Félix Barroso Gutiérrez
REMEMBRANZAS.Bien decía, y no erraba, nuestro Federico cuando, en su ‘Madrigal’, verseaba: ‘Los relojes llevan la misma cadencia, / y las noches tienen las mismas estrellas’. ¡Ay de las noches, noches nocheras! ¡Cuántas habré pasado en los campos! Pero solo cuando era un zagal y dormía cara al cielo, sobre las pajas de la parva en el caluroso julio. Ahora, dejo, por puro placer, que la noche me atrape en mis churriguerescas caminatas por esas estórdigas y esos collados que llevan sobre sus epidermis millones de huellas de pies descalzos y calzados que la pisaron a lo largo de los tiempos. Deificada fue la noche por las más antiguas culturas. Su poder sobre dioses y humanos y su estrecha relación con el sueño y con la muerte le otorgó una preminencia cosmogónica.
Al principio, cuando no existía contaminación lumínica, solo estaba presente el Caos. Y Caos se casó con Gea (la madre tierra) y engendraron a Nyx o Nicte, la diosa de la noche, que fue la que se encargó de ordenar el cosmos. Pero no solo existen las cosmogonías de los antiguos griegos, sino otras muchas. Todas tienen sus correspondientes dioses, a los que los tristes mortales se agarraban como a un clavo ardiendo cuando el día se apagaba y un inmenso manto negro, a veces cuajado de estrellas, cubría por completo el lugar donde habitaban. Asombro y miedo.
De pequeños oímos decir que “entri las doci y la una, sali la Mala Fortuna’. Pero había un dios, encarnado y sincretizado en San Antonio, que vagaba por los caminos en las noches sin luna, guiando, con su perrito blanco, a los viajeros que perdían el norte. Pero, antes, para los habitantes de la serranía de Las Hurdes, en estas noches invernales, llenas de vientos, aguas, candelizos y celliscas, una mujer hermosa, que andaba descalza y no veía por tener vaciadas las cuencas de sus ojos, era la que velaba, llevando la luz y el calor por los caminos. Era ‘La Titiritaña’. Ya hablamos de ella en alguna ocasión. La noche, al entrar la arrolladora contaminación acústica y lumínica, ya no es la misma. ¡Quietos! Eso tal vez ocurra en la ciudad donde viven millones de abejas urbanitas en sus correspondientes celdas, formando parte de gigantescas colmenas donde reina el individualismo y cada cual va a lo suyo. Quizás nos equivoquemos al llamarlas ‘abejas’, pues no son la solidaridad y el apoyo mutuo su pauta de conducta. Lo fue antes de que la forzada diáspora las sacara de sus pueblos y, con sus maletas de madera, subieran al vagón de la terrible emigración. ¡Cuántas lágrimas recordando la humilde casa del pueblo y los campos que la rodeaban!
El insigne y misterioso poeta César Abraham Vallejo Mendoza nos habla, en su poema ‘Quedeme a calentar la tinta en que me ahogo’, de ‘noches de tacto’, de ‘noches de sol’ y de ‘noches de madre’. Lenguaje lleno de abstracciones, completamente alterado por la turbulencia de sus pasiones. Toda una tortura para la propia lengua, convirtiéndola en hermética para los no iniciados. Versos que son todo un hachazo para romper los carámbanos del invierno. Pero él amaba la noche como nosotros la amamos. Sobre todo, estas noches de la estación fría, ahora que han caído los mercurios y sentimos cómo se nos cuela la helada debajo del sobaco, y lo agradecemos pese a que intentamos bloquearla con nuestras prendas de abrigo. Y hemos aprendido, tal y como vertemos en los versos del poema que cierra esta crónica, a escuchar los ruidos de la noche, que no son siniestros. Todo lo contrario: enormemente vitalistas, que nos llegan hasta la médula más interna del hueso.
¡Cuánto más les valdría a esos personajes grises. que diseñan con los garfios ensangrentados de sus dedos el sino del mundo, venirse con nosotros en estas noches del enero! Patearse los campos que empiezan a sentir la grata herida de la escarcha, llenarse las suelas de sus zapatos con el fango de los barrizales, tropezar con las cepas de las jaras arrancadas o con palitroques de las quercíneas mutiladas por ‘La Seca’, extasiarse ante la inmensa bóveda estrellada o contemplar la belleza de esa luna que flota en el congelado firmamento. ¡Oh, luna de enero! Recuerdo ronda de mozos: ‘A la luna d,enero / yo t,acomparu, /qu,es la luna más crara / que tiene el añu’. Vénganse, pues, con nosotros toda esa pandilla de encorbatados ejecutivos, a cada cual más cínico e infausto, y se les serenarán sus cainitas odios hacia el prójimo y dejarán de untarse los dedos en sangre desde sus despachos ovales, sus sedes atlantistas, sus casas blancas y sus dumas y europarlamentos. ¡Aprendan a oír e interpretar los apacibles ruidos de la noche en el mes de enero, que, si frío viene, es excelente caballero!
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ESTADO PANDÉMICO DE LA REGIÓN EXTREMEÑA
Cinco fallecidos se suman la pasada semana al cómputo de los que cayeron a causa del Covid-19. En los hospitales extremeños, hay 48 ingresados; tres en UCI. Los fallecidos son una mujer de 91 años, del pueblo de Campanario; otra de 89 año, de Almoharín; otra de 84 años, de San Vicente de Alcántara; otra de 80 año, de Montehermoso, y un varón de 80 años, de Olivenza. La incidencia acumulada en mayores de 60 años a los 14 días es de 176,74 casos por 100.000 habitantes. A los 7 días, de 60,54. La región extremeña tiene un índice de positividad del 17,6%: el segundo del país, pero la incidencia en los hospitales no supone riesgo alguno. Cierto que hay un colapso en dichos centros hospitalarios, pero es debido a la gripe y al VRS. La venta de antígenos y de mascarillas ha subido un 50%.
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RADIOGRAFÍA DE LA ACTUALIDAD SOCIOPOLÍTICA
Es sabido que los osos hibernan, aunque es, más bien un ‘sueño invernal’. Su actividad biológica desciende significativamente en los meses invernales. Es la ‘dormancia’ o dormición. Pero el ‘Oso Ruso’ puede despertarse en cualquier momento de su sueño y mostrar en verdad sus verdaderas zarpas. Si se le provoca, ya sabemos cómo ha respondido históricamente. Y máxime si se le provoca para meterle el cartucho de dinamita en la boca y solo falta prenderle la mecha. A esta irreflexiva y esquizofrénica cruzada medieval se han apuntado alocadamente la mayoría de los dirigentes europeos, pisando ya rayas que están al rojo vivo e instando a algún que otro timorato, como al canciller alemán Olaf Scholz para que entregue de una vez los modernísimos y mortíferos tanques ‘Leopard’ a Ucrania. A la cabeza de esta descerebrada cruzada están Polonia y los países bálticos (Letonia, Estonia y Lituania). ¡Ay si la Historia hablara!
La patente la tiene Alemania, pero el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, un belicoso ultraderechista, ha venido a decir que la negativa de Alemania se la pasa por la entrepierna y que él está dispuesto a enviar los ‘Leopards’ salga el sol por donde salga. Este ultramontano y reaccionario individuo ya mostró su cainita odio a Rusia en los años 60, cuando formaba parte del ala más radical del sindicato anticomunista ‘Solidaridad’, que fue bendecido por el Papa polaco Karol Jócef Wojtyla (Juan Pablo II), por el presidente estadounidense Ronald Reagan y por la ultraconservadora Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido. La aportación de la Iglesia Católica para la vertebración de tal sindicato fue escandalosa. Entre sus muchas escaladas en el mundo de la política y de las finanzas, llegó a ser, curiosamente, consejero-delegado en la filial polaca del Banco de Santander. Una figura poliédrica que generó muchos recelos en Bruselas, pero que, ahora, todo se le perdona por ser uno de los cruzados más beligerantes con la nación rusa, como lo fue siempre.
El ‘Oso Ruso’, más que harto de tantas fanfarronerías de la Europa que ya declara sin vergüenza alguna que no cejará hasta ver a Rusia humillada a sus pies, ha enseñado las uñas de una mano. Señal de ello es que países como Suecia y Finlandia se están preparando para un posible ataque nuclear, acondicionando su amplia red de búnkeres. Ante esas afiladas uñas, el patético títere de sus amos (OTAN y EEUU), Josep Borrell Fontelles, socialdemócrata de pacotilla, que está a todas horas jaleando a los perros para que se cuelguen de las corvas del oso, ha gritado: ‘¡¡La paz mundial está en riesgo!!’, cuando tenía que haber vociferado: ‘¡¡La paz de Europa está en riesgo!! Y debería haber rematado con una arenga semejante a la del famoso alcalde de Móstoles: ‘¡¡Europeos, acudid a salvarla!! Unos, acondicionando sus búnkeres, y otros, como es el caso de España, sin hacer pedagogía de cara a un desastre nuclear. ¿Cuántos españolitos de a pie o montados a caballo saben colocarse una máscara antigás? La Historia ha demostrado con creces que, cuando al ‘Oso Ruso’ se le tocan las narices, el zarpazo ha sido cruento. Puede que, si el vaso rebosa, no dé tiempo ni a ponerse la máscara antigás. En España, muy pocos son conscientes de las llamas de la hoguera, a la que arrojan más leña cada día infaustos dirigentes europeos como Morawiecki o Borrell.
Mientras atizan la hoguera los cainitas, los amigos de Jair Messias Bolsonaro y los que no condenaron con firmeza la invasión y saqueo del palacio presidencial, el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal en la plaza de ‘Los Tres Poderes’ de Brasilia el pasado 8 de enero, se manifiestan en Madrid el pasado sábado, día 21. Toda una insurrección de la derecha: la derecha extrema de este país y sus dos escisiones, porque el PP es la matriz de las otras dos: Vox y Ciudadanos. Toda una marcha, que nos recuerda otras con tintes fascistoides, en contra de gobiernos elegidos democráticamente y que los manifestantes no reconocen. Y si no reconocen lo que sale de las urnas, es que no son demócratas, por mucha pancarta que aireen encabezando la insurrección, donde se lee: ‘Por España, la democracia y la Constitución’. Algunos de ellos, españoles de mucho macho y pelo en pecho, solo son españoles mientras España sea su cortijo, como lo fue en el pasado.
Y se declaran, en efecto, demócratas, pero de la democracia orgánica franco-fascista. Y se erigen en constitucionalistas y resulta que se quieren cargar el Estado de las Autonomías, entre otras muchas conquistas que se han conseguido con mucha lucha, sudor y lágrimas, en las que ellos nunca participaron. Las derechas, paso marcial y cara al sol, han desfilado por Madrid, arrullados por los poderes mediáticos que las azuzan. Todo apunta que sus objetivos no estaban muy lejos de aquellos que animaron a las huestes fascistas de Benito Mussolini, hace un siglo, en su marcha sobre Roma: el gobierno carece de legitimidad y hay que aventarlo de una manera u otra.
También las derechas españolas niegan legitimidad al gobierno de Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Al parecer, las urnas ya les estorban. El gobierno de Pedro Sánchez lo hará bien o lo hará mal, pero tiene toda la legitimidad que le han dado los votos. Nosotros le hemos metido el dedo en el ojo más de una vez en nuestras columnas, pero jamás hemos puesto en solfa su legitimidad. De esa insurrección a ocupar, como los trumpistas o bolsonaristas, las instituciones, solo hace falta un empujoncito. Todo por no haber impuesto un cordón sanitario a los que no creen en la democracia, aunque simplemente sea una democracia liberal y burguesa, manejada, en muchos aspectos por oscuros personajes, que suelen coincidir con la derecha política y económica. Hoy, estos poderes habrán aplaudido y brindado porque las fuerzas carcundas y reaccionarias lograron llenar la plaza de Cibeles, en Madrid. Que algunos no olviden que de aquellos polvos vienen estos lodos.
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Vámonos ya, que la helada está ya escarchando, como he podido comprobar hace un par de horas (son las 22,18 horas del domingo, día 22 de enero), estos agrios campos situados a pie de monte. ‘El Poeta de la Niebla’ vuelve con otra composición de su poemario ‘Del Telúrico Son de la Tierra’. Con sus versos os dejamos. Aquí, paz y, después, gloria.
LOS FANTASMAS DE LA NOCHE
Con más que frecuente frecuencia,
es muy normal que, galopando
sin caballo por esos campos
de Dios o del Diablo, se me eche
la noche encima y se me alleguen
los fantasmas de los ruidos, locos
o cuerdos, que maman de la ubre
de la oscuridad. Logré echarlos
a fuerza de acostumbrarme a ellos.
Hay quien se pone de los nervios
con canto lúgubre del cárabo
y con volar del chotacabras,
o se altera al menor ruido
que escucha entre las ramas. Pesa
la noche como gruesa losa
de sepulcro y, tal vez, de un trago
te engullirá si no comprendes
las partituras de sus cánticos.