Félix Barroso Gutiérrez
El pasado 24, que cayó en miércoles, se celebró la festividad de San Bartolomé por algunos pueblos de estas tierras norteñas de Extremadura, como es el caso de la cercana y siempre entrañable localidad de Montehermoso. Los paisanos de la zona, en su antiguo habla astur-leonés, siempre se refieren a tal santo como “San Bertol”, “San Bertolu” o incluso “San Bertolomén”. A tal santo y a las personas que llevan ese mismo nombre.
Al parecer, San Bartolomé fue uno de los discípulos de Cristo, pero todo indica que“Bartolomaios” (en arameo, “hijo de Ptolomeo”) no era más que un sobrenombre añadido al auténtico: Natanael. Sobre este santo, el año que un servidor entró en quinta, escuché lo mucho que relataba el que fuera muy apreciado amigo y tamborilero del lugar, Luis Martín Domínguez, más conocido por “Ti Luíh Bulla”. Tomé buena nota. Con este paisano, te tirabas tres días con sus noches escuchándole y no dejaba de referir docenas de cuentos, leyendas, refranes, “acertajónih” (adivinanzas),“trahtruécanuh” (trabalenguas) y otros muchos etnotextos, intercalándolos con canciones y toques de flauta y tamboril.
Me contaba que, cuando Cristo resucitó, “San Bertolu” le preguntó que adónde fue después de que lo desclavaran de la cruz y lo metieran en la tumba. Cristo le dijo que había bajado al infierno, para sacar de allí a Adán y a otros que estaban penando con él. Entonces, San Bartolomé se encapricho en que quería conocer aquel sitio tan siniestro. Cristo se comprometió a ello, con la condición de que debería llevarlo montado a las costillas. Llegó reventado adonde estaban las calderas de Pedro Botero. La visión era horrorosa, sobre todo cuando apareció el demonio “Berdinal”. Se llevó un gran susto el santo, pero Jesucristo le dijo que le pisara el pescuezo. Como le estaba asfixiando, le rogó que le quitara el pie de encima y le daría lo que le pidiese. San Bartolomé solo le pidió que subiese al mundo, retándole a echar una carrera. Si ganaba, le dejaría libre; de lo contrario, volvería a ser encerrado en el infierno. “Total -relataba el tamborilero-, que se pusun a correl y el diabru llevaba la lantera y se vio obrigau a llamal a Cristu: ‘venti pa,cá y jal algu, que me va revental la jiel si acontinu galuchiandu’“.
Cristo hizo que tropezara aquel diablo y San Bartolomé ganó la carrera. Pero con el bullicio y confusión que se preparó, “Berdinal” se escabulló. Cristo mandó a “San Bertol” que le diera caza, pero no lo consiguió. Por eso, el demonio siempre anda suelto la noche y el día de San Bartolomé, haciendo de las suyas. No es extraño que, en épocas altomedievales e incluso después, ciertos eclesiásticos aconsejasen a que, en este espacio temporal en que el diablo se adueñaba de la tierra, no se usase el fuego, no se bañase nadie en la mar y en los ríos, no se manipulasen armas blancas y de fuego, cuidarse mucho de los animales dañinos, no meterse en cuevas o adentrarse en montes e incluso no enamorarse (el diablo toma forma de apuesto galán o doncella para seducir). Era preciso tomar tales precauciones para evitar lo inevitable.
El caso es que San Bartolomé goza aún de gran predicamento y, aparte de alegrar el pueblo de Montehermoso con sus rituales y danzas de “La Vaca-Moza” (testimonios quedan en otras poblaciones de la misma área etnofolkórica), también se erige en patrono de los de los pelliqueros, encuadernadores, fabricantes de prendas de piel, pastores y vaqueros. Profesiones todas ellas relacionadas con la piel, que la tradición cuenta que San Bartolomé fue desollado vivo por orden de Astiages, rey de Armenia, en el siglo I. Se nos fue “San Bertol”, al igual que se nos fueron los años mozos, con tanta discoteca, furriona y callejeo por las calles de Montehermoso hasta que amanecía y emprendíamos el regreso a nuestros pueblos y no “padormil la curda”, sino para ir directamente al corte si el día siguiente era laborable. Se nos fue “San Bertolomén”y no ha hecho bueno aquel refrán de “La toñáverdaera, pol San Bertol las aguas primeras”. No ha caído ni una gota y… ¡mira que hace falta! Pero que sea agua bien caída, no tormenta con piedra. Raro es el año (eso era antes de que comenzaran a abrasarnos el planeta) que llueve por San Bartolomé. De aquí que algunos añadan al refrán la siguiente coletilla: “Peru dicha sea la verdá, la toñátoñá, pollahfériah de La Higal” (las ferias de cercano pueblo de Ahigal se celebran a finales de septiembre).
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Bajan de manera ostensible los ingresados en hospitales extremeños a causas de la pandemia coronavírica. En la última semana, se contabilizaban tan solo 45 pacientes, de los cuales cuatro están en la UCI. No obstante, se han producido 10 fallecimientos de personas con las correspondientes pautas de vacunación: un varón de Peraleda del Zaucejo, de 89 años; una mujer de 90 años, de Villanueva de la Serena; un varón de 79 años y una mujer de 99, en Cabeza del Buey; una mujer de 85 años, de Malpartida de Cáceres; un varón de 83 años, de Valencia de Alcántara; un varón de 64 años, de Valdesalor; una mujer de 92 años, de Villamesías; una mujer de 92 años, de Badajoz, y un hombre de 93 años, de Mérida. La incidencia acumulada a los 14 días en mayores de 60 años es de 339,56 casos por 100.000 habitantes. Caen las cifras de contagio, pero el goteo de fallecimientos continúa.
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Toca incendiar el papel con los fósforos de la tercera parte de la crónica. Candente continúan los frentes en la guerra de Ucrania. Los medios de comunicación de derechas, y otros muchos de la socialdemocracia europea, cargando las tintas no ya contra el ejército ruso, sino contra el pueblo ruso, que es algo radicalmente diferente. Se ceban sin escrúpulos en la herida de la guerra y, ahora –valga el ejemplo-, cuando se anuncia que 137.000 nuevos soldados rusos serán movilizados de cara al año 2023, se frotan las manos y hablan con alborozo, riéndose de los muertos, que calculan morbosamente en decenas de miles de militares de Rusia y del Dombás los que llevan caído bajo el empuje del “glorioso” ejército de Ucrania.
Inflan las cifras hasta el vómito y, llevados de esa rabia odiosa contra una Rusia a la que siempre culpabilizaron de los grandes males del mundo por haber triunfado en ella la Revolución Bolchevique en 1917, arrasando y abrasando el mundo capitalista, siempre sustentado por las ideologías conservadoras, de derechas, no pueden olvidar aquella histórica afrenta. Parece que los herederos ideológicos de aquellos contingentes estadounidenses, británicos, canadienses, franceses y japoneses que se sumaron al ejército zarista, ultranacionalista e imperialista (“Ejército Blanco”) para combatir al “Ejército Rojo” en la guerra civil rusa (1917-1923) siguen sin digerir la derrota que les infligió el pueblo en armas.
El proletariado, las clases trabajadoras, alentados por el espíritu revolucionario que suponía la liberación de siglos de esclavitud bajo el teocrático y cruel imperialismo de los zares, llegaba a Europa para redimir a millones de ciudadanos atrapados por el infame capitalismo y los regímenes monárquicos. Más tarde, ese pueblo ruso en armas, sacrificando muchos millones de muertos, también llegó hasta las puertas de Berlín, llevándose por delante a aquella “División Azul” que el sátrapa Francisco Franco envió para ayudar a sus “hermanos” los naZis, en contraprestación por los miles de asesinatos cometidos por la “Legión Cóndor” contra la indefensa población civil de las ciudades españolas situadas en zona republicana.
Hemos criticado repetidamente el rearme de Ucrania por parte de ese monstruo militar de los EEUU de Norteamérica y por sus perritos falderos: los países de la UE y el Reino Unido. Se incluye España, como es lógico. En breve, saldrá otro cargamento de armas y pertrechos en dirección a Ucrania. Miles de millones gastados en armamento mientras se espera un invierno en que muchos españoles se helarán de frío en sus hogares y en sus puestos de trabajo, el que tenga la suerte de que no lo despiden. Se avecina toda una ola de despidos, a los que se contrataron por las empresas como fijos-discontinuos, que este es el tipo de contratos que nos han vendido, bajo el paraguas de la Reforma Laboral aprobada por el Gobierno de España y sus socios. Nada de contratos indefinidos.
Es toda una mentira. Contratos fijos-discontinuos, que suelen durar tres meses y … ¡a la puñetera calle! Luego, al año siguiente, las empresas tendrán la obligación de volverte a contratar al menos por un mes. Esta es la redención de millones de jóvenes que ni se plantean, a este paso, poder adquirir un piso y formar una familia. Decíamos que habíamos criticado el rearme de Ucrania, pero, igualmente, decimos que la actual Rusia, ya sin proletariado marxista ansioso por transformar el mundo (no entramos en lo que degeneró después, que ya tocará en su momento) está inmersa en los excesos de un capitalismo oligárquico y un continuismo neoliberal que levanta ampollas entre muchos sectores de su población y que no crea condiciones de emotividad épica para entregar la vida por la que, en los años de la lucha antizarista y antinaZi, era la “Ródina-Mat” o “Madre de la Patria”. Si el Gobierno elitista de Wladimir Putin no emprende profundas reformas socioeconómicas, poniendo en su sitio a los oligarcas, combatiendo radicalmente la corrupción, procediendo a un mayor reparto de la riqueza para evitar la latente desigualdad social y absteniéndose de restringir las libertades, mucho nos tememos que haya revueltas en el país y la “guerra híbrida” tomará otros derroteros.
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Anochecido ya, esperando que lleguen esas lluvias que los meteorólogos anuncian que caerán en el norte de Extremadura (“ya veremus, diju un ciegu y nunca llegó a vel”, me decía esta tarde del domingo un viejo pastor), nos vamos con nuestros poetas. Ismael Carmona García nos hace entrega de un nuevo poema de su libro poético “Endofísica”, donde subyace cierta crítica una modernidad mal avenida.
V
Me hierin las orejas los motoris
de los amotus desmanius
i las parejinas bibiendu cerveza
enasterraças mirandu-se a las
de sol m’espinan los párpagus
hata lloral de coragi. El coraçon
no quie la rreparal en estas feuras
i de continu revaca el pensaeru
pa no da-le passilera a los sentius,
pero piensa en qu’elombri
tien que vél a los amantis
palrandu entre ellus i ellus
no por coraçón, sino por mobi;
abraçal-se no enafrescança la yerva
de los parquinus, sino guarreandu
enas callejas junta los teneoris.
No desapartu la barruntaera,
pero tapocu quiu arreparal en ellu
25/03/2009
Nos pasa “El Poeta de la Niebla” un poema titulado “Noche de San Bartolomé”, que algo de relación guarda con la parte primera de la crónica; recuerdos de una noche de tales efemérides, en la que la fiesta no fue fiesta y apuró el paso por parajes llenos de cantos y de encanto. De su poemario “Se hace camino al andar”.
NOCHE DE SAN BARTOLOMÉ
Cuando la noche empieza a hincarle los dientes al crepúsculo,
puede que tú, caminante,
tengas la suerte de ver la invisible vertical
que traza la luna, redonda y blanca,
sobre las aguas de la charca grande,
remanso de vida que pone, allá por ‘Valle de los Zarzales’,
arpegios de jabonosa frescura
en días en que el bochorno humedece las espaldas.
Caía San Bartolomé a veinticuatro,
como siempre cayó en santoral cristiano,
y sacaba músculo la brisa,
rizando la serena superficie de las aguas.
Todo un extenso liquen argentado
rielaba bajo la alba luz,
tamizada por el aire,
del satélite impasible y sordomudo
que flotaba entre cósmicas penumbras.
Las encinas,
recogidas en sus recias reciedumbres,
se erigían en centinelas de la noche.
Susurraban las aguas quedamente,
arrastradas y meciéndose al compás del oleaje.
No hubo matanzas de hugonotes en tal noche.
No pugnó mi razón (más calvinista
que católica, aunque a ninguna de las dos
senté a mi mesa) con mi pobre corazón,
siempre rojo, mas criado a antigua usanza.
Salieron de las sombras de lo oscuro dos murciélagos
y, con su vuelo quebradizo,
se lanzaron en busca de la cena.
Hechizado por la magia
de tanta luz y tanta plata,
permanecí inmóvil,
con los pies anclados en la tierra.
Luego, suspiré hondo
y, asaltado que fue mi pensamiento
por absurdas y necrófagas contiendas religiosas,
se pusieron mis pies a caminar
y se olvidaron de la magia de la dehesa.
Trasponiendo suave loma,
otros puntos de luz,
artificiales, con halo amarillento,
de mí fueron tirando, con paso acompasado,
y me abrieron de par en par puertas del pueblo.