Félix Barroso Gutiérrez
Sabido es que, dentro de la Antropología Social y Cultural, la religión, a la par que el parentesco y la economía, son los puntales básicos para diseccionar el comportamiento aprendido y compartido por los miembros de una comunidad. Hoy, celebramos el Domingo de Ramos, cuando acaba la Cuaresma y se permite cierto júbilo entre el personal, ya que, a partir de las doce de la noche, comenzará la Semana Santa, llena de tabúes, de cilicios y de auténticos calvarios (más en tiempos pasados que ahora) que rayaban en el masoquismo físico y emocional. Todavía quedan secuelas, como esas autoflagelaciones procesionales o los propios Empalaos, convertidos, de unos años a esta parte, en todo un atractivo turístico, lo que choca con el recogimiento que exigía la tradición.
Este año, como el pasado, debido al auténtico viacrucis coronavírico que atravesamos, las campanas no han volteado para llamar al vecindario a la procesión de los ramos. Después de cuarenta días de ayunos, abstinencias y absurdas prohibiciones por parte de una Iglesia Católica dogmática y patriarcal, era muy lógico que la gente celebrase por todo lo alto el Domingo de Ramos. Los paisanos de nuestros pueblos portaban, y siguen portando, aunque los feligreses van cayendo en picado, sus ramos de olivo, en el cortejo procesional, siendo bendecidos por el párroco durante la misa. Luego, algunos hombres, cortaban un ramillete y se lo ponían en el ojal de la solapa de la chaqueta. Los ramos bendecidos se colocaban en balcones y ventanas, en la creencia de que la vivienda quedaría libre de calamidades (incendios, robos, inundaciones…) y, también, para evitar que entrasen las culebras, auténtico terror de las mujeres, aunque tuviesen sensuales pasajes oníricos con ellas. ¡Cuánto habría que hablar sobre todas estas mitologías, con cimientos muchos más antiguos que el cristianismo!
Este emblemático domingo era la fecha señalada para que saliese la vieja quinta y entrase la nueva, que se conocía como la quinta de la cabra. A tales efectos, los nuevos quintos, bien peripuestos, habían cerrado el trato de una hermosa cabra, con buena cornamenta, a la que adornaban con cintas, madroños de lana y otros atavíos coloreados y, mientras varios quintos se encargaban de llevar las andas de las imágenes en la procesión, otro desfilaba con la cabra en la cabeza del cortejo, al lado del tamborilero. Por la tarde, la cabra sería sacrificada y se preparaba una orgiástica cena, a la que se invitaba a los quintos salientes, novias, hermanas y otros allegados. La fiesta duraba hasta el amanecer. Ni que decir tiene que este rito ya fue borrado del mapa y vandalizado por los nuevos tiempos, más proclives a cortar carreteras, parar vehículos y pedir un estipendio o portazgo para los quintos, a fin de engrosar fondos para sus botellones; asunto este que carece de toda tradicionalidad.
Con los ojos como bruños, sin dormir, había que incorporarse a la jornada laboral del lunes: trabajo de sol a sol en el campo, que era lo que demandaba una economía de subsistencia, donde solo cuatro cobraban nóminas y tenían vacaciones en los períodos de Semana Santa, verano y Navidad. El resto, a dar jornales cuando se brindaba la ocasión o a pelear en sus “cuatro cáchuh” (pequeñas fincas del mosaico minifundista, tan característicos del norte cacereño, muy alejado, por suerte, de la Extremadura de los señoritos cortijeros y de los latifundios). Había que agachar la rabadilla para que pudieran comer las personas y los animales. No solo de Pascuas a Ramos (nunca mejor dicho), sino también en la semana que mediaba entre esas dos festividades.
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Acerca de la situación pandémica en nuestra región extremeña, a fecha de ayer, sábado, día 27 de los corrientes, se contabilizaron 80 casos positivos y el fallecimiento de una mujer de 51 años, en Plasencia. En los hospitales extremeños, hay ingresados 57 pacientes; ocho de ellos en UCI. La incidencia acumulada en la Comunidad Autónoma es de 92,72 a los 14 días y de 45,99 a los 7 días. No sabemos cómo terminará todo esto. Acabamos de iniciar el período de Semana Santa y ya han llegado a nuestros oídos que villas, lugares y aldeas de nuestros medios rurales, siempre atemorizados por aquello de la gran población envejecida, se están viendo invadidos por emigrantes y otra gente procedente de comunidades más o menos cercanas y más o menos alejadas. ¿Pero no había un cierre perimetral de las comunidades? Hablan, fundamentalmente, de personas procedentes de la comunidad madrileña.
¿Cómo acceden a otras comunidades si está prohibido, a no ser por fuerza mayor? Corren rumores de las triquiñuelas que emplean y que el viaje suelen hacerlo de noche. Es lo que cuentan y existe miedo por parte de los ancianos a que vuelva a ocurrir lo de las pasadas Navidades. El miedo es libre y guarda la viña. Si una cuarta ola se echa encima a causa de estos descontroles, habrá que pedir luz, taquígrafos y cabezas. Lo demanda el pueblo.
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Abordamos, y no como bucaneros, la nave de la sociopolítica, que hoy nos lleva a circunscribirnos a nuestro ámbito comunitario, para sacar a relucir ciertas disposiciones que piensa llevar a cabo la diputación cacereña, donde -la verdad sea dicha- tenemos buenas amistades y gente que se parte el pecho por esta tierra de centenarias encinas y retorcidos olivos. Pero como lo cortés no quita lo valiente, nos parece orinar fuera del tiesto esa proposición de una línea de ayuda al sector taurino de la provincia, por valor de 400.000 euros. Sinceramente, nos parece inmoral que se presupueste dinero para actividades donde se torturan a los animales. Vaya por delante que el que suscribe no es ningún tiquismiquis ni ecologista de salón, ni siquiera animalista, pues más de una vez salí en defensa, en los medios de comunicación, del campesinado de estos pueblos, criminalizado por sacrificar los cerdos al modo tradicional en la época de las matanzas familiares.
O por arrear con una verdasca a un burro en las ancas, para que anduviese con paso más ligero. E incluso porque los politicuchos o politicastros prohibieron sus fiestas de correr los gallos (los quintos como protagonistas), donde al animal no se torturaba, pues moría ipso facto al primer estacazo. Pero no prohibieron las cruentas corridas de toros, demostrando así dos varas de medir y una hipocresía y cinismo que se los pisan. Amigo, los toros tienen detrás toda una aristocracia, variopintas oligarquías, enriquecidos terratenientes y los pelo en pecho y espada “tizona” en la mano de los que asientan sus reales sobre lechos de carcunda caspa y facciosa y reaccionaria almohada. Los gallos, solamente eran defendidos por la plebe, la chusma, el rojo proletariado, los de abajo, los que ni pinchan ni cortan en estos mundos desarraigadamente globalizadores, ególatras e individualistas y furibundamente neoliberales.
No deben olvidar algunos políticos del PSOE que compañeros suyos fueron los que prohibieron las sanguinarias corridas de toros en diferentes puntos de la geografía española, por considerarla “vergonzosa e innoble, sello de la barbarie nacional”. El propio e ínclito filósofo José Ortega y Gasset, en su obra “La caza y los toros”, escribe lo siguiente: “Los romanos iban al circo como a la taberna y lo mismo hace el público de las corridas de toros: la sangre de los gladiadores, de las fieras, del toro opera como droga estupefaciente. La sangre tiene un poder orgiástico sin par. Cuando las corridas, en pasados tiempos, estaban en su apogeo, en un libelo del PSOE, se leía: “la tauromaquia es la última responsable del embrutecimiento del elemento obrero que, bajo los efectos narcóticos de la barbarie, llega a desocuparse de sus deberes ciudadanos, olvidándose de las injusticias sociales, mirando para otro lado ante los abusos de los gobernantes y empresarios y, en definitiva, dejando de lado al débil frente a su explotador”.
Desde el año 2007, los festejos taurinos han caído un 60%. La evolución de la tauromaquia en la última década está en números rojos. Solo el 8% de españoles acudió a una corrida en el año 2019. En 2013, el PP, con Mariano Rajoy Brey a la cabeza, declaró el toreo como “Bien de Interés Cultural” (la tortura elevada a cultura, ¡increíble!). ¡Pero ni con esas! La derecha fuera de la realidad, máxime cuando la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha rechazado la propuesta de considerar a la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Las encuestas llevadas a cabo por “Humane Society International” han puesto de manifiesto que el 84% de los jóvenes entre 16-24 años rechaza los espectáculos taurinos, y el 71% entre el grupo de los 16-34 años.
¿Adónde vais, pues, señores de la diputación provincial cacereña y gobernantes de la Junta de Extremadura que queréis aupar un espectáculo torturador y sin futuro a base de subvenciones y programas en los canales de radio y televisión autonómicos? ¿Por qué no habéis extendido subvenciones semejantes al pequeño y mediano campesinado extremeños en los años en que sus cosechas han sido catastróficas? ¿Por qué no sois solidarios con vuestros compañeros de partido que ya eliminaron ese degradante espectáculo de sus comunidades, de sus ciudades, villas y lugares? Los toros bravos no van a desaparecer porque no haya corridas. ¿Acaso desapareció el bisonte europeo, que se encuentra tan feliz en los parques naturales…? Remar contracorriente, obviando principios ideológicos que llevan implícita la oposición contra todo maltrato animal, es propio de gente conversa y que perdió el norte. Ya habéis perdido bastante valvulina republicana en la oscura y, a veces, ominosa Transición. No os sigáis abrazando con las fuerzas retrógradas, rancias y ultras.
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Rematemos la faena (no del estoque y la puntilla) con los versos tersos, emotivos, apasionados, desgarrados, extremeñistas… de nuestros dos poetas y dispongámonos a vivir una segunda Semana Santa con la A-normalidad correspondiente, que aún flotan coronavirus por tierra, mar y aire y no sabemos cuándo llegará su definitiva fumigación. Ismael Carmona García nos ofrece el poema “Sangri de voluntá”, de su poemario “Pan i Verea”. Bueno sería que interiorizasen sus versos más de dos y se apliquen las sentencias que rezuman sus estrofas.
SANGRI DE VOLUNTÁ—
«Güecu tó i con froxindongas ideas
sinas palabras ena boca
comu alos títaris me çocotrean.»
Ya m’están tós destrasteandu,
…tós m’están ya destrasteandu…
i m’envarbascan los recuerdus
…i tamién los desacolocan…
5 i de ná que los ventrículus me quean desiertus,
…ahorcandu la hermentina ingenti…
afusilan el tiempu intempestivu
ala sombra los acipressis
que s’esmoreci desaprevenía.
10 I assina, esmorecías
se quean la cara i el alma:
encarambaná la democracia,
l’ubérrima libertá pavilacia.
Voluntá vertuosa,
15 herreti l’ación:
edonistas niilismus
el tu motol eschangarillan,
halagandu-ti con caenas,
(manifestanción azea del herrumbrosu estatismu)
20 que te vinculan al huturu.
[52] Agora que los cristalis vos cumprin,
bailai al son la Santa Trinidá
duna qualquiera movición artística
delas tabras el pensaeru.
25 Namás ala Naturaleza
doi el premissu
pa destrasteal-mi la sangri los ventrículus.
EL “Poeta de la niebla”, esperando en el andén, después de pegar patadas por pasillos y escaleras. Y aún sigue esperando; jamás se cansará. Es incombustible. Una de sus composiciones del poemario “El Mal Azul”:
SONAMBULEANDO
Días sonambuleando fuera y dentro,
tropezando aquí y allí por encontrarte.
Buena cualquier excusa para hablarte
y llevarme buen saber de tal encuentro.
La memoria me lo trae y aún me descentro
pensando en el ridículo y mal arte
a los que me abocó pasión de amarte.
No frena el que ama lo que hierve dentro.
Pero tú me respondías ignorándome,
volviéndome la espalda con desdén.
No sé si a propio intento o encelándome.
No sé: ¿subías o bajabas del tren?
Creo que jamás estarás esperándome,
mas yo siempre aguardaré en el andén.