Félix Barroso Gutiérrez
A septiembre hay que buscarle las cosquillas en la raíz indoeuropea ‘septm’, que viene a significar ‘siete’. El latín la convertiría en ‘september’ y designó así al séptimo mes del año, a tenor del calendario lunar que se gastaban los romanos por el siglo VIII A.P. (antes del presente). Solo contaban con 10 meses, siendo marzo el primero y septiembre el último. El calendario, tal y como hoy lo conocemos, no llegaría hasta el que el Papa Gregorio XIII (S. XVI) hiciera los correspondientes ajustes.
Alberto di Morra, que era el nombre de pila de este pontífice, fue elegido Papa, pese a tener ya 70 años, porque entonces España era mucha España y su rey, Felipe II, ordenó que el solideo se lo encasquetaran en la cabeza al referido personaje. España imponía sus fueros imperialistas.
Se nos va septiembre justo cuando se nos echan encima las fiestas principales del lugar donde vimos por primera vez los astros y las luces que gravitan por el firmamento. Por ello, es muy natural que tengamos los ojos como bruños, arrastremos sueño, estemos medio afónicos y sigan metidos en nuestros oídos los bamboleos y estridencias musicales de las consabidas verbenas. Ya no son como antes estas actuaciones verbeneras. Nosotros llegamos a conocer, y de esto no hace tantos años, a orquestas musicales que, al periclitar el salón de baile e iniciarse las verbenas en la plaza mayor, colocaban sus aparatos sobre la caja del tractor de un vecino y, desde allí, repartían música bailable, antigua y moderna, para chicos y grandes. Ahora, traen gigantescos camiones, llenos de luces y de láseres.
Las cuadrillas de músicos se convierten en acróbatas y transforman a la concurrencia bailonga en espectadores, cuando deberían ser actores que tendrían que estar moviendo el esqueleto con un pasodoble, una cumbia, un vals, una jota, un ‘Paquito, el chocolaterro’o ritmos más modernos que presumen de enrevesados nombres. Así, podrían bailar desde un muchacho de 7 años hasta una pareja de octogenarios, divirtiendo a toda la vecindad. Los Ayuntamientos, con dinero público, les pagan para que todo el mundo brinque, deslice los pies por el cemento o haga la cabra si le viene en gana.
Al menos, se mantiene el ritual de ‘La Velá’, cuando la víspera, al acabar el novenario, por la noche, los mayordomos se encargan de colocar unas capacetas o capazos de lagares aceiteros en un artefacto ahorquillado y se les prende fuego. Mientras arden, el tamborilero toca la flauta y el tamboril y el personal trenza los pies a ritmos de bailes y danzas tradicionales. El ritual, que merecía todo un ensayo antropológico, se pierde en la noche de los tiempos y sus connotaciones paganas saltan a la vista. Un rito más de los que la dogmática e intransigente Iglesia Católica no pudo erradicar y, tras el correspondiente sincretismo y aspergerlo con agua bendita, lo tuvo que asumir como propio.
Por suerte, no ha desaparecido el papel del músico-tamborilero, que también acompaña a la procesión y al Ofertorio. Desgraciadamente, en otros pueblos, no muy lejanos, con acrisolada tradición tamborilera, alcaldes y mayordomos cuyas mentes no tienen interiorizadas las raíces socioculturales de su villa, lugar o aldea, han sustituido al tamborilero por una charanga, que también tiene cabida en la fiesta, pero no en los actos procesionales ni otras solemnidades, cuando los tamborileros interpretan algunos sones que hay que adjudicarlos a épocas medievales o incluso anteriores., sin que muchos de ellos lo sepan. El toque procesional de por estos pueblos se corresponde -valga el ejemplo- al himno litúrgico ‘Vexilla Regis’, compuesto por el musicólogo Venancio Fortunato en el siglo VI. También son antiquísimos los toques de ‘echal la bandera’ o de ‘El Ramu’, ambos insertos en los rituales procesionales.
Como siempre fue así, la población se desbordó por sus costuras y se llenó de hijos emigrantes. Los paisanos, dicha sea la verdad, sean creyentes o no, sienten cierta debilidad y pasión por su imagen del Cristo de la Paz. Una especie de eco ancestral les llega a sus oídos y todos desean procesionar la imagen. Caen en el torbellino de la catarsis y estos días no hay pariente pobre y las puertas de las casas están abiertas de par en par. Todos son abrazos y besos y un sincero reciclaje de los lazos vecinales y familiares por los que se sienten atados todos los que son conscientes de identificarse con unos patrones comunes, como partícipes de las mismas raíces y de la misma identidad como pueblo.
Corren las bebidas espirituosas y se enfervoriza la sangre. Todos están alegres. Bajo la capa azabache de la noche, hasta es posible que ojos de abeja melífera hablen de revolución y de poesía, sientan el orgullo de nuestras cadencias dialectales, se duelan de la España Vaciada y Ultrajada y le pidan a esa Imagen del Cristo, que no solo es un símbolo divino y del doctrinario cristiano, por un mundo más Libre, más Igualitario y más Fraterno. La religión aliena. Pero por cima del antiteísmo de MijailBakunin, la alienación antropológica de Ludwig Feuerbarch o la alienación globalizadora de Karl Marx, parece sobreponerse un sexto sentido que genera todo un sentir, de extracción muy arcaica y cargado de una espiritualidad laica, opuesta a toda mendicidad emocional… Pero paremos aquí, que los entresijos filosóficos requieren de otros altavoces y otros voceros.
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Damos un salto y nos encaramamos en el segundo escalón, para echar un rápido vistazo al estado pandémico de la región. Actualmente, ha bajado la cifra de hospitalizados a 29 pacientes, de los cuales solo uno está en la UCI. En los últimos siete días, han fallecido seis personas, todas ellas vacunadas. A saber: una mujer de 55 años en Hornachos; un varón de 90 años en Torre de Santa María; una mujer de 85 años en Montijo y otra de 68 años, en Salvaleón; un varón de 91 años en Bohonal de Ibor y otro de 95, en Torrejón el Rubio. El total de fallecidos en Extremadura desde el inicio de la pandemia es de 2.601. La incidencia en mayores de 60 años a los 14 días se encuentra en 245,28 casos por 100.000 habitantes. El nivel de riesgo de nuestra Comunidad sigue siendo 0: situación controlada. Pero pese al control, el goteo de víctimas no cesa.
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Abrimos este tercer peldaño de la crónica dando paso a una extraña, oscura, tétrica y, posiblemente, sectaria noticia que acaba de aparecer en los medios, algunos de los cuales han cargado las tintas y nos retrotraen a los peores tiempos de las calumniosas campañas contra la Unión Soviética por parte de la tiranía franco-fascista. La noticia en cuestión habla del descubrimiento de un peligroso virus, semejante a la Covid-19, transmitido por murciélagos y que puede infectar a los humanos.
Si se propagase, nada podrían hacer las vacunas que se han usado para atajar la pandemia coronavírica que aún patalea. Y lo sorprendente del caso es que tales murciélagos han sido localizados en… ¡¡¡RUSIA!!! Hablan ya -creemos que sin rigor científico alguno- del ‘murciélago ruso’, basándose sus fuentes en la revista estadounidense ‘PLoSPhatogens’. Este murciélago de herradura ha sido encontrado en una región europea de Rusia y el virus que transmite ya ha sido bautizado como ‘Khosta-2’.
Ni que decir tiene que la mosca ya se ha posado en la oreja de gran parte de la comunidad científica y de muchos de nosotros, viniendo de quien viene. Nada más y nada menos que de los EEUU de Norteamérica, un país donde hay auténtica fobia contra los rusos y los chinos. Si no teníamos bastante con la ‘Covid-19’, que no solo los ‘trumpistas’, sino millones de estadounidenses, siguen pensando que se originó en el mercado chino de la ciudad de Whuan; ahora ya tiene un nuevo y más terrorífico compañero, de origen ruso, como no podía ser por menos, el ‘Khosta-2’. Tanto uno como otro - ¡qué casualidad! - lo han descubierto y lo han dado a conocer unos supuestos científicos del país del Tío Sam, donde fraguan diariamente cientos de bulos sobre China y Rusia, especialmente sobre el segundo en los actuales momentos, cuando EEUU pretende criminalizar al pueblo ruso y descalabrar a su ejército utilizando como ariete la nación ucraniana.
La noticia ha coincidido con la baja en combate del ‘cruzado’ Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno de España y que, junto con su ministra de Defensa, María Margarita Robles Fernández, y su conmilitón Josep Borrell Fontelles, Alto Comisionado de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y que cobra una nómina anual de 315.420,88 euros (con ese dinero se podrían cubrir muchas necesidades de docenas de familias extremeñas que no llegan a fin de mes), son las tres patas del banco más belicosas que ha criado este país en su defensa numantina de la nación de Ucrania, en el conflicto de cuyos orígenes reales ya hemos hablado en este periódico.
Pedro Sánchez fue acechado por la ‘Covid-19’y, ahora, tiene que guardar cuarentena. Los presidentes de Gobierno, como cualquier ser humano, no están exentos de la mordida coronavírica. Le deseamos una pronta recuperación y que no tema al ‘Khosta-2’ si viene de camino, evitando gritar, aterrado, aquello de ‘¡Que vienen los comunistas!’, tal y como nos asustaban a nosotros, siendo unos niños, que perdíamos el culo nada más oírlo, ya que nos habían pintado al comunismo como un monstruo infernal, arrojando sangre por sus fauces y devorando vivos tiernos infantes. Del comunismo estalinista, una degeneración del auténtico comunismo marxista, ya se encargaron de desguazarlo ciertos jerarcas ‘perestroikos’, a la vez que desmembraban la antigua URSS.
Vladimir Vladimirovich Putin, actual presidente de Rusia, tampoco es amigo de compartir una ‘sopa borsch’ o un ‘pelmeni’ con los herederos de IósifVissariónovichDzhugashvili, más conocido por Joseph Stalin, el que llevó el ‘Ejército Rojo’, en la II Guerra Mundial, a tomar Berlín el 2 de mayo de 1945, cogiéndole la delantera a las tropas estadounidenses (asunto que aún no han digerido) y obligando a los naZis a rendirse incondicionalmente. Por el camino, se dejaron, entre soldados y civiles, a más de 24 millones compatriotas. Esta aportación de sangre para liberar a Europa de las garras hitlerianas parece ser que ya la han olvidado muchos países de la civilizada y democrática Europa, aunque su democracia sea simplemente liberal y burguesa; o sea, sustentadora de los antivalores capitalistas.
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Vámonos con la música a otra parte y rematemos esta crónica con el concurso de nuestros dos poetas. Ismael Carmona García nos entrega un poema más de su libro ‘Endofísica’, donde la naturaleza de su tierra natal, extremeña por los cuatro costados, como las palabras que emplea para cantarla, está presente en todos y cada uno de sus versos.
IX
Naidi a la bofa nactarina
toitamarchá, recuerda
quandu a la final hundi
nelmachu el güessu.
Naidi a la çoronda
que descudiá cayó
sin el ombricogé-la.
Naidi a la que colgandu
de la rama bajera
entre talluas yerbas
se queó en cultaina.
Lu tu, qué tantut’indina,
de que quandugüelvas
a la tierra naidi te llori?
Dengunacallipusuvelas
ni abangarun las sus ramas
en señal de duelgu.
Tapocu aquellas piyerun
espricacionis al arvu.
18/04/2009
‘El Poeta de la Niebla’, consecuente con los párrafos trazados en la primera parte de esta crónica, nos entrega un poema de su primera juventud, cuando una lucha interna se libraba entre sus neuronas cerebrales. En sus versos, se muestra a ese Cristo que aún siguen procesionando los lugareños de un pueblo perdido entre enormes batolitos y tesos que ya van buscando la montaña. De su poemario ‘Un Mar de Dudas’.
EL CRISTO DE LA ERMITA
¡Oh, Cristo mío de la vieja ermita!
De mi infancia, fúnebre alimento.
En la cruz, siempre postrado.
Ya la carcoma la madera carcomiendo.
Ya los clavos de orín, tan oxidados.
Ya el casquete de espinos, tan doliente.
Ya la cara, descolorida y macilenta.
Ya el gualdrapo de pobre penitente,
que tapa, desgarrado, tus vergüenzas…
¡Oh, Cristo mío de la ermita!
¡Hombre!
Más que Dios,
¡Hombre!
Herrero ínclito.
Liberador
de hierros y cadenas.
Más que cordero,
¡águila!
Águila que escudriña,
desde la altura,
los pasos de los vivos
y se hace carne con el pobre;
y con el rico
debate lo ilícito
de su riqueza.
¡Oh, Cristo mío de la ermita!
Tallado en madera, pero…
¡Más hombre!
¡Más herrero!
¡Más herrero!
¡Más águila!
Y menos Dios.
Y menos bendito.
Y menos cordero
divino.
Déjame,
puesto de pie,
pero nunca de rodillas,
que acuda a ti,
solícito,
y te hable y te tutee
ahora que estoy puro y contrito
(no de dudas, que son volcanes que me abrasan).
Déjame que te hable y te tutee
desde este rincón tan solitario
de la buharda donde tengo el nido.
Déjame que te vea
y te pregunte
cuando pasas, compungido,
en hombros campesinos.
Larga la calle.
El canto, estremecido.
Y tú, abierto y descarnado,
en bamboleos de silencios dolorido;
presidiendo, en el aire,
callejas y plazuelas
perfumadas de estiércol y de cirios.
Solitario galileo.
¡Cristo mío!:
¿Acaso
(dudas tengo y lo pregunto)
el pueblo a ti te llama hermano,
o solo El Divino Salvador del Mundo?
Lacerado nazareno,
de María ‘La Pecadora’ el confidente,
camarada muy querido,
tengo fatal presentimiento:
¿Estos hombres de resecas y agrietadas manos
se agarran a ti, Dios de mis dudas, como dios,
porque, a veces, precisan
agarrarse a un clavo ardiendo…?
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