Félix Barroso Gutiérrez
Ciertamente, Miguel de Cervantes no se apellidaba de segundo Saavedra, sino Cortinas, tal y como figura en su partida de bautismo. Era hijo de Rodrigo de Cervantes y de Leonor de Cortinas. Lo de “Saavedra” parece ser que es un apellido adoptado en su cautiverio en Argel, donde le llamaban “Shaibedraa”, que, en el dialecto propio de los árabes magrebíes, significa “manco”. A él siempre le gustó destacar, tal que medalla de honor colgada en su pecho, sus huellas de antiguo cautivo. Pero, en realidad, no era manco, pues no perdió brazo o mano alguna en la batalla de Lepanto. En tal combate, recibió un disparo de arcabuz; dos de los plomos se incrustaron en su pecho y otro le dio de lleno en la mano izquierda. Sanó de las heridas del pecho, pero la mano le quedó inutilizada, al haber sido seccionado un nervio por la metralla; mas no le fue amputada.
Pero, dicha sea la verdad, nuestros tiros, y no de arcabuz, van por otros derroteros. Y lo que, ahora, nos interesa de Miguel de Cervantes es lo que dijo en torno a los refranes: “no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas” (El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha, Cap. XXI, 1ª Parte; 1.605). Como estamos en el mes de junio, no estaría nada de mal que mentáramos a algún refrán propio de este mes. Viene al caso aquel que corre por estos terruños: “En llegandu juniu, la mohca juyi del güé y, fuéndusi, se l,apega al burru”. Muchas son las moscas que acosan al ganado al ganado en el citado mes, que se vuelven asquerosamente empachosas cuando la atmósfera barrunta “demuación” (cambio de tiempo). Antes de ayer, día 17 de los corrientes, efemérides de Santa Valeriana y San Gandulfo, la flama de calor se notaba con fuerza, no tanto como por la llana y penillana Extremadura (toda una suerte morar al norte de tan extensa región), pero caldeaba.
Metido entre quercíneas, canchos y jaras, sentí todo un lloroso y rabioso mugir de vacas a las que las acababan de arrebatar sus chotos para llevarlos al matadero. Me acerqué, cauto, pero rápidamente me percaté que la mosca no solo huye, en junio, del buey y se va posar en el jumento. Ya no hay bueyes en las dehesas comunales. Desaparecieron cuando su servicio declinó. Se mecanizaron los campos y ya sobraban en las labores de arada o de acarreo. Y casi tampoco hay burros en nuestros pueblos, por las mismas razones. Se han convertido en piezas de museo. Pero moscas diminutas, marronáceas, con pelos adhesivos en sus patas, salieron de la vacada y pensé que me comían vivo. A falta de burros y bueyes, prolongaban su estancia entre las vacas y los dos enormes toros que pastaban la hierba, ya solo verde en los fondos de los valles y ocrácea y amarilla en el resto. No me deshacía de ellas y tuve que liarme a gorrazos.
Al caer la tarde, cambió el aire. Se derrumbaron los termómetros y ya teníamos encima la “demuación”. Pero las malditas moscas, que no sé a qué especie pertenecían, si a la mosca de los cuernos o paletera (“Haematofobia irritans irritans”) o a la mosca brava o del establo (Stomoxys calcitrans), continuaban martirizándome. Lo que no había duda era que pertenecían a la estirpe de la que nos habla Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en su “Libro del Buen Amor”, allá por 1.343: “la mosca mordedor faz traer las narizes / a las bestias por tierra e abaxar las cervices”. Mejor que tantos mordiscos de tan insidiosas moscas, me contentaría con una picadura de tábano (Tabanus sulcifrons), al cual también suelo ver en las tardes estivales cargadas de bochorno, amenazando tormenta, rondando las puntas de ganado o los viejos majadales. Claro que la prefiero, aunque sobre este díptero tarareen la siguiente cantinela: “Tabarru, tabarru, / tabarru de la troná; / ántih s,ehtrinqui el caballu / que me deh mala picá. /A sieti le dierun tierra / y sieti hay pol enterral”. Mucha miga tiene la retahíla. Mitologías por medio. Lo dejaremos para mejor ocasión. Véngannos a nuestra piel, de todas formas, en estos mártires días, picaduras de todo tipo de moscas y de tábanos antes que los urentes y abrasadores aguijones que horadan las carnes de tanto ser humano por las llanuras de Ucrania, incendiadas y envenenadas por los amos del planeta, a los que jalean bandadas de halcones y legiones de descerebrados que residen en el que se hace llamar “Mundo Civilizado”.
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Si en nuestra pasada crónica, a la hora de realizar la radiografía al estado pandémico de Extremadura, nos congratulábamos por el optimismo generado por la bajada de contagios, nuestro gozo ha vuelto a caer a las profundidades del pozo. En la última semana, lamentablemente, se han registrado 14 nuevos fallecimientos, lo que hace un total de 2.416 fallecidos en la región desde que se inició la pandemia. Todos estaban vacunados. Sus edades abarcan desde los 54 a los 96 años. Cuatro varones en cuatro poblaciones: Plasencia, Cáceres, Mérida y Villar de Rena. Y 10 mujeres: dos en Don Benito, de 54 y 91 años; y una en las siguientes localidades: Badajoz, Granja de Torrehermos, Montemolín, Cáceres, Coria, Torrejoncillo, Cordobilla de Lácara y Vegas de Coria. Todas estas últimas mayores de 70 años. En los hospitales, hay 67 ingresados; uno de ellos en UCI.
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Nos adentramos en terreno fogueado cuando posamos los pies en el tercer peldaño de la crónica, aunque ya nos salpicó la pólvora en el último párrafo de la primera parte. Seguimos, y lo repetiremos un millón de veces, denunciando la manipulación rastrera de la información sobre la guerra de Ucrania en los medios públicos, los que pagamos todos con nuestros impuestos. Tal es el bombardeo sectario de la televisión oficial, donde solo se muestran lacrimosas y manipuladas imágenes para despertar la compasión por los ciudadanos de Ucrania y generar odio cerval hacia los rusos, que los españoles del medio rural, que suelen ser, en su mayoría, los más desinformados e incapaces de separar el grano de la paja (aunque este oficio lo hayan realizado los más mayores miles de veces en otros tiempos) y que se tragan todo lo que les echen…
Tal es el bombardeo mediático -decimos-, que, en cualquier conversación que se mantiene con ellos, se ponen rápidamente en guardia contra los rusos y en favor de los ucranianos, sin ofrecer argumentos consistentes y repitiendo como loritos las consignas con las que los abducen los medios de masas. Se pueden dar por contentos los gobernantes del momento, que se las apañan solitos para que el pueblo no diga ni mu y, así, tener las conciencias tranquilas y dormir reposadamente sobre la almohada, sin que se les aparezcan los niños, mujeres y ancianos que están siendo asesinados en las demarcaciones geográficas de Donetsk y Lugansk por las armas enviadas al ejército ucraniano. O sobre aquellas otras que, con su autorización, se venden a Arabia Saudí, para masacrar a la población civil del Yemen.
De frívolas y escandalosas se pueden clasificar las declaraciones que, hace dos días, realizaba Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, en relación con la guerra de Ucrania: “Tenemos que estar preparados para que esto dure años. No debemos desfallecer en nuestro apoyo a Ucrania, incluso si los costes son altos, no solo en términos de apoyo militar sino también en el aumento de los precios de la energía y de los alimentos”. ¿Es consciente este ciudadano noruego de lo que está diciendo? ¿Es que no hay algún Jefe de Estado o de Gobierno sensato que le pare los pies a este halcón de pico y garras tan afilados? ¡Qué fácil es soltar esa parrafada cuando se ingresan en torno a 300.000 euros anuales y media humanidad se muere de hambre! Los que nacieron en ricas cunas no tienen interiorizado las calamidades de los que están en la parte más baja de la pirámide social. ¿Qué nos puede decir sobre esto un españolito de a pie, que no puede llenar la cesta de la compra para alimentar a sus hijos, pagar sus hipotecas, las facturas de la luz y del gas y que, para colmo, se desgañita a fin de que el Gobierno siga enviando armas a Ucrania? Este aguerrido halcón, que ordena y manda en la mayor maquinaria bélica del orbe, emplaza a toda la ciudadanía europea y, por extensión, a toda la esfera mundial, a que malvivan y se jodan ante una guerra que va para largo, porque es lo que, realmente, quieren los partidarios del mundo unipolar que encabezan los EEUU y la OTAN, con la UE como peón de brega, en vez de optar por un orden mundial basado en el multilateralismo.
Jens Stoltenberg se jacta de ser un laborista; o sea, un socialdemócrata, aunque, al poco de ser elegido primer ministro de Noruega, comenzó con toda una ola de privatizaciones, lo que levantó agrias polémicas. ¿Les trae esto algún recuerdo a los españoles de aquel otro socialdemócrata, hoy convertido en ricachón, mónarquico y liberal, llamado Felipe González? Y cuando en 2.014 fue nombrado Secretario General de la OTAN, elevó el gasto militar de tal organización y dio en organizar las mayores maniobras militares de la Alianza Atlántica desde el final de la “Guerra Fría”; maniobras llevadas a cabo, con premeditación y alevosía, al pie de las fronteras de Rusia, lo que nunca había hecho antes la OTAN. Un provocador nato. Su afán continúa siendo el dejar aislada a Rusia; de aquí su enorme interés en que Ucrania y Bielorrusia pasen a formar parte de la mentada organización. Más le valía a él y a todos los que son de su misma cuerda que escucharan las reflexiones de la que fuera militante íntegra y revolucionaria del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la filósofa, economista y doctora en Ciencias Jurídicas Rosa Luxemburgo ante los tambores de guerra en 1914. Salvando las distancias, Rosa habló muy claro: “Todo lo que sucede en Rusia es comprensible y refleja una sucesión de causas y efectos, que comienza y termina en la derrota del proletariado en Alemania y la invasión de Rusia por el imperialismo alemán”. Todo socialdemócrata comprometido, y no de pacotilla, debería abrirse la cabeza con un martillo y meterse dentro estas otras palabras de Rosa Luxemburgo: “Nos incumbe a nosotros defender, no solo el socialismo, no solo la revolución, sino también la paz mundial. La paz es la revolución mundial del proletariado”.
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Y cerramos ya nuestra crónica voceando a nuestros poetas, para que nos entreguen sus versos y traigan algo de frescura que palíe el calor de los últimos párrafos. Ismael Carmona García, el poeta de las Vegas Bajas del Guadiana, todo un punto de inflexión en lo que se refiere a la trayectoria de la poética en “Lengua Ehtremeña”, acude con la segunda parte del poema “Pan i Verea”, perteneciente al poemario del mismo nombre.
PAN I VEREA
Allina, nel hondón, milenta de lárimas
circulan polos sulcus
herrugientus la edá
con essi divinu halenqui
86] 25 delas viejas prossecionis profanas
trompieçan al empençal.
Las nuevas himplan por ventanas
bernizás i sus gotinas rocean
a renti las paeris xalvegás
patineandu sin hazel-si hienda
ata los pavilacius arreatis
delas rosinas arrumbás.
Las casas barrundías
acaban al son del calciju
35 i los últimus çalaquis de
ataraçaus los vo royendu
enantis de crecel-mi botas
las paeris de cardus
i espinin el ciliciu del mi pechu;
40 Enantis que m’amargujein
las penas que ena faldiquera
emburacu porque assín m’enseñé;
Enantis que m’olvíi delos coloris
que s’encravarun ’na retina
45 una ves que hui felís, quandu nuevu.
Despojándose de los harapos húmedos y blanquisucios de las foscas, el “Poeta de la Niebla” sigue glosando los pasos de parte primera de la crónica, entregándonos las primeras estrofas del poema “Veredas”, alusivo a quien no ceja en su caminar por dehesas y otros campos, evocando viejos tiempos, donde las moscas forman parte del paisaje, aunque no aparezcan en los versos. De su poemario: “Se hace camino al andar”.
VEREDAS
Al igual que vacas conforman sus senderos,
también yo he roturado pastizal,
he aplastado la tierra con mis pies
y, apartando a propósito las jaras,
angostas veredas he creado.
Siempre quise olfatear
coronarias geografías de la dehesa
y tracé las culebras de las trochas.
De caminos reales y cordeles,
aunque los huelle modernamente poca gente,
me alejé para salvar mis soledades.
Pacífico y solitario lobo por los campos.
En la civilización, procuro ser sociable.
Siempre quise arrancar calaveras de lo antiguo
con mis manos a la tierra.
Y por eso vertebré las sendas sinuosas (…)