Félix Barroso Gutiérrez
REMEMBRANZAS. Ya pasó la floración de la encina. Ocurrió entre marzo y mayo. A veces, dependiendo del tempero, se extiende hasta junio o julio. Curiosamente, la encina es monoica, o dicho en ‘román paladino’: coexisten ambos sexos en sus flores. Su nombre procede de la voz ‘ilicina’, perteneciente al latín vulgar. Científicamente hablando, ‘Quercus ilex’. Familia de las fagáceas. Por estas tierras de piedemonte y, antes, de pan llevar, que, luego, las convirtieron en garrotales, a la encina adolescente o en su primera juventud se la denomina ‘carrascu’. Un poco más tarde, cerca ya de revestirse con la majestuosidad de la encina, es denominada carrasca.
Los grandes océanos pardos, en los que la vista se pierde en la vastedad de los encinares, se encuentran en la Extremadura latifundista, donde la tierra sigue siendo de cuatro y quedan terribles huellas de jornaleros esclavizados a trabajar de sol a sol por cuatro sucios reales y un cuenco de garbanzos mondos y lirondos. Miguel de Unamuno y Jugo, conocido filósofo y escritor, que, si bien resbaló estrepitosamente más de una vez al escribir sobre las tan traídas y llevadas Hurdes, también tuvo sus aciertos, como cuando celebra la suerte de que los jurdanos sean todos propietarios de sus tierras y alaba la ‘majestad de la indigencia laboriosa’ (periódico ‘El Liberal’, Madrid, 27-VI-1922). Y añade más: ‘¡Y no ven al amo! ¡Ni el polvo que levanta el automóvil del señorito latifundario les ciega los ojos! No les insulta la ostentación del lujo ajeno. Acaso sean, en el fondo, unos anacoretas. Peor, mucho peor, la plebe arrabalera de ciertas ciudades y villas’.
Por estos terruños, extremeños también pero más cercanos a tierras salmantinas, no hay océanos de encinas, sino pequeñitos mares o lagos, y la propiedad de la tierra está mejor repartida. Dicen que la encina es ‘el árbol nacional de España’. Algo tendrá que ver, aparte de que este árbol esté extendido por toda la Península y las islas Baleares, el hecho de que el insigne novelista, poeta y dramaturgo Miguel de Cervantes Saavedra, el que se inmortalizó con ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’ y que se nos fue un 22 de abril de 1616 a causa de una diabetes mellitus tipo 2, nombre a la encina y sus frutos 37 veces en su genial y quijotesca obra. Y es que la encina es mucha encina.
Fue totemizada por antiguas culturas; entre ellas, algunos pueblos del tronco celta, a la que denominaron ‘kaërquez’, según algunos historiadores (dicho con todas las reservas, pues se sigue tendiendo a mezclar las churras con las merinas a la hora de echar a andar el viejo término ‘keltoi’). Pero lo que sí es rotundamente cierto es que la encina estuvo, en Grecia, consagrada al dios Zeus, y, en Roma, a Júpiter Capitolino. Discrepancias hay sobre si era un roble o una encina el árbol que se identificaba con el dios Perún, posiblemente el más importante del panteón eslavo. Reminiscencias del arcaico culto a nuestro árbol las encontramos en esas iglesias y ermitas que llevan el nombre de Nuestra Señora de la Encina. Bien cerca tenemos, puesta bajo tal advocación, la iglesia parroquial del pueblo de Pinofranqueado, que se rodea, como es lógico, de una sugerente leyenda. Árbol de gran resilencia, contribuye enormemente en la lucha contra el cambio climático, ya que absorbe dióxido de carbono y produce oxígeno. Se piensa que una encina adulta puede capturar cinco toneladas de CO2 al año.
Pero la encina está indisolublemente unida a nuestras infancias. Aún siguen metidos en nuestros oídos los latigazos de la ‘zurriaga’ sobre las bellotas y las voces de los porqueros en estos tiempos del otoño y del invierno. Ya las alambradas hacen las veces de porqueros, pero carecen de voz para carear los puercos y de brazos para varear las bellotas. Bien sabíamos gatear por ellas, para asomarnos a los nidos de los mil pájaros que criaban en sus ramas y que hoy fueron diezmados. O introducir el ‘pinchi’ (especie de arpón) por los ‘truécuh’ (oquedades del tronco), con el fin de insertar a los lagartos ocelados, bocado exquisito en aquellos años en que había lagartos para dar y tomar.
Cuando la Administración vino a protegerlos, no hace mucho, ya habían sido casi exterminados por los herbicidas y pesticidas, o al infectarse y romperse su cadena trófica. Raro es ver alguno en estos tiempos. Buenos recuerdos de cuando ‘arrepañábamus las tarmas’ (recogíamos la leña menuda) de las ramas secas desprendidas y que se esparcían por el suelo. ¡Qué alegría con aquellas hogueras que nos ‘desengarañaban las manus’ (desentumecían las manos) y nos metían calor para el cuerpo en los meses del carámbano! Ahora, en estos lustros de calentamientos globales y cambios climáticos, se nos mueren las encinas, nuestras fornidas encinas de la infancia. Una peste, que han dado en llamar ‘La Seca’ y que los agrónomos la catalogan como ‘pudrición radicular por fitóftora’, las está aniquilando y nadie da clara explicación de cómo surgió ni cómo ponerle fin. La tragedia amenaza a nuestras dehesas.
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REPASO AL ESTADO PANDÉMICO DE LA REGIÓN EXTREMEÑA
Otros tres nuevos fallecimientos hay que contabilizar en nuestra comunidad en la pasada semana, lo que hacen un total, desde que se inició la pandemia, de 2.621 fallecidos. Permanecen 20 pacientes ingresados en los hospitales extremeños por Covid-19; ninguno se encuentra en UCI. La incidencia acumulada a los 14 días en mayores de 60 años es de 159,34 casos por 100.000 habitantes. Continúa siendo 0 el nivel de riesgo, lo que indica que la circulación del virus está controlada. Uno de los fallecidos, de 66 años, era del pueblo de Salvaleón. Los otros dos, también varones, de 89 y 91 años, eran vecinos de Zafra.
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RADIOGRAFÍA DE LA ACTUALIDAD SOCIOPOLÍTICA
… Y he aquí que, mientras en este país, ‘devoto de Frascuelo y de María’ (Antonio Machado dixit), la ultraderecha se deshace en alabanzas a generales genocidas y fascistas, tal que Gonzalo Queipo de Llano y Sierra; lleva a sus actos a cantantes que entonan aquello de ‘volver al 36’ o tachan a Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno, de ‘líder de una banda criminal’… Mientras esa ultraderecha ultrahispánica, que comienza a deshilvanarse por algunas costuras (¡ojo, que Macarena Olona Choclán viene con ganas de tomarse la revancha!), pone a parir a todo lo que se mueve a su izquierda, resulta que la periodista y política Giorgia Meloni, actual presidenta del Consejo de Ministros de la República Italiana y cabeza visible del partido neofascista ‘Fratelli d,Italia’ (‘Hermanos de Italia’) , aspira a convertirse en la Margaret Thatcher italiana.
Hace poco, Rino Formica, nonagenario y que sabe mucho (la experiencia es la madre de la ciencia) sobre los entresijos de la política del país de Garibaldi, la Camorra y la ‘Ndrangheta’, y que por algo fue ministro socialista en tiempos de la Primera República, ha comentado lo siguiente sobre la Meloni: ‘Hubiera deseado ser la Evita Perón de las masas populistas en Italia, pero ahora estará condenada por la fuerza de las cosas a ser una arisca Thatcher sin ni siquiera mantener la autonomía de la dirección, porque la dirección la tienen otros, que se encuentran en sedes supranacionales’. Formica también ha afirmado que el economista italiano Mario Draghi está desempeñando el papel de ‘Lord Protector’ de Meloni, en tanto y cuanto esta no cuestione ciertas políticas y se mantenga fiel al compromiso atlántico.
Da la impresión que Giorgia Meloni, la neo o posfascista, pretende levantar un gran partido conservador de masas, llevando como lema la triada: ‘Dios, Patria, Familia’; una especie de conservadurismo autoritario que podría también incluir el término ‘Libertad’. Pero ya sabemos todos de qué ‘Libertad’ hablan los ultraconservadores: la ‘Libertad neoliberal’, la misma que predica Isabel Natividad Díaz Ayuso, quien puede que tome el relevo de Alberto Núñez Feijoo antes de tiempo. O sea, un auténtico ‘trumpismo’ y sus variantes (‘bolsonarismo’, ‘lepenismo’ y otros ‘ismos’ que se ramifican por Europa y otras partes), que rinden culto a los mercados y ponen en alza el espíritu identitario y soberanista de la nación, a la par que restringen muchos de los derechos y libertades conseguidos en los años de lucha de las clases obreras, campesinas y estudiantiles.
Puede que la actual dirección de Vox, dada sus amistades con los líderes de ese ultraconservadurismo autoritario, opte por formar parte de esa cruzada neoliberal y bendecida por las doctrinas emanadas de las prédicas de los difuntos Papas: Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger. Si fuere así, Macarona Olona tiene el campo despejado para vertebrar una ultraderecha de carácter más ultrahispánico, con más añoranzas de ‘Montañas Nevadas’ y ‘Caras al Sol’ y un cierto salpimentado de desvaídas justicias sociales al estilo del primigenio franco-falangismo, jamás del falangismo auténtico. Sin olvidar, tampoco, la necesidad de anteponer la fraternidad iberoamericana a la europea. Olona, por el momento, tal y como predica, en el polo opuesto, Yolanda Díaz Pérez, vicepresidenta segunda del Gobierno de España, ministra de Trabajo y militante del PCE, afirma que no desea contribuir a ‘fragmentar el tablero político’. Pero esas milongas son difíciles de digerir, ya que hay ‘animales políticos’ que, aunque se disfracen de la mayor humildad, no pueden estar un solo minuto si no es en el candelero y siendo los primeros de la clase. La notoriedad les ciega y no es extraño que les ocurra lo mismo que a la izquierda en las pasadas elecciones andaluzas. El ‘divide y vencerás’ no es siempre cierto.
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Ya es hora de irse a la cama, que mañana es lunes y día de curro. La una de la madrugada y nuestros poetas estará durmiendo. Nos han dejado sus poemas en el buzón. Ismael Carmona García, el velador de nuestra ‘Lengua Estremeña’, nos presenta otro corto poema de su poemario ‘Endofísica’, cargado de sabores frutales: una imagen de las tierras regables de su comarca de las Vegas Bajas del Guadiana.
XVI
Tristi espetáculu el de la cirgüela
que s’enpocheci ena rama mas cimera
i primorosa del arvu
Bien la queó el pairi arribina
paque el sol i el airi la hormaran,
lejotis la umiá del suelu.
Pero un pájaru
la hirió,
la piteró,
la picó
i agora sin consuelgu se puiri.
25/04/2009
El poema que nos ha depositado ‘El Poeta de la Niebla’, que todavía no nos ha explicado el porqué del sobrenombre, titulado ‘Nocturno’, interaccionado en cierto punto con las encinas de la primera parte de la crónica, se deja arrebatar por la pasión y se descarrila en su fogoso romanticismo. De su poemario ‘Otoño en la Dehesa’.
NOCTURNO
A solas conmigo mismo,
habiéndose difuminado totalmente
almazarrones del crepúsculo
y desplegando amplia y fusca capa
artejos manuales de la noche,
me veo, yendo ya Otoño a mitad de su carrera,
bajo esta encina que derrocha belleza por doquier
y que ahora, al final de la jornada,
se cubre con fuliginosa gasa
desde los pies a la cabeza.
Como delicada hurí
que flota en el Jannat,
coronada por perlas estrelladas,
se afianza férreamente sobre el suelo
esta encina a la que besé con alta fiebre
otros otoños que fueron parte de mi vida.
Marca su territorio con su copa
y me muestra corteza
que, aunque rugosa y parda,
para mí fue reencarnación
de rúbeos y mollares labios
de un amor
que, cansado de mis pasos indecisos,
se me fue
por caminos que no tienen retorno.
Más de dos, de tres y de cien veces,
como en este atardecer, ya casi oscuro
y que no miente su filiación de otoño auténtico,
pegué y restregué mis labios
sobre áspero caparazón,
a la vez que entornaba los ojos
y, virtualmente,
transformaba fibras de madera imputrescible
en carne de su carne,
en labios suyos, grosellas y anhelantes.
Fenecido hoy el día,
estando pajarillos ya dormidos
y rapaces nocturnas al acecho,
he vuelto a besar con firmeza y decisión,
intentando extraer todos sus jugos,
carne agrietada del tronco de la encina,
y tanto fervor puse en el beso
que vi en mi cerebro,
teniendo compuertas de mis ojos tabicadas,
infinitud de chispeantes luces
y espontáneo escalofrío escaló por mi columna.
Cuajando fue la noche y se hizo adulta.
Una luna a mitad de gestación
alumbraba mi regreso hacia la aldea
y proyectaba silueteada sombra
de mi estatura engrandecida
en los claros que dejaba la arboleda.
Se sumió encina entre tinieblas
y, con ella, sueños míos,
a quienes, al menos, aún les queda el consuelo
de poder soñar despiertos.