
Al Señor Arellano, con la misma libertad
Don José Luis Arellano acaba de aumentar sus méritos, atacando a una persona, libre e independiente, como Tomás Martín Tamayo. Nunca, jamás este plumífero que moja en la tinta de su amo, logrará, ni de lejos, acercarse a la independencia de criterio y valentía de Martín Tamayo, pero ojo avizor, no ha podido sustraerse a la tentación de aumentar sus ya dilatados méritos.
El señor Arellano es como el vigía del barco fantasma, cuya habilidad suprema es la del pelotas, ni enchufado ni zalamero, pero con más cara de la habitual, siempre atento, en permanente vigilia y catalejo en ristre para vigilar los intereses de los que él considera “su gente”, aunque “su gente” se ríe y se avergüence de él. ¡Por allí resopla…!!! Grita el fiel subordinado. Y ni el viento recoge su grito.
Para este señor, opinante de cafetín, aburrido como un rebaño de ovejas modorras en el tórrido agosto, decir lo que uno piensa es atentar contra el buen gusto, las buenas maneras e incluso la buena educación…Quítate allá, que me tiznas, dijo la sartén al cazo.
¡Ay, señor Arellano, que poquito se respeta usted! No sé si a Martín Tamayo le habrá llegado su bufido petimetre, pero si es así espero que no caiga nunca en la tentación de hacerle a usted acreedor de más méritos antes sus amos
Para el Señor Arellano hasta el estornudo de sus jefes es dogma de fe y, como en la inquisición, declara anatema al distinto, al diferente, al que tiene la mirada más limpia, menos torticera, sin ofrecer más justificación que su “originalísima critica”. Esas canas que luce, señor Arellano, deberían hacerle reflexionar para, por lo menos, aparecer menos patético y subordinado.
En el fondo semejante monologuista de tabernucho, nunca dejara de adular a quien, entre copa y copa le van pagando el siguiente güisqui, reduciendo a broma la incompetencia propia y la de sus señoritos.
No se si merece la pena juntar estas cuatro letras, perdiendo el tiempo, haciendo los honores al señor Arellano, que ahora podrá incluso recortar esta respuesta para que alguien le acaricie el lomo.
Tal vez mañana me arrepienta de dar cobijo a un personaje que acuna la democracia a su medida, a su antojo, a su visión torpe, ignorante y miope, dándonos doctas y magistrales lecciones de qué debe o no decirse o escribir e incluso pensar.
Ale, corra, no pierda el tiempo y lloriquee, que cada lágrima tiene un precio.
Para este pontífice del estalinismo, sacristana de la ortodoxia y mea pilas del pensamiento único, el de la paja y el pesebre le pediría que viva como quiera y a los demás vivir en paz.
Y él, que siga la senda de sus ritos y costumbres, con sus platos de lentejas y tómese unas merecidas vacaciones bastante largas.
Creo que ha llegado la hora de identificar a estos jetas que pasan por encima del cielo y la tierra sin más argumentos que regalar el oído a la feligresía y hacerle un definitivo corte de mangas al Señor Arellano, con la misma libertad.
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