
Ahora Ibarra salta nuevamente a la palestra, -qué sonrojo para Fernández Vara- y propone una huelga de hambre en el Ministerio de Medio Ambiente, para exigir que autorice la Refinería Balboa.
Pero como siempre, el propone que el gasto lo hagan los demás. Concretamente propuso que los protagonistas de semejante idea fueran el secretario general de CCOO de Extremadura, Julián Carretero, y el próximo secretario general de UGT en la región, Francisco Capilla. Y que unan a semejante operación bikini socialistas y populares. ¿Él no? No, él es sólo el ideólogo.
Y es que ya se sabe que la primavera al igual que la sangre... "la mente altera". Llegó la hora del arrepentimiento tras lo excesos alimenticios, la escasez de actividad física, poner el cuerpo a punto y lucir palmito, para eso nada como el ayuno y la abstinencia y si es por una buena causa, se habrá cumplido un doble objetivo, desprenderse de los antiestéticos michelines y que el Ministerio de vía libre a la refinería.
Para Ibarra, el único problema que tenemos en Extremadura es la lentitud del Ministerio de Medio Ambiente a la hora de dar el visto bueno a la refinería. Los 110.000 parados no le hacen pupa al hombre de las ideas y la ruina de Extremadura, a la que él colaboró con tanto ahínco, no merecen acciones tan grandilocuentes. Lo suyo fue, es y será la refinería. ¡Eso si que merece una huelga de hambre!
La idea de Ibarra solo tiene un inconveniente: los No a la refinería. Seguro que "semejantes impertinentes" no dejaran pasar la oportunidad y aprovecharan el momento para pasearse entre los hambrientos huelguistas deglutiendo descaradamente jugosos bocadillos, bebiendo cerveza muy fresquita y destapando los tupperwares cuyos aromas harán flaquear a los mas propensos en abandonar el show. Menudo cachondeo.
Ibarra pasará a la chistografía con la categoría de sumo sacerdote, porque sus ocurrencias son verdaderamente desternillantes. El actual presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, tiene que luchar en todos los frentes que le dejó abiertos el "tío de la ideas" y, además, mirar para otra parte, hacerse el despistado y sonreír piadosamente ante las patochadas de un Ibarra que no para de parir paridas.
Ibarra no se va porque no sabe irse y, como suele suceder, hoy es un lastre pesadísimo para los que tienen que hacer la vista gorda ante sus monsergas de predicador barato. En el fondo, estoy seguro de que cuando dijo la última lindeza, Vara, preguntó para sus adentros "¿Por qué no te callas?".
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