
Todas las gentes progres suelen ser buenas personas, o como poco no son gente malvada… pero inmediatamente que alguien cuestiona los viejos dogmas de fe, los axiomas irrefutables que instalaron en sus cerebros hace treinta o cuarenta años (bueno, también los hay más jovencitos, de la logse....) entonces la cosa cambia. Pues “el hábito hace al monje”, y algunos de ellos (quizá demasiados) ha llegado el momento en que tienden a confundir ética con estética; aunque suenen parecidos ambos vocablos.
El perfecto progre, el progre modelo únicamente lee el periódico del grupo Prisa, escucha también en exclusiva la cadena Ser, y se deleita viendo la televisión en la que actúa el telepredicador Iñaqui Gabilondo… El feligrés progre tiene la obligación de no perderse ni uno de los sesudos análisis de la actualidad diaria, en los que pontifica y habla ex cátedra el Sr. Iñaqui… Claro, que sí no todos, los progres en general tienden a orgasmear con la televisión zaparetista y sus zafiedades. Lo más sublime para un progre son los programas de la Sexta. Para un progre cualquier asunto que tenga que ver con la iglesia católica es un asunto casposo, anacrónico, despreciable. Y por el contrario, por aquello de la “alianza de civilizaciones zaparteril”, todo lo que suene a musulmán, es digno del mayor de los “respetos” y aceptar todo lo que huela a Islam es una muestra de “tolerancia” (no se sabe bien, si detrás de esta pose de “talante” está aquello de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, o se trata simple y llanamente de miedo) todo sea por el multiculturalismo y demás consignas progres.
Como indicaba al principio, aborrecen los ritos católicos, consideran cutre a quien haga ostentación de cualquier símbolo cristiano, pero en su ordenador, o en la pared (entre los progres abundan los funcionarios locales, autonómicos, o de la administración central, además de “liberados” de todo pelaje, y por cuestiones a cual más peregrina…) tienen adheridas pegatinas con la efigie del personaje argentino (y no me refiero a Carlos Gardel) con boina, algún recuerdo de su reciente viaje a Cuba y una enorme cantidad de pegatinas con eslóganes como "no a la guerra", “esta guerra es ilegal”, u otros parecidos…
Entre los progres, cada vez son más frecuentes quienes acuden a cursos de “crecimiento personal”, practican yoga, se tratan con “terapias alternativas”, se creen a pies juntillas todo lo que suelta por su boca cualquier charlatán, o gurú, etc. y es casi obligado hacer una excursión al Himalaya. Bueno, algunos se conforman con hacer el Camino de Santiago… Después de viajes místicos diversos, vuelven con una pose de autosuficiencia, de autoestima, de prepotencia, de “madurez” y solidez increíbles… Acaban dándose “unos aires… que quien pasa a su lado corre el riesgo de resfriarse”.
Intentar conversar con un progre, sea cual sea el asunto que se aborde, es harto problemático; si uno es tan incauto de sacar a colación que en el norte de África, los únicos que pueden pasear por la playa con el torso desnudo sin ser apedreados, son los varones, y que las mujeres por el contrario se bañan vestidas en el mar y hasta en las piscinas públicas, la contestación, será que, así se bañaban nuestras bisabuelas (suelen tener un lapsus de memoria, y olvidan que de ello hace más de un siglo); si se comentan las bombas de Atocha, Nueva York o Londres, ya sabemos lo que nos espera: bombas tiran todos; de mencionar el millón de tutsis escabechados por los hutus en Ruanda, nos arrojarán encima las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre el Japón; si se habla de los crímenes del marxismo (de los millones de muertos por la noble causa de la emancipación del proletariado, Estalin, Mao, etc.) responderán que peor lo hicieron los nazis; si hablamos de la piratería inglesa padecida por los barcos procedentes de América en otros tiempos, saldrá a relucir que el Imperio Español lo tenía bien merecido por haberle quitado el oro a los indios...
No hay forma de lograr que sus argumentos sigan un mínimo orden lógico, o que nuestro interlocutor progre se centre en el tema de conversación que le propongamos, siempre acabará escabulléndose, yéndose por los cerros de Úbeda; si le proponemos hablar de Badajoz, acabará hablando de Ayamonte, ya que el Guadiana también pasa por allí… Da igual lo que uno desee, aunque sólo sea cambiar impresiones, conversar un rato, el progre siempre tenderá a intentar “jugar un partido de tenis” y de paso adoctrinar, hacer propaganda, vendernos algo. También, da igual que le digamos que no pretendíamos convencerlo de nada, que sólo teníamos intención de tener una conversación informal, él sí intentará convencernos de que está en posesión de la verdad absoluta y de que nosotros estamos equivocados… Si nota que no nos rendimos, acabará colgándonos alguna “fobia”… ¡¡Cosas del talante!!!
Pero lo más increíble es acabar comprobando lo enormemente reacios que son los progres a aceptar que la realidad puede tener varias caras; resulta chocante hasta que punto llegan a ignorar las desgracias, las injusticias, los abusos que no estén en su repertorio absolutamente maniqueo, no se olvide que para ellos sólo existe lo blanco y lo negro, o se está con ellos –se es de “los nuestros”- o se está contra ellos, para el progre no existen tonos grises… Quienes no compartan sus ideas son seres perversos, egoístas, profundamente inmorales, o poseen algún tipo de fobia…; les hablo, por supuesto de quienes proclaman la necesidad de potenciar, dar prioridad a “lo público”, la escuela pública, la sanidad pública, … y llevan a sus hijos a colegios privados, y acuden a la sanidad privada… Son aquellos que ponen por locos a quienes se atreven a cuestionar el dogma de la izquierda oficial, acerca del “calentamiento global”, o la versión progre de la historia reciente de España
Claro, que en el fondo, hay otros que me caen peor, es más, algunos hasta me caen bien… si uno hurga un poquito acaba comprobando que todavía les queda un poquito de humanidad.
¿Quién no tiene un cuñado progre?
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