Félix Barroso Gutiérrez
No cayó toda el agua que predecían los que, por estas tierras siempre más querenciosas para la lluvia al situarse al pie de monte, llaman ‘los tíus del tiempu’. En la memoria de los más mayores quedan aquellas ‘invernás’ en que las semanas se hilvanaban unas con las otras y no dejaba de llover ni de día ni de noche. Los caminos se convertían en auténticos ‘tollerus’ o ‘mesonis’, o lo que es lo mismo: trampales de tierras movedizas, en los que se hundían las bestias que iban cargadas. Muchas veces quedaron atrapadas hasta la barriga y era preciso el concurso de varios vecinos para librarlas de la masa arcillosa y pedregosa.
Llovía y llovía y año hubo en que la gente tuvo que hacer novenario al Cristo para que dejara de llover, que no solo era abogado en los años secos. Los registros meteorológicos de la zona reflejan cómo, desde los años de la diáspora emigratoria y el ‘Desarrollismo’ en esta España desequilibrada, se han ido alterando los datos hidrológicos y la lluvia, de año en año, iba siendo dura de pelar.
Ciertamente, no atinaron en sus pronósticos los meteorólogos que salen en la pantalla chica o disertan en la radio o, con voz muda, trazan isobaras en las páginas de los periódicos. No solo fue esta vez, cuando el pasado fin de semana, segundo de septiembre, anunciaban casi el Diluvio Universal por estas comarcas que se escapan hacia el norte de los terruños extremeños. Alerta amarilla. Pero no dieron pie con bola. El segundo fin de semana de septiembre, coloreado de jaldado manchón en todo el norte de Cáceres, no dejó nada más que cuatro gotas (en algunos pueblos, ni una). No sería hasta el martes y 13 cuando las nubes se mostraron generosas. Pero el agua caída, si no continúa, de poco habrá servido, porque para humedecer la dermis de la tierra tiene que caer mucha, pues la sequía es atroz, como nunca se vio otra igual.
Al día siguiente, festividad de Santa Salustia y San Cipriano y cuando muchos de estos pueblos vecinos celebraban la festividad del Cristo, me acerqué para ver la huella que habían dejado las fuertes lluvias del día anterior. Debía ser tanta la sed de la tierra, que los regatos que vimos correr no hacía más de 24 horas, no mostraban ya la menor señal de humedad. El agua se la había tragado avariciosamente los sedientos y terrosos estratos. Me acerqué hasta un paraje que llaman ‘Las Minas’.
En tiempos que nos llevan al imperialismo romano, aquí trabajaría mano esclava para extraer el hierro. Todavía quedan bocas de pozos de minas, al cielo abierto, que se han ido colmatando con el paso de los siglos. Cuando llueva con ganas, estos ‘puzaranconis’, como les dicen los lugareños, se llenan de un agua con diferentes tonalidades rojas y con muchas irisaciones, producto de los minerales férricos que forman parte de su geomorfología. A dos tiros de honda, se hallan los restos del antiguo poblado minero.
Fragmentos de molinos de mano, redondeados, de granito, se esparcen entre el tupido bosque de jaras y bajo las encinas. Infinidad de tégulas, ímbrices, restos de vajilla vulgar y doméstica, así como otras cerámicas, muy rodadas y castigadas, en otros tiempos, por la reja de los labradores, salpican la costra pizarrosa de estos alomados parajes. Muriendo el siglo XIX, un maestro de origen gallego, llamado Aldán Moreno, matrimonió con una moza del pueblo y, aparte de dar escuela, se dedicaba a otros mil negocios, ya que, por aquel entonces, no marraba aquel dicho de “pasa más hambre que un maestro de escuela”. Vendió un buen hato de cabras de su propiedad y el dinero obtenido por la venta lo invirtió en volver a abrir aquellas minas que llevaban cientos de años durmiendo el sueño de los justos.
Una cuadrilla de obreros trabajaba a pico y pala y perforando la roca para colocar barrenos y proceder a la voladura de grandes mazacotes rocosos. El mineral lo acarreaban en caballerías. Abrieron, entre otros, un enorme socavón, en forma de una extensa charca y que los paisanos bautizaron con el nombre de ‘Laguna de las Minas’. Pero, a la postre, fueron más las pérdidas que las ganancias y acabó arruinándose. Parte de los que hoy llevan el apellido de ‘Moreno’ en el pueblo son descendientes suyos.
Ni gota de agua había en la laguna ni en los ‘puzaranconis’. Los meteorólogos han vuelto a predecir lluvias en estos septentriones extremeños en esta penúltima semana de septiembre. Si vuelven a fallar y a levantar el consiguiente cabreo entre los labrantines de la zona, tendrían que hacerle caso a Daniel Santos Moreno, uno de los descendientes de aquel gallego que pasó a la historia local como ‘El Maestru Morenu’. Comentaba ‘Ti Daniel El Campesinu’, también conocido por ‘El Jombri del Tiempu’, que los que salían en la televisión para anunciar ‘las demuacionis que s,aberruntaban en el coceeru del cielu’ (los cambios que se esperaban que salieran de las entrañas de la atmófera) deberían hacer prácticas, durante su carrera, con los viejos pastores como él. Daniel, y otros tantos de su misma y dura pelleja, habían dormido más noches al raso o en chozos que en la cama de su casa, aprendiendo a descifrar muchas claves del cielo y de la tierra gracias a la observación directa de la naturaleza durante muchos inviernos y otoños, estíos y primaveras, y a las enseñanzas de sus antepasados. Y seguro que llevaba toda la razón del mundo.
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En lo referente al estado pandémico de nuestra región extremeña, como corresponde a la segunda parte de nuestra crónica, significamos que se han producido cinco fallecimientos en la última semana, por lo que el total de decesos desde el inicio de la pandemia asciende a 2.601. Los fallecidos en esta última semana corresponden a un varón de 90 años, en Torre de Santa María; una mujer de 85 años, en Montijo; una mujer de 68 años, en Salvaleón; un varón de 91 años, en Bohonal de Ibor y un varón de 95 años, en Torrejón el Rubio. Todos estaban reglamentariamente vacunados. La incidencia acumulada a los 14 días en mayores de 60 años se sitúa en 245,28 casos por cada 100.000 habitantes. El nivel de riesgo está en 0, lo que indica que la situación está controlada. Pero seguimos en pandemia mientras continúe el goteo de víctimas.
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Convertidos en ariete, derrumbamos las puertas de la tercera parte de esta Agenda y penetramos a radiografiar, sin pelos en la lengua ni remordimientos de conciencia, la tercera parte de la crónica. En esta ocasión, toca meterles hasta el fondo el dedo en el ojo de la televisión pública y otros medios de masas, los que pagamos con nuestros impuestos, por lo que, en parte, también somos pequeños accionistas de ella. Partimos del hecho de que España está gobernada por una coalición de matiz socialdemócrata.
Es lo que dicen, pero del dicho al hecho hay mucho trecho, como bien afirma el viejo adagio. Para nosotros, la socialdemocracia de algunos de los ministros es puro reformismo, timorato e incapaz de ir a la raíz de los problemas, a fin de darle la vuelta a la tortilla. Otros ministros, del ala más rojilla, ponen empeño, aparentemente, en voltear la tortilla, pero, al ir a hacerlo, se le deshace en aire y cae en el plato espachurrada. Pues bien: ese Gobierno es quien, en realidad, controla los medios públicos de comunicación.
Aparte del vergonzoso sectarismo en todo lo tocante a la guerra de Ucrania, manipulando imágenes y situaciones, criminalizando al pueblo ruso, silenciando manifestaciones en Europa contra la guerra y contra la OTAN, no haber sacado jamás una imagen de los crímenes que cometió el ejército ucraniano en el Dombás ni de los que comete ahora… Pues, aparte de prostituir la realidad, desempeñando a la perfección el papel de país sometido a las consignas de la Casa Blanca y de Bruselas, ahora nos lleva dando la matraca durante un montón de días sobre la fallecida reina Isabel II de Inglaterra.
Me refería el pasado viernes un paisano ya entrado en años que estaba hasta los mismísimos co… jones del tendencioso sonsonete de Isabel II y de su maldita monarquía. Decía que, desde el entierro del dictador Francisco Franco, no había visto algo igual: días y días dando la vara con el mismo tema, como si los medios públicos hubiesen recibido consignas desde arriba, que las habrán recibido, para que tanta imagen y comentario sirviera de lavado de mentes, a fin de incrustarles a los ciudadanos las ‘’bondades’ de la monarquía.
A la vez que ensalzaban la monarquía de la ‘La Pérfida Albión’, se ensalzaba de manera indirecta la monarquía española, máxime ahora, cuando el periódico ‘Público’ ha dado a conocer los resultados de una consulta en el caso de que se celebrase un referéndum sobre el binomio monarquía/república en España. Buena falta hace tal referéndum para hablen los españoles, ya que, como todo el mundo sabe, la monarquía española fue impuesta por la tiranía franquista, por lo que carece de legitimidad de origen y, a tenor de los robos y depravaciones del que llaman algunos el ‘rey decrépito’ y no emérito, también adolece de legitimidad de ejercicio. Sabido es que, en referéndum, no oficial, organizado por la Plataforma Consulta Popular Estatal el domingo, 15 de mayo del año en curso, en 17 comunidades autónomas, el resultado fue rotundo: De los más de 80.000 participantes, el 93,25% votó a favor del modelo de Estado republicano; solo el 5,8% optaron por la monarquía.
La segunda parte de la encuesta 40Db, impulsada por la Plataforma de Medios Independientes ha puesto de manifiesto en una macroencuesta celebrada a nivel del Estado, que el 43,8 de los encuestados defiende la celebración del referéndum monarquía/república. Lo rechazan el 36.1. Y, en caso de celebrarse tal referéndum, el 39,4% de los españoles votaría a favor de la República frente a un 31 por ciento que se decantaría por la monarquía.
El porcentaje a favor de la República alcanza una elevada puntuación entre los jóvenes y las personas con un mayor nivel cultural. Con estos datos, es muy lógico que hayan saltado todas las alarmas y la monarquía borbónica ya no las tiene todas consigo. Las derechas de los pelajes extremo o extremado, que son las de este país, defienden a dentelladas la monarquía, porque esta institución siempre fue un bastión para los poderosos, los ricos, los conservadores, los ultrahispánicos y la inmensa mayoría de la Iglesia Católica. El PSOE, el que perdió las esencias socialistas y pasó a las filas de los conversos, también se une, vergonzosamente, a ese sector carcunda y reaccionario. Pero, ¡ojo!, las Juventudes Socialistas y la facción Izquierda Socialista cada vez está más enfrentada a sus mandamases.
Por ello, sin consentimiento de los que pagamos la televisión y otros medios públicos, al verle las orejas al lobo, manipulan, envenenan, tergiversan y prostituyen la realidad sociopolítica. El bodrio patético y vomitivo de las cadenas públicas españolas en el montaje de Isabel II ascendiéndola a los cielos, tanto a ella como a su monarquía, sin sacar las muchas sombras colonialistas e imperialistas de su reinado, con tintes negros y sanguinolentos en ciertas ocasiones, de un filibusterismo político imposible de digerir, sus escandalosas fortunas o los esperpentos malolientes de una buena parte de sus integrantes, nos han dado pero que bien dado por donde amargan los pepinos a los que, realmente, somos millones de pequeños accionistas de esos canales y cadenas mediáticos que pagamos con nuestros impuestos.
Nos engañan, nos rapiñan los bolsillos y lavan el cerebro a los más desinformados y desilustrados, a fin de atarse sus machos y seguir generando odio hacia el pueblo ruso (Putin no es santo de nuestra devoción, pero el pueblo ruso es otra cosa), lamerles las posaderas a sus jefes de la OTAN, de la UE y de la Casa Blanca y, ahora, de paso, intentar hacer copartícipes a los españoles de todas esas engañifas del boato, pompas funerarias, aires aristocráticos, oropeles, gente de chistera y de chaqué (en el polo opuesto del pueblo llano), candilejas, tronío y otras eméticas bambollas y ostentaciones que, por patéticas y apolilladas, son toda una rémora para una democracia del pueblo y para el pueblo.
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Llegó la hora de partir en busca de nuestros poetas, Bajo el cielo encapotado, pero sin derramar una lágrima, ya oteamos la figura de Ismael Carmona García, que nos trae una nueva composición de su poemario ‘Endofísica’, donde se masca la tormenta dentro de las llanas naturalezas de las Vegas Bajas del Guadiana.
VIII
Qué me quita los ojus de la tormenta?
Por qué los oyius se desapartan del troniu breanti?
Ná en el gris ai qu’encoruji el alma,
ná ena culebrilla de soslai,
sin embargu, sientu el promu que trai
i m’amoorra i m’acibarra.
Antañu m’arrebrujava el berrendu
ena metá la senara quandu l’orilla
cargá s’aposava poncima muestra
i destendia hilinus de lus ataraçandu
la tardi. Agora temu el graníciu
que mallugui el tiernu frutu
i que la piel delicaina estriin
los airis folasterus asseñalandu
la su joventú i naidi endespués
la quia. A la pacéncia el cúdiu
esbanduja contra los sus pechus
la naturaleza i la escora, paque
se rebusteça i se haga a ella.
02/03/2009
De los trabajos mineros hablábamos en la parte primera de nuestra crónica. Pues para no faltar a su compromiso, ‘El Poeta de la Niebla’ nos poetiza aquellos viejos minados, ya casi camuflados bajo el monte y donde queda cierto olor al negro sudor de peones de pico y pala. De su poemario: ‘Se hace camino al andar’.
LA MINA
De siempre, fue ‘La Mina’.
Generaciones comidas por la tierra
desde desconocidos tiempos
diéronle tal nombre
a excavación que enseña ocrosas fauces
y donde el hombre derramó sudor a chorros.
Me he acercado,
en esta tarde en que la brisa refresca las axilas,
a empaparme de los óxidos
que irisan las arcillas de la mina.
Tamizábase la luz
entre ramas verdinegras
de carrasca que aspira a ser encina.
Puzzle de anárquica armonía
mostraba fichas de claridad y sombra
sobre la veta térrea,
que se deshacía en cruda policromía.
Pero era dueño el orín
de galería obturada por el peso y el poso de los años.
Jaras, cantuesos y vallicos
lacados llevaban tallo por el óxido.
Era tanta la herrumbre mineral que allí imperaba,
que planta y piedra
exhalaban un sonoro quejido de lo antiguo.
Saltó de rama en rama petirrojo
y el ocre rojizo de su pecho
enfatizó aún más la visión de lo herrumbroso.
Resbalé por el barranco
y olí las entrañas de su vientre,
Olor resudado me subía por pituitarias
y adiviné a esclavos
flagelados por el látigo de Roma.
Vestigios de tégulas y dolias
confirmaban mis hipótesis
con tan solo trasponer cerro cercano