Félix Barroso Gutiérrez
REMEMBRANZAS.Cierto que un servidor está acostumbrado a andar entre vacas desde pequeño. Mi abuelo materno, Quintín Gutiérrez Alonso, era un pequeño ganadero, que administraba, en plan extensivo, una partida de vacas moruchas, alguna avileña y alguna otra retinta. Había que trabajar de duro en los pequeños predios. Como él, existían otros muchos en estas tierras más septentrionales de la región extremeña, donde, por suerte, prácticamente no existió la figura del terrateniente cortijero, absentista y explotador. Todo estaba más repartido y cabría mejor hablar de minifundio que de latifundio. A mi abuelo le acompañé innumerables veces a atender su ganado.
Andaba entre las vacas como Pedro por su casa, siempre con cierto cuidado cuando estaban paridas; pero eran vacas mansas, que no ocasionaban problema alguno. Bebí leche, espumosa y templada, de sus ubres por una cuerna, al poco de haber parido los chotos. Estaba buena. Y comí carne de un becerro que se accidentó. Aún estaba mejor.
Sabía que las vacas y los toros proceden de un único ancestro: el ‘bos primigenius’. Su domesticación comenzó hace unos 10.000 años, pero nada que ver estas vacas con las que hoy, desgraciadamente, estén encarceladas en las macrogranjas para que produzcan leche por un tubo. Su historia evolutiva ha generado otras especies bovinas. Son animales gregarios y cada grupo tienen un líder dominante, que suele ser una hembra mayor, grande y fuerte, que es la que lleva el cencerro y encamina al resto a las charcas y lagunas, para abrevar. Si advierten algún peligro, es la que se pone al frente. Las vacas tienen un oído muy sensible y no soportan ruidos superiores a los 80 decibelios.
El ser humano, en cambio, aguanta perfectamente hasta los 120 decibelios. De aquí que la contaminación acústica, los escandalosos ruidos que se producen, a veces, en áreas donde pastan las vacas, influyen negativamente en su funcionalidad auditiva, produciéndole gran estrés. Por cierto, hora va siendo de desmitificar la creencia de que las vacas son culpables, en parte, de contaminar el planeta con el gas metano que expulsan. Completamente absurdo. La ínfima cantidad de metano, que no la expulsan a través de flatulencias, sino por exhalaciones del sistema respiratorio, no llega ni al 5% de la globalidad de los gases contaminantes y no los produce en su totalidad la vaca, pues proceden de todo el entramado moderno que se ha vertebrado en torno a ellas.
Algo sabemos, pues, de las reses, pero jamás vimos lo de ayer tarde, tercer sábado del presente mes de marzo. Espacios adehesados, lejos de cualquier pueblo. Encinas, alcornoques y robles. Manchas de jaras. Un fétido olor a carne en descomposición nos llevó a descubrir una vaca muerta en un claro entre el monte. Buitres y cuervos picoteaban entre sus tripas. Levantaron el vuelo al vernos y se posaron en lo alto de las quercíneas. Cuando nos acercábamos, conteniendo la respiración, para sacar unas fotos, de pronto, aparecieron un nutrido grupo de vacas y chotos, con la jefa zamarreando el campano. Hicieron un corro en torno al cadáver y empezaron a mugir de forma lastimera. Parecían ser inmunes al terrible hedor. Como nosotros no nos movíamos del sitio, dieron la vuelta y se nos quedaron mirando frente a frente. Comenzaron a mugirnos con otro tono más agresivo y la cabeza más levantada. Algunas reses iniciaron unos pasos hacia donde estábamos clavados, asombrados de lo que estábamos viendo. Nos retiramos de inmediato. El sol se escondía tras un alto cerro cubierto de alcornoques. Desde lo lejos, observamos cómo las vacas volvían a ‘gaznal’, al decir de estos pueblos, con su son dolorido, junto a la vaca muerta.
En varias ocasiones, me he percatado de los distintos mugidos de las vacas: cuando están en celo, cuando buscan al ternero que no aparece por andar extraviado entre la espesura, cuando avisan de que es peligroso acercarse a ellas por estar recién paridas y tienen al becerrillo al lado o cuando meten en los embarcaderos a sus jatos para llevárselos al matadero. Pero lo que escuchamos y vimos en la tarde-noche de ayer tiene todas las trazas de ser un fúnebre ritual. ¿Acaso las vacas sienten angustia y sufrimiento ante la muerte de una compañera? Las hemos visto lamerse la cabeza, el pescuezo y los lomos entre ellas, sobre todo cuando se han sido obligadas a desprenderse de sus crías, tal vez buscando reafirmar vínculos de una sociabilidad primitiva. Sin embargo, lo de ayer nos hizo preguntarnos muchas cosas. A lo mejor no es tanta la diferencia sentimental y emotiva entre los humanos y los animales, domésticos o no, de nuestro planeta.
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ESTADO PANDÉMICO DE LA REGIÓN EXTREMEÑA
Seguimos con el goteo de decesos. La pasada semana nos dejó otro fallecido, de 67 años, en el pueblo pacense de La Garrovilla. Hay 26 pacientes ingresados por Covid-19 en los hospitales extremeños; dos de ellos en la UCI. La incidencia acumulada en mayores de 60 años a los 14 días, se sitúa en 89,07 casos por 100.000 habitantes. A los 7 días, es de 36,53. En total, 2.692 fallecidos en Extremadura desde el inicio de la pandemia.
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RADIOGRAFÍA DE LA ACTUALIDAD SOCIOPOLÍTICA
No sabemos si reír o llorar, si desgarrarnos las vestiduras o mandarlos por la vía que conduce adonde amargan los pepinos. Ver a esos 10 machos alfas (ni una mujer entre ellos) que han estampado sus firmas para conformar la moción de censura de Vox contra el Gobierno de la nación, es como asistir a un esperpento de Ramón José Simón Valle Peña, el dramaturgo, poeta y novelista pontevedrés y más conocido por Ramón María del Valle-Inclán. O a un texto del ‘formalista’ ruso Víktor Shklovski, del ‘verista’ italiano Giovani Verga o del ‘Verfrendumgseffekt’ que Bertol Brecht llevó a su teatro. No sabemos si coger la cuchara, el tenedor o el cuchillo para poder llevar a la boca esas grotescas, ridículas y extravagantes parrafadas donde se dice que ‘España es un país gobernado por los enemigos del Estado, esclavo de élites globalistas, en una alianza internacional con narcodictaduras y sometido a un régimen totalitario’.
Esta es la síntesis de lo que se contiene en la foto que Vox tiene de España en estos momentos y con la que comulga el excomunista Ramón Tamames Gómez, que va, con ayuda de su bastón, acercándose a los 90 años. Nadie duda de que Tamames no esté en su sano juicio. Pero…, ¡es tan difícil asumirlo! Ya veremos por dónde nos sale el próximo 21 de marzo, cuando todos estén pendientes de él en el Congreso. Ya cuenta con la abstención del PP, donde, por lo que se oye, hay muchos que desearían, aunque lo dicen por lo bajini, que triunfara tal moción de censura. ¿A qué extrañar si Vox es un hijo del PP, solo que un pelín escorado a la derecha de la derecha española?
Y mientras se va cociendo y continúan los dimes y diretes en torno al antiguo dirigente del Partido Comunista de España y sus amigos y conmilitones de Vox, nos enteramos, por otro lado, que las intrigas del Gobierno de España (de parte de él, se entiende) han llegado hasta tal punto, en lo que se refiere a la guerra de Ucrania, que, junto con Dinamarca y Alemania, han requerido a Suiza para que abandone su tradicional y secular neutralidad. No le es suficiente a esa tropa, comandada, en lo que a España se refiere, por Sánchez Pérez-Castejón y sus dos peones en la ‘Cruzada contra las hordas eslavas’, Margarita Robles, en Madrid, y Josep Borrell, en Bruselas, enviar al ejército ucraniano equipamientos, material bélico (ahora, también tanques) por valor de cientos de millones de euros, que también ha tenido que meter las narices en un país que es todo un ejemplo para la Europa que, a tenor de los hechos, sigue al pie de la letra lo que le dicta un país tan imperialista como los EEUU de Norteamérica.
Bajarse al barro, enfangarse ruin y mezquinamente para meterse en los asuntos internos de otro país, instándole a sumarse al grupo de los ‘cruzados’ que pretenden doblegar al ejército ruso, es algo vomitivo. Incentivar la guerra y no buscar la paz. Pero Suiza cuenta, desde 1815 con la ‘NEUTRALIDAD PERPETUA’. Su compromiso es férreamente firme a no participar en ningún conflicto a cambio de que no se libren guerras dentro de su territorio. Esa concesión fue aprobada en ‘El Congreso de Viena’. Continúa totalmente vigente en nuestros días y, además, no permite que se puede enviar material bélico suizo a terceros países. Las ordenes intrigantes vienen de más arriba, de lo alto de la chistera del ‘Tío Sam’, y tales órdenes son de obligado cumplimiento para los más lacayos entre los lacayos de la gran potencia atlantista. No se nos olvidará aquello de ‘LA OTAN, DE ENTRADA, NO’. Ni tampoco la disposición, por mandato de los geoestrategas yanquis, de poner en manos del sátrapa Mohamed IV de Marruecos el Sahara Occidental.
Más valía que Alemania, Dinamarca y España, sus respectivos Gobiernos, denunciaran la doble vara de medir que tiene el Tribunal de la Haya, que recientemente dictó una orden contra Vladímir Vladimirovich Putin, presidente de Rusia, por crímenes de guerra. ¿Y por qué no, también, contra los dirigentes ucranianos que permitieron que sus milicias y su ejército cometieran crímenes de guerra en el Dombás, como así fue denunciado por Amnistía Internacional en septiembre de 2014? ¿Y por qué no, igualmente, a los responsables de los ejércitos de EEUU y Reino Unido por el genocidio cometido en la invasión de Irak? ¿Y por qué no, de la misma forma, a los mandamases del ejército estadounidense por la destrucción de Indochina? ¿Y por qué no, en el mismo sentido, al presidente de los EEUU, Ronald Reagan, por la masacre perpetrada en Centroamérica? ¿Y qué decir, napalm incluido, sobre aquel otro genocidio llevado a cabo por el mismo país yanqui en Vietnam…? Que sepamos, ni Alemania, ni Dinamarca ni España, ni sus colegas atlantistas acudieron al Tribunal de la Haya en todos estos casos. Y ello sin contar el exterminio genocida de Hiroshima y Nagasaki, ciudades japonesas barridas del mapa por el primer país del mundo que utilizó la bomba atómica contra comunidades humanas: responsable máximo, el presidente estadounidense Harry S. Truman. ¡Ah, es que EEUU es el sheriff del mundo y pobre del que no acate sus órdenes! ¡Pandilla de cínicos, que han hecho de la política algo así como un derecho de pernada, impuesto por los EEUU de Norteamérica! Por sus huevos y por sus fueros. ¿Hasta cuándo?
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Esta noche, cuando regresábamos de zancajear por altozanos y descolgaderos, cantaban las ranas y los grillos. Señal de que el sol brillará con fuerza. Ya lo dice el viejo refrán: ‘En jebreru, busca la sombra el perru, y, en marzu, el perru y el amu’. Nosotros también cantaremos como los grillos y las ranas, ya que dicen que la música amansa a las fieras. Y fieras son todos los canallas que no buscan la paz, sino la guerra. Nos vamos con nuestro ‘Poeta de la Niebla’, que nos trae los versos de ‘Choto Muerto’. En la primera parte de la crónica, hablábamos de una vaca muerta. Ahora, nos empaña la melancólica tristeza por la muerte de un becerro. Fue hace ya unos años. No era marzo, sino en pleno rigor del estío. Del poemario ‘Canículas’.
CHOTO MUERTO
Junto a la charca comunal,
de aguas verdes, medio seca,
ha venido a dar postrer suspiro
ternero enteco y tembloroso,
negro como noche de tormenta
y un copo nevado por cima de los belfos.
Desde el viejo alcornoque quemado por el rayo,
vi aletear de avaros buitres,
y cuando garrote mío, de recio roble,
espantó a tanto carroñero,
no era más que un espantajo:
piltrafa sin ojos en sus cuencas
y sangrante boquete en torno al ano,
por donde pico y pescuezo de las aves
hurgarían a placer,
como celosos sanitarios del terreno.
Días atrás
vi al ternero con su madre.
Sus patas flaqueaban
y su piel se hermanaba con sus huesos.
Y la madre intentaba
arroparle con su cuerpo pesado y azabache.
Y le lamía con amor materno.
Pero no pudo ser
y esta tarde de estío,
con gordas nubes sobre el puerto,
entregó el pobre choto su alma
no sé si a los dioses del cielo o del averno.
La madre, la triste e impotente vaca,
lo ve todo
y arranca bocados de amargo y seco pasto
a la costra endurecida del vallejo