españoles, en nuestro caso. Porque no hay derecho que una minoría, que dice llevar sangre azul en sus venas, viva como los dioses del Olimpo a costa del dinero de los pobres, que son muchos más y todos llevan sangre roja en sus acequias venosas. Por estos pueblos abofeteados y que renquean de muchos alifafes, como ya comentamos algo más arriba, refieren que ‘el pé grandi se comi al chicu’.
Pero algunas veces la Historia ha dado tremendos sustos a los peces gordos. Fue cuando los peces chicos, que son infinitamente más que los peces gordos, se unieron solidariamente y se cargaron al terror pirañero. Incluso en una ocasión un señor que se llamaba José Ortega Gasset, filósofo y ensayista madrileño, publicó, en el periódico ‘El Sol’ el día 15 de noviembre de 1930, aquel famoso y gran titular de ‘Delenda est Monarchia’ (‘Hay que destruir a la monarquía’). Y la monarquía borbónica se vino abajo, saliendo el rey Alfonso XIII con el rabo entre las patas camino del exilio, arrojándose en los brazos del fascista Benito Mussolini. Lástima que Ortega, gran pensador, se trabucara en sus pensamientos y, aunque marchó fuera de España cuando el general Franco, el rencallo y de prieto trasero, dio un golpe de Estado junto con otros espadones monárquicos y totalitarios, volvió al poco tiempo, renegando de sus ínfulas republicanas. Abrazó el ‘impulso civilizador de Castilla’, abjuró de sus errores y se burló del ‘desaliento de las razas vasca y catalana’.
Otro como Gregorio Marañón Posadillo, médico de cámara de Alfonso XIII. Converso y chaquetero. Primero, un visceral monárquico; luego, republicano y, para remate de feria, ferviente franquista. Escribió el libelo ‘Liberalismo y Comunismo’, considerado como la máxima justificación escrita del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y de la guerra civil. Y ahora viene la pregunta, señores responsables de la Memoria Histórica y Democrática: ¿Cómo es posible que un señor con este currículum pueda seguir rotulando con su nombre altas y eméritas instituciones? ¿También tienen ustedes dos varas de medir o un doble rasero?
No sabemos el resultado de las elecciones celebradas en el día de hoy, 23 de julio de 2023. Tampoco nos suscita gran interés. Seguirá derramándose sangre a raudales en Ucrania y la televisión pública seguirá ofreciéndonos imágenes y comentarios trágicos y lacrimosos sobre los pobres ucranianos, abduciendo los cerebros de los españolitos de a pie, a fin de que vean los canallas y asesinos que son los rusos, tal y como hacían los genocidas de la dictadura franco-fascista, y dirán amén a todo lo que dispongan la OTAN y la UE. Nos empeñaremos hasta las cejas y vaciaremos al completo nuestros arsenales si así nos lo ordenan los amos del mundo. El pueblo ni se inmutará, aunque tenga encima la amenaza de una III Guerra Mundial, en la que intervendrán potencias atómicas, con el enorme riesgo que eso supone para la habitabilidad en el planeta Tierra. Solo se acordará de Santa Bárbara no ya cuando truene, que está tronando en estos momentos, sino cuando el rayo achicharre y parta en dos al vecino.
Continuarán las desigualdades sociales y la Justicia seguirá su misma marcha, haciendo bueno el poema de Luis de Góngora y Argote: ‘Da Bienes Fortuna’: “Porque en una aldea / un pobre mancebo / hurtó un solo huevo, / al sol bambolea, / y otro se pasea / con cien mil delitos. / Cuando pitos, flautas, / cuando flautas, pitos’. La Reforma Laboral ni se tocará, pese a ser un simple parcheo, que cuenta con la aquiescencia de los tiburones de las finanzas y de los grandes empresarios, e incluso de Alberto Núñez Feijoo, según ha manifestado públicamente. No hay que olvidar que la derecha votó en bloque contra tal reforma. Ahora, como María Guardiola Martín, su compañera de partido y presidenta de la Junta de Extremadura por la gracia de Vox, donde ‘antes dije digo, ahora digo Diego’. Poco cambiarán las cosas, que ya hemos visto lo que dan de si los gobiernos presididos por el PSOE o por el PP.
Realmente, lo que más nos inquieta e incluso nos amedrenta es la guerra que se libra en Europa. Por ello, queremos cerrar esta segunda parte de la crónica con más versos. Si la gente leyera más poesía, seguro que su belicosidad bajaría muchos decibelios. Dudamos que los “Rambos” de pacotilla que se guardan las espaldas en sus mullidos y aterciopelados sillones de Bruselas, hayan cogido alguna vez un poemario. Pues interioricen, señores dirigentes de la UE y de la OTAN y todos los que le bailan el agua, estos versos de Miguel Hernández Gilabert: ‘Tristes guerras, / si no es amor la empresa. / Tristes. Tristes. / Tristes armas / si no son las palabras. / Tristes. Tristes. / Tristes hombres / si no mueren de amores. / Tristes. Tristes.’
………………………………………………………….
Nos llueven versos hoy por todas partes. ¡Que lluevan! La poesía es uno de los mayores antídotos contra la guerra. Pero también la poesía llora con los hijos de la tierra que se fueron en los grises vagones de la emigración, como exponemos en la primera parte de la crónica y lo atestiguan, con ácido sarcasmo o con cruel fatalismo, los dos cortas poemas, con los que echamos el candado definitivo a este capítulo de ‘La Pingolla’. Del poemario ‘De Sepulcros Blanqueados y Otros Enjalbiegos”.
(DE UN EMIGRANTE Y SU CALARIO)
Volvió, en verano, al pardo pueblo,
donde amasó pobreza tanta.
Sudor y tamo. Callos y canículas.
Y las encías, hambrientas y candadas.
- ‘Antes muerto –dijo-
que volver a las andadas’.
¡Pobre fatuo, que fausto se creía
en celdas fabricadas
por sus propias y explotadas manos!
Reventando, en andamiadas,
los riñones. Y, luego, el silencio
de rúas deshumanizadamente abarrotadas…
(DE LOS LABRIEGOS ABOCADOS AL SUICIDIO)
Enterrar los pies en vida
era el afán de sus abarcas.
Yunta y hoz. Pico y azada.
Y tomar unos vinos tintos en la tasca,
y hablar del tiempo y jugar al tute,
su distracción en los domingos sin corbata.
Un día, cayó en manos de los hijos:
tuercas grasientas en la ciudad sin alma
Tenía de todo y no tenía de nada.
Dormía mirando al pueblo, corroído de nostalgia.
Y otro día, le hablaron de un viaducto:
reventó cual castaña entre las brasas.