Félix Barroso Gutiérrez
La verdad es que apenas hay versiones recogidas del romance de Lucas Barroso. Existen más colectas de tal romance en países sudamericanos, fruto de los posos dejados por los españoles, que en toda la Península Ibérica. El ilustre filólogo, historiador, medievalista y folklorista español, toda una eminencia en los asuntos de El Romancero, apenas si le dedica dos líneas, significando que “cuenta con bastante antigüedad”. Mi primer encuentro con este romance, cuando ni siquiera sabía que era un romance, está anotado en un viejo cuaderno. Me lo canturreó en “El Lagal Nuevu” (vieja prensa de aceite convertida hoy en un rimero de escombros y comida por las malezas), el paisano Crispín Barroso Alfonso, primo hermano de mi padre y que hacía las veces de lagarero.
“Ti Crehpu el Votu”, que era como lo conocían vecinalmente en el lugar, me decía con sorna: “A lo mejol esi Lúcah Barrosu era parienti míu, vaiti tú a sabel, qu,esu, cumu dici la copla, pasó en tiémpuh de móruh”.
Al poco de embarcarme entre aulas, tizas y encerados, teniendo ya más o menos claro lo que era un romance, le recogí al que llegaría ser gran amigo mío, Eusebio Martín Domínguez (“Tíu Sebiu del Gahcu”) una excelente versión del romance. En nuestras posteriores pesquisas romancísticas por la comarca de Las Hurdes, en compañía muchas veces de mis buenos y doctos amigos José Luis Puerto Hernández y Antonio Lorenzo Vélez, dimos con otra buena versión en la alquería de El Cerezal, cantada por Purificación Calvo Duarte (28 de febrero de 1998). El romance en sí trata sobre el vaquero Lucas Barroso, que, después de andar peleando con el moro durante todo el día, tiene que llevar una punta de vacas por malos caminos y cañadas, con peligro de que el ganado entre en terrenos sembrados o en las propias tierras de los moros, teniendo que indemnizar los daños o la invasión con la mejor res de la vacada.
Viene a cuento este romance porque ayer, penúltimo sábado de julio, me estuvo dando vueltas en la cabeza toda la tarde, mientras iba por las umbrías tras las huellas de los antepasados. Veía los espectros de las vacas de Lucas Barroso reflejados en todas y cada una de las reses que me topaba en mi camino. Vacas a las que ya se les notaba que se iniciaba el período de las vacas flacas. La alocada flama de estos días, que irá a más si nuestros responsables políticos no ponen pies en pared ¡¡ya!! para atajar los desmanes contra el planeta, se le notaba en sus corpachones. Perdían grasa y mollar carne y algunas ya mostraban armazón de sus costillas. Chorretes resbalando de sus ojos, sobre la piel sucia, a causa del acoso de las moscas. La barriga forrada por las costras resecas del cieno de las charcas y lagunejos, en cuyas aguas el ganado busca aplacar no solo la sed sino también el agobio de los rayos que queman como derretido plomo. Ya se acabó la hierba fresca de la primavera y, ahora, el ocre pastizal, caliente y seco, es el alimento de que disponen. Mermando irá a medida que avance el verano.
Las razas autóctonas, moruchas y avileñas, no tan productivas en carne, aguantan mejor las condiciones climáticas. Algunas vacas me miran con ojos tristes, estiran el pescuezo, alargan los morros y mugen (los paisanos dicen que “gaznan”) lastimosamente, como pidiéndome cuentas por sus becerros, que encerraron en los embarcaderos y luego se los llevaron al matadero. Algunos jatos se libran de muerte tan temprana porque son más lindos, más galanos y sus amos vieron en ellos condiciones más propicias y rentables. También los militaristas espartanos arrojaban por el monte Taigeto a los niños que nacían con defectos físicos. Salvemos las distancias y consideremos que estas vacas son, en el fondo, más felices que las que viven amarradas todo el santo día en las bestiales y crueles macrogranjas, revolcándose entre sus propios excrementos, sin ver la luz del sol ni sentir la caricia de la lluvia en su epitelio.
En este julio el abrasador, me asaltó el recuerdo de mi pariente “Crehpu”, el que me atenazaba por la cintura, siendo yo un niño, y me llevaba hasta el tenebroso espacio donde se encontraba la enorme rueda del lagar. El ruido era estrepitoso al caer con fuerza el agua sobre los cangilones. Me amenazaba con arrojarme dentro y yo hacía esfuerzos sobrehumanos para desligarme de sus manazas tiznadas y oleosas. “Crehpu”, como “Tú Sebiu del Gahcu”, se fueron ya por el mismo camino que las vacas de Lucas Barroso y que los terneros llevados al matadero. Camino que tendremos que recorrer todos, ya fuere en julio el abrasador o en cualquiera de los peldaños que van marcando el paso de los años.
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Parece que la pandemia nos da un pequeño respiro: 32 pacientes menos que el pasado martes. En estos momentos, 155 personas se encuentran ingresadas por covid-19 en los hospitales extremeños; cinco de ellos están en UCI. Se han producido 28 fallecimientos en la última semana, por lo que la cifra de muertos desde el inicio de la pandemia asciende a 2.535 personas. Los fallecidos oscilan entre una mujer con 98 años, de Olivenza, y un hombre de 61, en Hernán Pérez. La incidencia en mayores de 60 años es de 1.159,65 casos por cada 100.000 habitantes a los 14 días.
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Sigue ardiendo España y ya van miles y miles de hectáreas calcinadas. En nuestra región extremeña, se espera que la Administración se ponga las pilas, haga firme autocrítica y enmiende la plana. No está el horno para bollos, pues está al rojo vivo. Se han oído palabras muy fuertes de la gente afectada, y no solo en Extremadura, y algunos tendrían que dimitir por decencia y por vergüenza. No le toca presentar la dimisión, por ahora, a Yolanda Díaz Pérez, vicepresidenta segunda del Gobierno de España y ministra de Trabajo y Asuntos Sociales. En nuestro anterior capítulo, animábamos a Yolanda a que no hiciese caso del término “moderado” y optase por ser radical con todas sus consecuencias.
Pero nada que ver con lo que el Partido Radical expresaba en sus líneas maestras, porque en España hubo un partido conocido por ese nombre, aunque fuese bautizado el día de Reyes de 1.908 en el “Teatro Principal” de Santander como Partido Republicano Radical. Su principal valedor fue el cordobés Alejandro Lerroux García. Su vida corrió paralela al partido que creó. De un obrerismo radical, dispuesto a integrar en él a todo el sindicalismo y republicanismo de izquierdas, llegó a organizar las “Fraternidades Republicanas”, tuvo mucho mando en plaza y llegó a sentirse como el “rey del mambo”. Pero, como decimos, de su radical obrerismo pasó, después de cruzar procelosas mares, a posiciones inequívocamente liberales, posibilistas y cercanas a la monarquía Alfonsina.
Así continuó una temporada. Sin embargo, al no salirle los tiros por el caño y barruntando nuevos tiempos, su estrategia fue pegando tumbos, dando lugar a su escisión, creándose el Partido Republicano Radical-Socialista. Alejandro Lerroux, al frente de su Partido Radical, formó parte de la Conjunción Republicana, dispuesta a dinamitar la monarquía. Después de varios avatares, ya en plena época republicana, el partido giró hacia la derecha y colaboró, en el llamado “Bienio Negro”, con la Confederación Española de Derechas Autónomas, la mayor fuerza conservadora y reaccionaria en aquel momento, dirigida por José María Gil Robles y Quiñones. Lerroux ocuparía varios cargos en los diferentes gobiernos republicanos, pero el asunto de “El Extraperlo”, plagado de corrupciones y corruptelas, mermará ostensiblemente todas sus ambiciones. En las elecciones generales de 1936, cuando triunfa el Frente Popular, solo consigue 5 diputados, languideciendo el partido hasta su muerte política.
No reside, pues, nuestro interés en que Yolanda Díaz sea una radical al estilo del mentado Partido Radical. Hoy en día, desde la bancada de las derechas y en la propia calle, se tilda de radical a la gente exaltada, generalmente de izquierdas, que pretende cambiarlo todo; más o menos a aquellos que preconizan una revolución, que para algunos fantoches y fanáticos de ala reaccionaria llega a convertirse en una revolución armada y guerrillera. La voz “radical”, para que se enteren los iletrados ultraconservadores, ultracatólicos y ultrahispánicos, viene del término latino “radicalis”, que hace referencia a la esencia de la raíz de las cosas, que, en términos políticos, sería algo así como ir a la raíz de los problemas para intentar resolverlos en favor de los más débiles, de los de abajo, del pueblo llano. Yolanda Díaz debe entender, por ejemplo, para dejarse de ambigüedades, que el militarismo (la OTAN, de la que su “adorado” Sánchez es un destacado cruzado, es la asociación más militarista del mundo) refuerza la estructura patriarcal, al estar anclado como una lapa en los estamentos militares. Bien sabe Yolanda que Sánchez no tuvo lo que hay que tener, en la pasada Cumbre de la OTAN en Madrid, para hablar del espíritu colonial de la organización atlantista, que otorga al “Norte Global” la voz de mando para hacer y deshacer sobre el potencial energético, materias primas y la mano de obra barata de los parias del Sur.
Es el neocolonialismo de los centinelas del “statu quo”. También el “Generalísimo” Francisco Franco fue nombrado por la Universidad catalana “Pompeu y Fabra”, como “centinela de Occidente”; título al que los dirigentes políticos estadounidenses alargaron un poco más: “centinela de Occidente contra el comunismo”, a fin de justificar, ante los países liberales y anticomunistas europeos, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con una dictadura genocida. Las adulaciones que, por aquellos recibía un criminal de guerra como era Franco, eran puro esperpento vomitivo. Así Luis Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli, llega a paroxismo de afirmar que “Franco es el Niño Jesús en el portal de Belén”.
Otro que tal baila, como era Isidro Gomá y Tomás, cardenal primado de España, cegado por la exacerbación, exclama: “Franco es el instrumento de los planes de Dios sobre la Tierra”. Y el general José Millán-Astray Terreros, fundador de la Legión, como el exaltado que era, no tiene pudor en manifestar que “Franco es el enviado de Dios”. A este último, los neofranquistas con mando en plaza en Madrid, le han vuelto a colocar el rótulo que le fue retirado, por asepsia democrática, de la calle que le dedicaron los vencedores en la guerra de sedición. Los jueces carcundas y sectarios, que son la mayoría, fallaron para que así fuese. Y se ha podido perpetrar este ataque contra las esencias democráticas, porque ustedes, señora Yolanda Díaz, los que forman parte del que dicen que es el “gobierno progresista” no le echaron huevos y ovarios para parar a las hordas bárbaras del siglo XXI. Mucho “No Pasarán” y siguen pasando cuando les da la gana, como en los años 30 del pasado siglo. Y al fascismo, señora Yoli, como decía el buen camarada Buenaventura Durruti, “no se le discute; se le destruye”.
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Ya es de noche y el termómetro ha bajado a los 21º. Corre la mareílla en la calle y ya sentimos los pasos de nuestros poetas. Ismael Carmona García, con su “Lengua Estremeña”, que es la nuestra, en la punta de su lápiz, nos remata el poema “Flama”, perteneciente a su poemario “Pan i Verea”, en el que el apasionado romanticismo se diluye en un nebuloso mes de noviembre.
FLAMA
Ca olvíu me se hazi más huerti
que una trupi romanus
Ca olvíu que naci,
espena en mí una mijinina;
30 I a ca sentimientu que mueri,
naci en mí tal ahuncu
que mu adientru, nel hondón las mis penas,
s’encrava i s’espatarracan las ramas
de mó que ora tengu de pressona
35 lo que fantasmas vengativas.
M’almientan por leyenda
las parras nuevas que coronan
El Montiju. Los cabus los harmientus
precuran oyel las palabras
40 que te lambí una mañana al sombraju
delos meyus-puntu de San Gregoriu,
peru inoran que nenguna pranta oyi.
Se dessiparun los nuestrus
entre los gorullus la niebla
45 lunera la orilla grisacia dun noviembri evanescenti.
Detrás de Ismael, envuelto en su nube anieblada, entrevemos la figura de “El Poeta de la Niebla”. Como nuestra primera parte de la crónica versa sobre reses vacunas, pues no cabe mejor forma que orlar esos párrafos con el poema que nos entrega: “Vacas”, de su poemario “La Muerte y sus muertos”.
VACA
Arrastro un rastro de congoja depresiva
que me duele hasta esa vaca
que muge entre dos luces
llamando, angustiada, a su becerro.
A la noche le falta un hervor para ser noche cerrada.
Enfebrecida de leche maternal,
le duele en el alma (¿por qué no ha de tenerla?)
la cría que cría
para morir en matadero.
Ella no nació en la India
y, por ello, no tiene el amparo de sus Muertos.
Ella no es mamífero sagrado
porque fue otra su cuna. Preguntadle mejor a Marvin Harris,
que él os dará raciones de razones.
Ella, harta de llorar por parir jatos
y no gozar de ellos, morirá un día
en la soledad del tupido jaral
y no habrá piadosas manos que la incineren
y derramen sus cenizas en las aguas del río Ganges.