En las próximas horas, cientos de ciudades y pueblos van a elegir, a través de sus plenos en los ayuntamientos, a alcaldes y alcaldesas del psoe con votos y abstenciones de grupos y organizaciones que dicen estar a la izquierda del partido que fundara Pablo Iglesias. Una práctica que arranca en las primeras elecciones municipales, cuando con el «juntos podemos» (psoe+pce) fue posible derrotar a la UCD.
La involución del psoe hasta confundirse en el paisaje de un liberalismo pro-capitalista como sus pares socialdemócratas europeos, no ha hecho mella en dichos acuerdos, que siguen haciéndose con alegría y fotos de familia. Digamos que se le necesita para tocar poder y se le perdona todo. El «menos malo» se ha convertido en toda una ideología para una izquierda aferrada al pragmatismo y las instituciones hasta límites casi patéticos y que encuentra justificación en el miedo a las derechas (a las otras). Parches y reformas para un mundo mejor, justifican.
La realidad tozuda demuestra que en estos cuarenta años ser el llavero del psoe no permite construir nada alternativo al capitalismo, por el contrario, lo solidifica y encima te rebaña voluntades (también con forma de votos) una y otra vez, por aquello de mejor original que copia.