Poncio Pilatos

José Manuel Nogales (Térmicas NO)
En estas fechas de Semana Santa en las que conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesús vienen a la memoria otros personajes que participaron en aquellas.  Como Poncio Pilatos, aquella autoridad civil de los romanos que administraba Judea, una de las provincias del Imperio Romano.
Pero sobre todo recordamos a Poncio Pilatos como un mandatario que antes que impartir justicia y asumir su responsabilidad con las gentes a las que administraba, decidió sacrificar la vida de un inocente atemorizado por los poderosos e influyentes sumos sacerdotes. Antes que asumir su responsabilidad se lavó las manos y entregó Jesús a los poderosos. Determinó que se soltara a Barrabás y se condenara a Jesucristo a morir en la cruz.  Hizo de un inocente un culpable por conveniencia, para seguir en su cargo plácidamente.

Lavarse las manos es una frase que quedó en la historia de la humanidad, como una acción que simboliza el liberarse de la responsabilidad de la decisión. Por eso, ante determinadas circunstancias solemos citar el dicho, como diciendo, yo en esto no me meto o no sé, decidan ustedes.

Viene a cuento este deleznable personaje por que también nuestra vida está llena de grandes y de pequeños Pilatos. A nuestro alrededor tenemos cargos públicos que deberían estar velando por nosotros, los ciudadanos, los mismos que les hemos situado en sus puestos, y ahora, en vez de asumir su responsabilidad también se lavan las manos, escudándose en pobres excusas, dicen una cosa y la contraria, para defender de un modo egoísta, inconfesables intereses políticos o económicos. Evitan pronunciarse al respecto de lo que les es incomodo, como esperando a que el tiempo pase para tomar una decisión que terminará, entonces, dependiendo de diversos factores, según su propia conveniencia. Juegan a varias bandas y siempre a ganar. El miedo a perder el cargo o a los grandes intereses económicos les impulsa a actuar en contra del modo de vida de los ciudadanos que representan.

También nosotros los ciudadanos de a pie nos comportamos más veces de la cuenta como pequeños Pilatos. Nuestra indiferencia y silencio egoísta ante una injusticia nos hace cómplices de los poderosos. “Me voy  a estar quieto y callado no sea que yo pierda”. Al mostrarnos conformistas e indiferentes, al no decir nada, hacemos que los poderosos se apoyen en nuestro silencio.

No es bueno lavarse las manos con respecto a los problemas de la sociedad, de nuestro pueblo, de nuestra región o  país, porque todos debemos ser actores y autores de la realidad, esa que tanto criticamos pero que a decir verdad, poco hacemos por cambiarla, pecamos de Pilatos sociales. Lavarse las manos es delegar en otros la tarea que también es nuestra,  porque por cada uno que se lava las manos se permite que la sociedad se siga contaminando con los gérmenes de la injusticia, la violencia, la corrupción y la sinrazón. En lo social cada vez que imitamos a Poncio Pilatos estamos dejando libre a otro Barrabás.
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