
Janio Mora.A quien madruga, Dios le ayuda, pero no por mucho madrugar amanece más temprano. La intención es lo que cuenta, pero el infierno está empedrado de buenas intenciones. La cara es el espejo del alma. ¡Aunque las apariencias engañan! El refranero español es muy conocido por todos, es popular y en él podemos encontrar grandes verdades, pero cae en muchas ocasiones en contradicciones. Para el común de los mortales tener una opinión y su contraria no suele ser bien visto, ya que esto puede indicar que tus intenciones no son verdaderamente las que dices tener. Aun así, hemos visto como grandes políticos a lo largo de la historia han decidido seguir el camino incoherente de nuestro refranero de forma descarada.
Nuestro presidente, Pedro Sánchez, haciendo caso omiso ha conseguido mantener una opinión y su contraria sin despeinarse y sin perder la sonrisa que le caracteriza. Tan pronto te canta la Internacional puño en alto como alaba el papel de una de las grandes fortunas de España, Amancio Ortega.
A algunas personas le parecerá imposible, pero según la coherencia de nuestro presidente, uno se puede declarar al mismo tiempo republicano y reivindicar la monarquía; defender la vivienda como un derecho pero también como un bien de mercado en manos de la especulación; tener el desparpajo de llevar la palabra “obrero” en tus siglas y enviar una tanqueta a reprimir a los trabajadores de Cádiz; creer que la ley mordaza se debe derogar cuando estas en la oposición pero no cuando estás en la presidencia; reivindicar los derechos del pueblo saharaui a la vez que complaces a la dictadura de marruecos. “Yo no miento, rectifico”, señala el propio Pedro Sánchez.
En su día argumentaba Julio Anguita que ante la incoherencia entre lo dicho y lo hecho por los políticos debe ser una ley ética decir la verdad, incluso cuando no guste y lleve a no movilizar votantes, porque de este modo no se lleva al engaño al ciudadano. Y añadía que cuando un político hace algo con lo que no está de acuerdo y en contra de su voluntad, usando el argumento de que ´”no hay más remedio” o que se hace por “una responsabilidad de Estado”, este carece de dignidad porque su obligación como político en esa situación debe ser dimitir. En dignidad ya sabemos quién ganaba, pero en términos maquiavélicos Sánchez se apunta un tanto sin lugar a dudas. No olvidemos que mientras el resto de sus oponentes han ido cayendo con el tiempo, él aguanta. Consiguiendo ganar unas primarias con su partido en contra y seguidamente llegando a la Moncloa, donde se ha sabido mantener. ¡Es un auténtico superviviente!
A Pedro Sánchez no se le ha puesto cara de dimitir, por lo menos por ahora. Y esto es así porque tanto el presidente como el resto de varones del partido saben que internamente no caen en contradicciones cuando hacen políticas de derechas, aunque a la hora de dar la cara se tengan que maquillar de izquierdistas para parecer una cosa que no son. Aun hoy en día y con todo lo recorrido, se cuenta por millones las personas que siguen pensando que el PSOE está situado a la izquierda en el tablero político. Igualdad/equidad, democracia/libertad y comunidad/solidaridad son los valores que podríamos identificar históricamente como de izquierdas en la crítica moral contra el capitalismo y que el PSOE se ha encargado de ir abandonando uno a uno. La deriva de sus líderes es tan funesta que, en la actualidad, se conforman con hacer un brindis al sol cada vez que llegan al gobierno aprobando algunas medidas progres bastante tímidas que, por supuesto, nunca afectan a los pilares fundamentales de la economía.
El PSOE es un partido socio liberal que lleva puesto un disfraz progresista gracias a, entre otras cosas, que los grandes medios lo han legitimado como un partido de izquierdas. Si por algún casual se callera la careta que llevan puesta, se desataría una desgracia para unos privilegiados que formalmente están fuera del PSOE (pero que tienen influencia en él) y que se aprovechan de la credibilidad que genera al sistema que un partido de “izquierdas” gobierne.
Este baile de máscaras no es nuevo, ya viene de antes. Durante la transición se intentaba culminar lo que Gramsci llamo la “revolución pasiva”, es decir, esa forma por la cual los que mandan son capaces de integrar una parte de las reivindicaciones de los que obedecen a cambio de seguir controlando los aparatos fundamentales de mando en el país.
Esto no se podría haber llevado a cabo si no fuera por el papel que jugó el PSOE por aquel entonces: un partido aparentemente de izquierdas que al mismo tiempo defendía a la monarquía, a los oligarcas, jueces, militares, policías, funcionarios y demás estructuras heredadas del fascismo. Haciendo así un lavado de cara a la chapuza que se hizo por aquel entonces.
Ya lo vimos con el “gran socialista” de la época Felipe González: el mismo que llevo a cabo el mayor número de privatizaciones de la industria española, cambio de postura respecto a la OTAN o genero un grupo terrorista como los GAL. También lo vimos en Zapatero cuando recibió una llamada desde Europa y cambió el artículo 135 de la Constitución (junto al PP) que establecía como primordial el pago de la deuda por encima del gasto social en educación, sanidad o pensiones, por ejemplo. Socialistas de tomo y lomo, ¡claro que sí! No es de extrañar que en el 15M se pusiera de moda el cantico de “PSOE y PP la misma mierda es”.
El Partido Socialista Obrero Español no es socialista ya que se posiciona a favor de la lógica capitalista, no es obrero ya que está subordinado al poder económico y actúa en contra de los intereses de la clase trabajadora y… cabría preguntarse si es español, ya que vende nuestra soberanía a Estados Unidos, Europa y Marruecos, quienes dictan el camino a tomar.
“Hombre blanco hablar con lengua de serpiente” le dedicaba Javier Krahe en su canción Cuervo ingenuo a Felipe González. Pero la verdad que este himno sirve también para sus sucesores llegando hasta Sánchez, quien encarna la famosa frase de Groucho Marx, “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.
Afirmaba el presidente en sus últimas entrevistas que estaba seguro de que iba a ganar las elecciones. El refranero español le recuerda que el que la sigue la consigue, pero tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.