Las autoridades desconfían que el deterioro del régimen es de tal magnitud, que han salido en tropel a explicarnos que vivimos en una «democracia plena» y que no se admiten matices ni dudas. Y lo han hecho ministros del PSOE (uno a uno en procesión) y oposiciones de las otras derechas, porque esto de cuestionar y poner en evidencia la verdadera naturaleza del sistema no se concibe. Sus terminales mediáticas exigen que se condene la violencia, pero es seguro que no se refieren a la pérdida de un ojo de una chica en Barcelona, ni lo ejecutado en Linares, ni los porrazos a los manifestantes incluidos diputados, ni tan siquiera al saqueo de la sanidad pública o las arcas del Estado. Esto todo no es violencia sino lo propio del funcionamiento del capitalismo, por eso no hace falta condenar ni criticar.