José Tomás Cruz Varela

Nadie, a estas alturas, se atrevería a cuestionar la existencia y necesidad de los sindicatos. Lo que ya no resulta tan convincente y apropiado es que dichas organizaciones, regularmente, reciban voluminosas aportaciones económicas estatales, en lugar de autofinanciarse con las cuotas voluntarias de sus afiliados para mantener su fuerza e indepemdencia.
Recientemente, cierto periódico de información económica, manifestaba que "Zapatero mima con dinero a los sindicatos", refiriéndose al incremento del 50% que han experimentado las subvenciones recibidas por CC.OO y UGT, desde el año 2006, cuando la subida salarial media durante este período ha sido del 10%.
La nueva vicepresidenta económica. Elena Salgado, entiende que debe concederse "un impulso al diálogo social". Todo un eufemismo vano, hueco y manido que solo pretende evitar que las centrales sindicales mayoritarias, planten cara al Gobierno y convoquen una huelga general. Nunca exitieron en nuestro país motivos tan justificados como actualmente para efectuar una protesta a nivel nacional.
No hace mucho, el ex-presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, donó 300.000 euros a CC.OO. y UGT para fomentar la "sensibilización ambiental en materia de agua". Dicha cantidad es una gota en el océano pero aún sonando a broma, no lo es. Y aunque lo fuera, es muy probable que a muchos andaluces no les hiciera la más mínima gracia, como tampoco nadie entiende el silencio de los sindicatos dedicados a jalear las gracias del presidente y sus acólitos para continuar percibiendo suculentas dietas procedentes del dinero público.
Mención aparte merece la curiosa figura del "liberado sindical", personajes distinguidos dentro de la estructura, cuyo contenido, función y necesidad, podría discutirse ampliamente. Entre las principales características de estos avispados liderzuelos es que sus sueldos y cargas sociales, corren a cargo de las empresas a las que pertenecen, con el agravante de no dar ni golpe y dedicarcarse ocasionalmente a intoxicar el buen clima del centro de trabajo. No hay que confundir la función de defender los derechos de los trabajadores con la idea de vivir del cuento y cobrar sus sueldos puntualmente como contraprestación de nada.
Para tratar de cortar con tantos abusos, los ciudadanos apludiríamos que Gobierno y Oposición debatiesen en el Congreso una ley exigiendo que los sindicatos pagasen el sueldo de sus "liberados", con lo cual, su número, descenderia considerablemente. Igualmente, el Estado, debería supimir todo tipo de subvención a las organizaciones sindicales, autogestionándose económicamente con sus propios recursos.
La continuidad del sistema actual provocará irremisiblemente que los sindicatos pierdan credibilidad y su número de afiliados siga descendiendo como ya viene ocurriendo, unido a que todos sabemos donde nos llevan estas "dependencias económicas"...¡¡El que paga manda y así nos va!!