Félix Barroso Gutiérrez
Decía el jurista, escritor y dramaturgo francés Tristand Bernard que: ‘Dos cosas me admiran: la inteligencia de las bestias y la brutalidad de los hombres’. Y, ciertamente, son, a veces, tan bestias los hombres que no pueden permitirse creer que las bestias tengan inteligencia. A nosotros, desde pequeños, la tribu nos había aleccionado para huir temerosamente de la guardia civil. En cuanto veíamos aparecer la pareja con sus tricornios y su indumentaria verde, corríamos como locos a escondernos. Tanto miedo o más que a los ‘Tíus del Sebu’ (sacamantecas). Contaban auténticas brutalidades.
Las palizas en los cuartelillos hicieron historia. Cuando, siendo mayores, conocimos los versos de Federico, nos escalofriaban a todo lo largo de la médula espinal: ‘Avanzan de dos en fondo. / Doble nocturno de tela. / El cielo, se les antoja, / una vitrina de espuelas’.
Los recuerdos se nos amontonan en la región del hipocampo. Se cortaba con un cuchillo el espeso y receloso silencio en las calles y en la plaza del lugar. Los maestros nos mandaron para casa. No hubo escuela aquella mañana. El rastro de paja había sido conformado por manos varoniles, yendo de la puerta del adúltero a la de la mujer que cabalgaba. El Ayuntamiento estaba custodiado por guardias civiles con mosquetones en sus manos. Muchos hombres no habían dormido en sus camas. El médico del lugar, don Fulgencio Corrales Martín, que, siendo alcalde en los días en que triunfó el golpe fascista de julio del 36, ahuyentó a punta de pistola a pistoleros de camisa azul que venían a hacer carne, entró en el Consistorio. Se escapaban quejidos por sus ventanas. Cuentan que hubo interrogatorios muy duros. Mujeres se apelotonaban en las bocacalles que daban a la plaza y se volvían gritos desgarradores y un piélago de lágrimas. Volvía Federico tras del romance: ‘Ángeles negros traían / pañuelos y agua de nieve. /Ángeles con grandes alas / de navajas de Albacete’.
Se fue destensando el día cuando, al atardecer, dieron en salir la mayoría de los varones, marcadas sus carnes, por el gran portón del cabildo. Llegaron las cabras del común y se abrieron como una granada, desparramándose por las calles y dejando un largo rastro de negras cagarrutas. Cada una buscaba el corral de la dormida. Pronto se cerraron puertas y ventanas. Mañana sería otro día. Caliente estaba todavía el lecho adulterino y media docena de nuestra rapacera pandilla tramamos dejar huella de lo ocurrido, inconscientes de que avivábamos las llamas de la hoguera. Nos hicimos con tizas de colores y cartones y plasmamos en ellos con nuestros dedos infantiles escenas subidas de tono, en donde se retrataban a los adúlteros metidos hasta el fondo en sus faenas.
Debajo de los dibujos, glosábamos la escena en torcidos renglones y cargados de faltas ortográficas. Aprovechamos que se retiraban las últimas luces del día y que la capa negrestina de la noche envolvía por completo al pueblo. Unas manos abrieron lentamente la hoja de arriba de la puerta que daba acceso a la casa de la adúltera. Lanzamos los cartones por la abertura y salimos disparados, como gamos, perdiéndonos entre las oscuras calles. Pero otras manos más ásperas, de callos más duros que la badana, engancharon a un amigo y cantó. Al día siguiente, con nuestros padres, tuvimos que hacer acto de presencia en el viejo salón del Ayuntamiento. Dos cuadros en blanco y negro, representando al tirano Francisco Franco y a José Antonio, nos escrutaban. En medio de los dos, un crucifijo.
Allí, el alcalde de la población, Calixto Montero Corrales, intentando quitar hierro al asunto, reduciéndolo todo a una chiquillada. Pero el cabo de la Guardia Civil, sin tricornio, con pelo entrecano cortado a cepillo (años después, un personaje naZi que vi en una película me trajo su viva estampa), era inflexible y arrojaba violentas palabras por su boca. El susto no nos cabía en el cuerpo. Uno de los compañeros se orinó y una mancha tibia se fue extendiendo sobre el suelo de madera. Algunas madres gimoteaban. Presente estaba también el juez de paz y el cura párroco. Épocas en que no había división de poderes. Todos estaban sujetos y subordinados al régimen de terror imperante. La suerte se puso de nuestro lado. Las palabras del alcalde, un campesino con buenas dotes de orador fue calando como agua menuda. Le echó un capote el clérigo. Salimos libres de polvo y paja, pero con la reprimenda verbal sobre nuestras costillas. Luego, cobramos por partida doble: en casa y en la escuela. Federico regresó para cerrar el caso: ‘Señores guardias civiles: / aquí pasó lo de siempre. / Han muerto cuatro romanos / y cinco cartagineses.’
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ESTADO PANDÉMICO DE LA REGIÓN EXTREMEÑA
Mejoran ostensiblemente los datos referentes a la pandemia en nuestra comunidad: En esta pasada semana no se ha producido un solo fallecimiento y ha bajado el número de ingresados en los hospitales a 11; ninguno de ellos en UCI. La incidencia registrada a los 14 días en mayores de 60 años se sitúa en 61,93 casos por 100.000 habitantes. A los siete días, es de 26,44.
RADIOGRAFÍA DE LA ACTUALIDAD SOCIOPOLÍTICA
Nos parece muy bien que el ¿nuevo? proyecto político de ‘Sumar’ se financie a través del ‘crowdfunding’. Entre menos tratos con la usurera banca capitalista, mejor que mejor. Suponemos, además, que tal proyecto, capitaneado por doña Yolanda Díaz Pérez, nacida en Fene (A Coruña) en 1971, abogada y vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, llevará, en su programa, la creación de una Banca Pública (con mayúsculas), con el fin de cortar por lo sano las multimillonarias ganancias de esa Banca privada sin alma, que cierra sucursales en la España Vaciada y Vapuleada, especula con nuestros ingresos y nos cobra nada más poner el pie en los umbrales de la entidad bancaria. Lógicamente, ni no lleva lo de la Banca Pública en su programa, pues lo mismo nos dará que nos dará lo mismo que se financie a través de ‘crowdfuding’ o haciendo rifas entre sus militantes y simpatizantes.
Hemos puesto entre interrogantes lo de ‘nuevo’. Si Yolanda es ministra por el grupo de Unidas Podemos, se entiende que comulgará con las ideas de esta formación política. Y si esta formación política nació con el fin de aglutinar a toda la izquierda a la izquierda del PSOE; o sea, a la izquierda no descafeinada, no conversa,; partidaria no de maquillajes y parcheos sino de profundas reformas sociales; opuesta al imperialismo de la OTAN (o lo que es lo mismo, al unilateralismo y expansionismo de los EEUU de Norteamérica); rotundamente partidaria de la autodeterminación de los pueblos (digamos estructuración confederal del Estado); apostadora decidida por la Europa de los pueblos y no la Europa de los mercados; contraria a la globalización y defensora a ultranza de la diversificación; enérgica supresora de la ‘Ley Mordaza’; dispuesta a ahondar en la dimensión social de la ‘Reforma Laboral’, tímidamente edulcorada; determinada a llevar a cabo una radical (de “radicare”: ir a la raíz de los problemas) ley del suelo y de la vivienda; profundizar en la olvidada reforma o revolución agraria y haciendo votos por la honradez, la honorabilidad y la probidad de la clase política y, claro está, por la Justicia Social, la Igualdad, la Fraternidad y las Libertades, entre otras muchas cosas. Y si Unidas Podemos salió a la luz en enero de 2014, a raíz del manifiesto ‘Mover ficha: convertir la indignación en cambio político’, y pretendía erigirse en la izquierda con pedigrí, ¿a qué viene ahora el crear una nueva formación política si ya estaba creada la que pretende los mismos fines?
Cada vez nos hacemos más cruces al observar la facilidad con que la izquierda se atomiza. Asombroso cómo germinan los egos, los personalismos, los egocentrismos, las guerras intestinas, el amor-odio… entre la gente situada a la a la izquierda de la izquierda ñoñamente reformista. Yolanda tiene una ambición, que, a veces, da la impresión, de desbocada; pero no una ambición en ambicionar propuestas valientes y avanzadas. Tal vez no haya renegado de ciertas banderas de la izquierda, pero no las despliega ahora; quizás porque un sexto sentido le dice que ahora no toca. Por ello, da una imagen de estar más en consonancia con el socialreformismo de Pedro Sánchez que con la izquierda más izquierda de sus compañeras ministras de Unidas Podemos. ‘La Fashionaria’, como es llamada por algunos, tiene muchas ganas de mandar y dice, sin ruborizarse, que quiere ser la primera presidenta de España. Todo apunta que va derecha a por el núcleo duro de Podemos. Curiosamente, lo que nos hace desconfiar a muchos, es que gran parte de unos medios escritos y audiovisuales que demonizaron, empleando incluso la calumnia para destruir a la formación morada, han acogido con gran calor la puesta en escena de la señora Yolanda. Todavía queda un puñado de meses para que las aguas se serenen o se embarbasquen más dentro de la izquierda. Si ‘Sumar’ no logra la necesaria cohesión para sumar, cientos de miles de votos de la izquierda se quedarán en casa o irán en blanco. Harán lo propio. Una abstención responsable es más valiosa que dar el voto a quienes juegan al jaque mate.
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Echamos la cremallera a esta crónica abrileña y qué mejor fórmula y forma que trayendo otros fragmentos del poema que quedará como testigo, fruto de años de la entrada en quinta, de aquellos sucesos que se grabaron a fuego en el cerebro de nuestras infancias.
CENCERRADA
XVII
Yo supe de paisano y en vida lo traté
a quien fuerzas represoras abollaron la cabeza a cencerrazos.
Agudo ingenio y buen coplero nuestro mártir.
Valiente y honesto proletario.
¡Loor a los hijos torturados del pueblo que sigue siendo pueblo!
Y supe, años más tarde,
cuando ya cobraba nómina
y me permitía tempestuosas noches locas
por villas de dios y del diablo,
de aquel otro paisano: el esposo amancebado.
Con él me encontré en mugriento bar
de poblachón agazapado entre retamas y coscojas.
Afinó la oreja y al vuelo cazó mi paisanaje.
Sobre pringosa mesa, sus dedos aferraban
vaso grande, hasta arriba de vino gordo, como sangre de bragado toro.
Ante mí, caquéxico despojo
de hombre que conocí, siendo un chavea.
El mazo de los años
había aplastado la percha musculada y agraciada de otros tiempos.
Pavesa triste de lo que fue incombustible fuego.
XVIII
Obvió, en conversación, cosas que para él eran triviales
y fue su obsesión regodearse
con recuerdos que parasitaban su cabeza
y que, si partes pudendas le encendieron en su día,
hoy solo convulsionaban la materia gris de su sesera.
Por la baba se le iban groseras alabanzas
a la jaca, casada y jaquetona,
que montó sin bridas ni montura
tantas siestas de lejana y avanzada primavera.
Valor le daba el vino para revolcarse en verriondez tan altanera.
Se extasiaba describiéndome las ancas
y las ubres, más duras que moleñas,
de aquella caballería tan temerosamente hermosa,
que, trotando como jaca cartujana,
arrastraba las miradas de los hombres de la aldea.
Aguado vino se le volvía todos los portillos de la boca
trayendo a colación sinfín de hocicadas y lamidas
en orificios naturales de la hembra.
Masticaba las palabras al soltarlas
y se removía, inquieto, en la tajuela.