ARTURO DEL VILLAR.EL Barómetro de la Criminalidad correspondiente al cuarto trimestre de 2022, que ha colgado en la página web el Ministerio del Interior, indica que los delitos contra la libertad sexual se han incrementado en el reino un 56 por ciento en cinco años, y que uno de cada cuatro de estos delitos ha sido cometido por menores de edad, que además grabaron la agresión.Los datos referentes en concreto al año 2022 facilitados por la Policía Nacional, Guardia Civil, policías de comunidades autónomas y policías locales, señalan que se cometieron 17.389 delitos contra la libertad sexual, 2.870 agresiones sexuales con penetración y 14.518 delitos sexuales de otro tipo, cifras que debieran alarmar a la sociedad española.
Para algunos comentaristas estos datos revelan fallos en la educación sexual de los jóvenes, pese a que los ministerios dedicados a analizar las temáticas sobre comportamiento sexual e igualdad de género mantienen campañas divulgativas constantes. Sin embargo, explican los tratadistas que en los últimos años se ha trivializado el sexo en España.
Era inevitable, habida cuenta de la sexualización de las informaciones periodísticas impuesta por la insaciable lujuria incontenible de Juan Carlos de Borbón y Borbón durante su reinado. Puesto que era constitucionalmente irresponsable de sus actos, y pagaba el silencio concubinario con cargo a los fondos reservados del Estado, no se molestó en disimular sus actividades sexuales adulterinas, por lo que fue objeto de toda clase de comentarios en los medios de comunicación, y como consecuencia de ello en las conversaciones de sus vasallos. Seguro que es el monarca que más motes ha recibido en la historia de España, todos ellos embraguetados.
El hasta ahora considerado ejemplo de hiperactividad sexual en España, Don Juan Tenorio, quedó superado por este Don Juan Carlos que también puede presumir de haber gozado de todo tipo de favores en la cama, desde los proporcionados por la princesa altiva Corinna zu Sayn-Wittgenstein (aunque el título era tan falso como sus caricias) a la que pesca en ruin barca. Da lo mismo, con tal de añadir una moza más a la larga lista. Con la diferencia de que al rey ahora decrépito no hay comendador que se atreva a hacerle frente. Por el contrario, se le hacen reverencias.
Su crapulosa biografía inicialmente escandalizó a la sociedad española, pero enseguida se acostumbró a conocer los nombres de las barraganas de turno, sobre todo cuando pertenecían al mundo del espectáculo, en el que resultaba bien acogida su intervención, porque las elegidas eran promocionadas en la televisión pública como mujeres públicas de lujo. Y no sólo en la cadena estatal que pagamos con nuestros impuestos, aunque no la veamos, ya que también las cadenas privadas elevan a los altares de la fama pública a las actrices borbonizadas.
Cuando el jefe del Estado, al que suele denominarse el primer español, sexualiza su comportamiento cotidiano, hasta el punto de convertirse en la ocupación principal de su tarea relativa a la gobernalidad del reino, es lógico que sus vasallos consideren la actividad sexual como preferente en todos los momentos de su vida. El mal ejemplo se extiende con facilidad.
Siguiendo un silogismo fácil, si el rey se comporta como el putañero mayor del reino, al que contabiliza 1.500 barraganas el hispanista Andrew Morton en su ensayo Ladies of Spain, se concluye que es preciso establecer una carrera para imitar al monarca y conseguir una referencia en el Libro Guinness de los Records, aunque siempre se quede por debajo de la bragueta caliente del Borbón.
Por lo tanto, no puede sorprender que se incrementen los delitos contra la libertad sexual, en este reino que tiene un rey ahora decrépito con un historial desenfrenado de barraganas. Y como sigue siendo el rey, aunque constitucionalmente no exista ese título, sigue haciendo lo que le sale de ahí.
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO
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