Imparable Paco: otros tres “mártires de la Cruzada”

El cruzado "Paka la Kulona"

ARTURO DEL VILLAR. LA Iglesia catolicorromana se halla completamente desprestigiada, hay obispos que renuncian para casarse, no pasa día sin que se destapen casos de pederastia sacerdotal, en Francia se ha publicado el demoledor informe Sauvé, en Londres se intenta vender un lujoso edifico adquirido de mala manera, los templos están vacíos, los seminarios cierran por falta vocaciones ahora que se va a vigilar la sexualidad de los clérigos, el Estado Vaticano arrastra un déficit insalvable, y todo porque el papa Paco ha dejado de gobernarlo y de dirigir la Iglesia, preocupado únicamente por meter en el reino de los cielos a montones de “mártires de la Cruzada española”.

El 6 de noviembre de este 2021 se celebró en la basílica de Santa María de la Seu de Manresa la beatificación de tres monjes capuchinos, muertos durante la guerra originada por la sublevación de los militares monárquicos contra la pacífica y legítima República Española en 1936. Presidió la ceremonia el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que debiera quedarse a residir en España para evitar tantos viajes al Vaticano: en un mes se ha metido oficialmente en el cielo a 127 “mártires” en Córdoba, cuatro en Tortosa, y estos tres en Manresa, y ya están otros preparados para dar el salto. Tanto viaje en avión al Vaticano contribuye al cambio climático. Que se quede o que se marche, pero que deje de utilizar el avión e imite a Jesucristo, que viajaba en burro y las gentes lo recibían con palmas y cánticos. Éste piensa que por ser cardenal tiene más categoría que Jesucristo, y así va del sillón al avión.

Paco cuenta ya con un extenso capítulo en el Libro Guinness de los Records, por ser el papa que ha llevado a más “mártires de la Cruzada española” al reino de los cielos, unos proclamados beatos y otros santos. Seguro que desde su elección ha sido necesario ampliar el perímetro celestial, para que quepan todos los “mártires” españoles, a los que ha aprobado con su firma que se les facilitara el pasaporte para el reino de los cielos. Si fuera cierto, como dicen ellos, que el apóstol Pedro guarda las llaves de la etérea mansión, estará harto de abrir la puerta a tanto “mártir” español para hacerles la ficha de entrada: estaba más cómodo de pescador.   
Semeraro aprovechó la circunstancia para pronunciar una homilía, en la que no olvidó mostrar su espanto por la guerra librada en España, aunque se le olvidó decir que fue provocada a consecuencia de la sublevación de los militares monárquicos interruptores de la paz republicana, para imponer la muerte y la destrucción de los nazis alemanes y los fascistas italianos cómplices de los rebeldes. Y afirmó refiriéndose a los capuchinos:

“Su historia se asemeja a la de todos los demás mártires. El mártir lleva siempre en el propio cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en su cuerpo. Un mártir no vive para morir, muere para vivir.”

Está clarísimo: los mártires empiezan a vivir cuando los matan. Siendo así, y será cierto porque lo cuenta su eminencia cardenalicia, tienen que estar todos ansiosos por sufrir martirio. Debido a esta circunstancia la clerigalla catolicorromana se unió a los militares rebeldes, bendijo sus armas, las almacenó en sus templos, organizó ceremonias religiosas para celebrar sus victorias, recaudó limosnas en sus templos repartidos por todo el mundo para que los sublevados compraran armas y gasolina, distribuyó panfletos en varios idiomas para que los apoyaran, y los cardenales y obispos saludaban haciendo el saludo fascista a los exgenerales rebeldes y sus banderas.

Si la Iglesia catolicorromana se hubiera mantenido fiel junto al pueblo traicionado, como era su deber, no habría habido “mártires de la Cruzada”, pero fueron los mismos clérigos quienes calificaron de “Cruzada contra los infieles” a la guerra causada por el golpe de Estado de los militares monárquicos. Intervinieron como beligerantes a favor del bando rebelde, y en una guerra son inevitables las bajas en los dos ejércitos. Que no se quejen.

Claro está que ellos se creían invulnerables, porque sus tropas llevaban detentes. Denominaban así a unos escapularios de trapo con la supuesta imagen del corazón de Jesús y la inscripción “Detente bala”. Pero al no estar bendecidas las balas del ejército leal, como sí lo estaban las rebeldes, no solían hacer caso de la perentoria orden. La llamaron “Cruzada” a semejanza de las medievales, y es verdad que sus ideas eran medievales, impropias del siglo XX. Por eso hubo mártires. ¡Qué tropa la rebelde!

ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO

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