Alberto Casado
Es mentira que las centrales nucleares, las térmicas y las refinerías nos hacen la vida más fácil a todos. Los polos se deshacen, las costas retroceden ya unos buenos metros cada año, parece que el mar amenaza con tragárselo todo cualquier día, unas cuantas decenas de especies fundamentales en las cadenas tróficas de los seres vivos desaparecen a diario, quizá muchas no llegaremos ni a conocerlas. Las religiones y los medios de comunicación son sectas de degenerados sin principios éticos, los comités de empresa y de banca están dirigidos por cocainómanos enganchados al dinero, al puterío, a los juegos de azar y a la mala vida. Los artistas que triunfan en literatura, pintura o música son clubes de mediocres engreídos colocados ahí por las malignas fuerzas oscuras del capital para no hacer pensar a la gente con sus insulsas creaciones, que no ven más allá de sus narices y olvidan que muchos están ahí por un pasado comprometido con los desfavorecidos, compromiso que vendieron por unos cuantos miles. Las escuelas y universidades, antaño germen de pensadores y ciudadanos libres, quieren ser convertidas en talleres para esclavos y siervos profresionales.
"¿Quieres cultivar tu alma? Vive pobre o como si lo fueses." Séneca.
Todos los imperios tienen un principio y un final. Todo llega, todo pasa, y nadie queda, sólo los que se adapten, y creo que no estamos mucho por la labor, así que lo mismo nos vamos todos al carajo y pasamos al reino de las cucarachas y los paramecios tras un desastre nuclear.
Asistimos definitivamente al final del capitalismo como sistema. Viendo como los necios de nuestros políticos despilfarran nuestro propio dinero a manos llenas y se lo regalan a la banca, a los incompetentes reyes y élites de palurdos bien vestidos que constantemente anhelan disfrutar de nuestro trabajo y sacrificio, uno ciertamente se desespera, pero también advierte que todo esto está a punto de reventar como una olla expres abierta antes de tiempo.
Este dinero que inocentemente, engañados, hemos puesto en las manos de los administradores del diablo, lo invierten en chorradas, en arreglar despachos que ya lo estaban, en masacrar la fauna en sus cacerías para sublimar su complejo de inferioridad ante indefensas criaturas, en crearse una vida más cómoda y aparentona a base de segundas viviendas y chalets, como Pepiño en Villa Psoe, como Miguel Ángel Gallardo, el alcalde Villanueva, que ha ido a refugiarse entre los brazos del gran dictador extremeño poniéndole a un puente el nombre de Juan Carlos Rodríguez Ibarra para ver si le redime de sus pecados ante la airada opinión pública. Hasta como el mismísimo urbanita leonés de ZP, que en las playas de Almería se ha hecho un chalecito de dudosa legalidad y nulo cumplimiento de la Ley de Costas (que lejos de ser algo justo y necesario para protegerr al medio ambiente, ha servido para echar a los pobres de sus casas de siempre y poner a los ricos al borde del mar, al borde del abismo desde donde están a punto de arrojarnos a todos).
Igual que aquel decadente imperio romano, crisol de culturas y civilizaciones, ebrio de creerse el ombligo del mundo, que gastaban y despilfarraban el dinero en fiestas de autoinmolación mientras los perseverantes bárbaros se hacían con el imperio, igual le va a pasar a este sistema podrido hasta los tuétanos. El imperio del dinero tiene los días contados, y por las trazas que llevamos, esto no durará mucho hasta que el pueblo reviente...y rueden cabezas...y fundamos el vil metal y quememos el cochambroso dinero de los no personas.
Este sistema padece un mal endémico, un cáncer terminal que en cualquier momento puede extenderse hasta la más recóndita de nuestras vísceras. Quizá estemos ya, hoy mismo, asistiendo a la explosión final que va a hacer del mundo algo nuevo, algo diferente a como lo conocemos hoy día.
Ojalá que tengamos suerte, aunque no la merezcamos, y vayamos a mejor, o por lo menos hacia un mundo más justo y mejor repartido ¡Quién sabe! Pero no podemos permanecer parados asumiendo este mundo corrupto y sin sentido antes de que la fatalidad nos devore si queremos lograrlo.
Vivir se ha convertido en todo un lujo que la gran mayoría ya no se puede costear. El aire y el agua, los bienes más preciados y necesarios, son inconsumibles por la contaminación y la usura. Las élites que basaban todo su éxito en el dinero y en la acumulación de bienes está muy temerosa de perderlo todo en unos pocos años, porque la banca tampoco va a tener escrúpulos para estafarles, quieren quedarse ellos solos con todo, poseernos. ¡Que se lo digan a los "amigos" de Madoff, a los" potentados y clarividentes" inversores de Lehman Brothers!
Demasiados indicios de lo burdo de esta conspiración de la inmensa minoría capitalista contra el resto del mundo. El lobby político y multinacional se despedaza a sí mismo, fruto de una codicia sin igual, alimentada a través de metódicos lavados de cerebro y reuniones elitistas como El Club Bilderberg, que de sociedad secreta tiene ya lo que yo de cura.
El dinero y las propiedades ya no serán lo que nos diferencie a unos de otros, sino nuestra propia personalidad y creatividad, nuestra propia conciencia de seres humanos.
No sé qué clase de socialismo tenemos que implantar, ni creo que nada inventado ya, o por lo menos formulado teóricamente funcione, pero está claro que un nuevo sistema, distinto a todo lo conocido hasta ahora, tenemos que inventar para poder seguir viviendo en la tierra, cansada de la especie humana que no ha sabido respetarla. Un nuevo sistema que destierre al dinero y valore a las personas por su calidad humana, su honestidad y su propia esencia espiritual.
Es mentira que las centrales nucleares, las térmicas y las reinerías nos hacen la vida más fácil a todos. Los polos se deshacen, las costas retroceden ya unos buenos metros cada año, parece que el mar amenaza con tragárselo todo cualquier día, unas cuantas decenas de especies fundamentales en las cadenas tróficas de los seres vivos desaparecen a diario, quizá muchas no llegaremos ni a conocerlas. Las religiones y los medios de comunicación son sectas de degenerados sin principios éticos, los comités de empresa y de banca están dirigidos por cocainómanos enganchados al dinero, al puterío, a los juegos de azar y a la mala vida. Los artistas que triunfan en literatura, pintura o música son rediles de mediocres engreídos colocados ahí por las malignas fuerzas oscuras del capital para no hacer pensar a la gente con sus insulsas creaciones, que no ven más allá de sus narices y olvidan que muchos están ahí por un pasado comprometido con los desfavorecidos, compromiso que vendieron por unos cuantos miles. Las escuelas y universidades, antaño germen de pensadores y ciudadanos libres, quieren ser convertidas en talleres para esclavos y siervos profresionales. La moda es un invento maligno de élites borregas, la mayoría de los productos que consumimos están elaborados con mierda y por personas en estado de semiesclavitud. Las hipotecas, lejos de hacernos la vida más fácil, son condenas de por vida que pueden incluso llevarte a la cárcel y llenar de deudas hasta a tus herederos, como pasa con el sistema de castas de la India...
El mundo es un gran circo boca abajo, una gran bacanal de enfermos terminales de SIDA que lo hacen a pelo.
Legiones de pobres, están a punto de empezar a reclamar todo lo que el capitalismo les ha negado y quitado, y rodarán cabezas...rodarán.
