Félix Barroso Gutiérrez
1.- El ayer que se nos fue: La esquila. 2.- Síntesis pandémica. 3.- Análisis actualidad sociopolítica: El ciudadano Felipe VI en Las Hurdes. 4.- Nuestros poetas. Hace cuatro días, con motivo del encuentro con un compañero y amigo, José Alejandro Bascuñán Sáez, de la localidad conquense de Mota del Cuervo, le llevé a andar por trochas y carriles dentro de un mundo de plutónicas rocas, en las inmediaciones del río Alagón. Mucho había llovido desde que los dos anduvimos, cursando el bachillerato, en el colegio de los padres escolapios, en Getafe (Madrid). No nos habíamos vuelto a ver. Vino con Emilia Plaza González, su mujer. Paramos en la “majá” de mi buen amigo y excelso informante Ramón Blanco López. Por allí andaba, faenando con sus ovejas, cabras, perros y gallinas.
Entre otras muchas cosas, nos dijo que tenía que buscar unos esquiladores para “motilal lah mérriah” (esquilar las borregas). Caí, entonces, que estábamos en mayo y que, efectivamente, era el tiempo de aligerarle el peso corporal a las dóciles ovejas.
Por lo que sabemos, ya hay noticias del esquileo allá por el tercer milenio antes de Cristo, durante la dinastía III de la ciudad de Ur, en la antigua Mesopotamia. En las tablillas de arcilla grabadas en escritura cuneiforme, sabemos que las ovejas se esquilaban en primavera y eran parte de los impuestos con que gravaban a las poblaciones que dependían de Ur.
Según la tradición bíblica, Ur fue el lugar de nacimiento del patriarca Abraham, cuyo verdadero nombre era Avaham Avinu, con el significado de “padre de una multitud de gentes”. Su oficio era el de pastor trashumante, tanto de ovejas, como de asnos y camellos. En la Península Ibérica, a tenor de restos óseos encontrados en ciertas excavaciones, ya se encontraba en fase de domesticación en el Neolítico. Luego, se constata, a lo largo de la Prehistoria reciente, que ya se pastorea este ganado ovino, teniendo sus cercas o corrales para encerrarlo, a fin de defenderlo por las noches del oso y del lobo.
Escritores latinos y griegos nos hablan del aprovechamiento lanar por parte de los pueblos prerromanos, confirmándonos que algunos de ellos tejían con la lana esquilada al modo de unas túnicas o ropa talar, con capucha, a las que llamaban “sagos”. Curiosamente, en algunos pueblos de la legendaria comarca de Las Hurdes, nos narraron que, generaciones atrás, acostumbraban a esquilar a las cabras “lanécah” (raza autóctona, caracterizada por su abundante pelaje en los cuartos traseros) y, luego, confeccionaban unas prendas semejantes a las de dichos pueblos prerromanos, muy aptas para pastorear el ganado los días de lluvia y nieve. Y he ahí que el nombre de esos ropajes era semejante al que aparece en las citas grecolatinas, pues hablaban de “el ságul” o “sagru”.
La voz ‘esquilar’ parece que se corresponde con el término “esquirar”, usado en época tardoantiguas, como derivación de “skiran” (gótico tardío), que pasará con la forma “desquilare” a la Alta Edad Media y con una definición mucho más amplia, aplicada incluso para definir el agravio cometido por un hombre al cortarle por fuerza y de mala manera el cabello a otro, como vemos, por ejemplo, en el Fuero de Béjar, otorgado por Alfonso VIII de Castilla (siglo XII): “E tod aquel que algún omne desquilare peche X morabedis e curielo en su casa e gobiernelo e dele sus huevos en su casa”. Lo mejor de la esquila o del esquileo era la fiesta cuando terminaban de trasquilarse las ovejas. Debió celebrarse por todo lo alto en otros tiempos, a tenor de los que oímos contar.
Nosotros solamente la conocimos de niños, cuando acudíamos a los grandes corralones a cielo abierto, donde los esquiladores habían permanecido varios días sin parar de mover las tijeras, pidiendo el cuenco con la ceniza o “el morenu” y echando, de vez, en vez, un buen trago de vino. Ese día nos hartábamos a comer carne de alguna machorra, escuchábamos la voz antigua de los hombres y mujeres, con sus romances pastoriles y otros sones, y, al caer la noche, nos colgaban campanillos y cencerros al cuello y, con la cara tiznada por “el morenu” (carbón molido mezclado con vinagre y que usaban los esquiladores para curar las cortaduras que ocasionaban a las ovejas al esquilarlas), recorríamos en alegre zarabanda las calles del pueblo. Lejanos ecos que el devenir de los tiempos convirtió en disonantes ruidos, cuyos chirridos van a la par que el actual globalismo, que borra cualquier seña de identidad, que nada tiene que ver con el discriminatorio y malévolo etnocentrismo.
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Alzamos el pie y ascendemos al segundo escalón de la crónica, para dar un rápido resumen del estado pandémico en la comunidad de Extremadura. Todo indica que los contagio por Covid-19 siguen subiendo. Los hospitalizados han pasado de 98 en la pasada semana a 135, tres de ellos en UCI. El área sanitaria más afectada es la de Cáceres, con 35 ingresados; las que menos son las de Coria y Llerena-Zafra, con cinco cada una. Se teme que sigan subiendo los ingresos en el área de Cáceres, ante la enorme multitud de personas que han asistido el pasado fin de semana al festival Womad y teniendo que cuenta que las mascarillas ya no son obligatorias. La tasa de incidencia a 14 días en mayores de 60 años, se sitúa en 1.470 casos por cada cien mil habitantes.
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Volvemos a levantar el pie y lo posamos en el tercer y abrasador peldaño del análisis sobre la actualidad sociopolítica del momento. Sin salir fuera de nuestras fronteras regionales, nos hacemos eco de las llamas que han caldeado y caldean las redes sociales, sobre todo aquellas que están interaccionadas con nuestra comarca de Las Hurdes. Como bien es sabido, los ciudadanos Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos Borbón y Grecia (Felipe VI) y Leticia Ortiz Rocasolano, su consorte, habían sido invitados, tal y como lo fueron otros Borbones a lo largo del siglo XX, a realizar una visita a la legendaria comarca jurdana, coincidiendo con el centenario del viaje que hizo el bisabuelo de Felipe, Alfonso XIII “El Africano”, al mentado territorio. Pero ya hicimos nuestra crítica razonada de oposición a esta nueva gira en diversas columnas del periódico E.P. en los pasados meses de diciembre y enero. Entre otros objetivos, parece ser que se perseguía el blanquear la figura de Alfonso XIII y otros que le bailaron el agua en aquellos días finales de junio de 1922, o incluso enjalbegar a otros personajes más cercanos a nuestros días. Demasiada tela que cortar.
Todo apunta a que el viaje, planificado por la Junta de Extremadura, otros peones suyos en la demarcación jurdana y la Casa Real, se queda aparcado y se sustituye por una visita relámpago de Felipe al pueblo jurdano de Pinofranqueado el próximo día 12 de los corrientes. Se habló de que le iba a acompañar Leticia, pero, por lo que sabemos, solo irá él y su séquito correspondiente. Una visita al Centro de Documentación de Las Hurdes, alguna cosilla más y los correspondientes vivas y aplausos de los enfervorizados monárquicos. ¿Por qué a Pinofranqueado y no a Ladrillar, Casares de Las Hurdes, Nuñomoral, Casar de Palomero o Caminomorisco? Todos estos pueblos son cabezas de concejo de Las Hurdes. Incluso a la localidad de La Pesga, que fue una aldea durante muchos siglos del antiguo concejo de Oveja y sobre el que hay abundante documentación. Lo que ocurre es que una alcaldesa del PP, que no era del pueblo, ni siquiera de Extremadura, embarcó a los vecinos de La Pesga a unirse a la mancomunidad de Tierras de Granadilla, que, en aquellos años, estaban en manos de la derecha, mientras que el territorio jurdano estaba bajo la vara de mando de la izquierda. Pero La Pesga es parte consustancial, histórica y geográficamente, de la tan traída y llevada comarca de Las Hurdes. Lamentablemente, muchos indocumentados, practicantes de una política de campanario, que no ve más allá de su ombligo y ejerce un nocivo etnocentrismo, se desviven fanáticamente por reducir la comarca jurdana a cinco municipios. Incongruencias y aberraciones como una catedral en un mundo que busca abolir muros y fronteras y acabar con los reinos de taifas y las islas de chichinabo. Ello no quita para que nosotros defendamos el derecho de autodeterminación de los pueblos, recogido por los Pactos Internacionales de los Derechos Humanos y en numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU.
La verdad es que no sabemos por qué el ciudadano Felipe ha escogido el pueblo jurdano de Pinofranqueado. En cuanto se ha conocido la noticia, han salido a flote, en las redes sociales, una multitud informe que ha clamado a grito pelado: ¿Por qué en Pinofranqueado y no en mi pueblo? La pobreza y endeblez de los argumentos retrata a quienes los pronuncian. Da la impresión que, en nuestros medios rurales, todavía está presente una mezcolanza de catetura, cotilleo del corazón, supina memez, bambalinas, troníos, alharacas, ensoñaciones medievales, servilismo, ostentaciones, pompas… que conduce a una imagen de la monarquía como algo divino; tal que si los reyes continuaran siendo personajes de cuentos maravillosos y fueran elegidos por obra y gracia de algún dios. Puede que los elijan los dioses, a los que no vemos por ningún lado, porque a los ciudadanos jamás se le da la opción de nombrarlos en las urnas. Un hombre, un voto: es el principio fundamental de toda democracia. Si falla este principio, la democracia solo es una triste y mala copia de ella misma. Todas esas masas, medio abducidas por el relumbre de las monarquías, jamás se paran a pensar que nos encontramos en un mundo en el que hay 800 millones de personas que pasan hambre y otras necesidades. Pero algunos seres humanos, por el hecho de nacer en ciertas cunas, ven la luz del mundo no solo con un pan bajo el brazo, sino con una corona de oro en sus cabezas y la vida resuelta para el resto de sus días, aunque no den un palo al agua. Y, para mayor inri, son inviolables. ¡Toma allá! ¡Hala, a seguir rompiéndoos las manos y quedándoos afónicos en vuestros aplausos y griteríos!
Por suerte, no todos los jurdanos ni gran parte del resto de la gente que vive en medios rurales piensa así. Pero es muy triste que rebaños humanos sigan más pendientes de lo que comen o cagan los reyes y se partan el culo por abrirse un hueco para verlos, que de los problemas que, realmente, afectan a este perro mundo. Luego, si llega el caso, acuden científicos u otros prestigiosos prohombres de la Ciencia y de las Artes a impartir una charla en un anodino salón de actos de nuestros pueblos y no se presentan más de media docena de personas. Sinceramente, más que melodramático, trágico; terriblemente patético.
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… Y, saltando al cuarto escalón, nos encontramos con nuestros poetas, que nunca nos puedan fallar, pues son parte fundamental para enderezar al mundo. Y he ahí a Ismael Carmona García, haciéndonos entrega de la segunda y última parte de su poema: “Demuación” (poemario: “Pan i Verea”), donde la rebeldía se eleva contra los “ombris desgraciaus que alevantan sueñus de cartón”. El poeta muestra la energía y decisión de la “Lengua Estremeña”.
DEMUACIÓN (II)
Mestura cósmica i azea ena singana
(porque la física está falta de voluntá)
[42] que estás a piqui de destraçal
los abismus polos que embarrancal-mi,
25 las maris cáusticas en que ahogal tolas acionis güeras
i los bonalis ondi arremollecel-mi, afogandu-mi
arroeau d’amargujeantis chalabarquinus i fragüinis corrosivus,
precura desbagal-mi a pocu a pocu:
quieru d’embaíl-mi cola castigosa composición el ombri
. 30 (Desgraciaus ombris que alevantais sueñus de cartón,
sabei concalecel las vuestras carnis
entre los cambius la materia que no son
ni por luxuración,
ni por voluptuosidá,
35 sino por pensación,
-siempri que la interrución las vuestras carnis no vos desvíi―
Lambeis los vuestrus cuerpus
comu si hueran diosis de chocolati gelau.
Por vezi umanizal-vus, vos animalais
40 en el tristi espetáculu del no pensal).
¡A! Namás me quea la repuchança
contra las «fantasmas la estoria i los marrus los rabacerus»
. Arremeteré contra tol exércitu
que ahita el pensaeru.
45 Encorapataré el arrayu.
Sigue “El Poeta de la Niebla” escriturando en versos las prosas de la primera parte de la crónica. Le arrebatamos un denso fragmento de su poema “La Esquila”, en el que recuerda los clichés que guarda en su memoria: día del esquileo en el corralón de sus tíos-abuelos.
ESQUILA
… Ay, Daniela, hecha aún un haz de támaras,
con ciento siete primaveras sobre
sus enflaquecidas costillas; nervio
puro, viva lagartija, sobreviviendo a tres
a tres hijos varones a quienes la parca
guadañó en tiempos de vacas flacas.
¡Ay, Daniela! ¡Ay, Bonifacio, durmiendo
ya el sueño de los justos! Tíos-abuelos
míos, de honesto clan. ¡Cuánto me acuerdo
de vosotros en los días de la esquila!
Por siempre, ojo avizor, ojo alerta.
Yendo y viniendo. Escanciando vino.
Dando tabaco. Cuenco del moreno.
Cuenco de ceniza. Agua y vinagre.
Piedra de aguzar… ¡Qué ajetreo, qué ajetreo!
Vueltas dieron las tortillas y polvos
no levantan rebaños trashumantes.
Construyeron modernos cebaderos
y rumanos de romana Dacia
llegaron a estos campos hace poco,
trayendo “maquinarios” estrambóticos
que pelan las borregas en un verbo.
Si usted lo viera, oh, tío mío, Bonifacio,
parpadearían sus ojos y crédito
no darían a hechizos tales. ¡El único
era usted para dárselas con queso!
Pero así es la vida, tío de mis sangres
políticas, y más sangres veredes
desde ese panteón del cementerio,
que no por andar ya muerto, se tapian
para siempre sus ojos de ultratumba.
Y una cosa grande he de decirle:
-Por muchas esquilas que ahora amañen,
jamás tendrán la sal y la pimienta
de aquellas que, en vuestro corral grande,
hombres grandes acometían entre
chasquidos de grandes tijeras
y entre rotos gorgoritos de cante grande.