
Pues bien, nos acercamos peligrosamente a una de ellas. El 8 de marzo es de esos días en el que sólo falta que los hombres pidamos perdón por nacido hombres (es patético que ya haya muchos que lo vengan haciendo, no sólo este día, sino el resto del año, y que entre otras cosas nos hagan responsables de una supuesta “deuda histórica” con las mujeres...)
Una vez más se vienen repitiendo por doquier falacias y más falacias. Falsedades que algunos tienen el convencimiento de que a fuerza de ser repetidas se acabarán convirtiendo en verdades. Vamos a hablar de uno de los dogmas del amplio repertorio del pensamiento único, de lo política y socialmente correcto. A saber: en el ámbito laboral las mujeres cobran mucho menos que los varones (según ha declarado en los últimos días el comisario europeo de Empleo, Vladimir Spidla, las mujeres en la Unión Europea (UE) ganan de media un 17,4% menos que los hombres, una diferencia ligeramente inferior a la que se registra en España... )
Y yo pregunto, ¿Alguien da datos fiables, alguien menciona lugares, empresas donde esto se da? Y si esto es verdad, ¿por qué quienes un año tras otro no paran de repetir esta cantinela, no acaban haciendo algo para remediarlo...? Los feministos y feministas atribuyen la responsabilidad a cuestiones como “el patriarcado”, el sexismo, el machismo, “brechas de género”,.... Hablan de tomar medidas de “discriminación positiva”... ¿Pero no habíamos quedado en que la norma debe ser la capacidad, el merito, la igualdad de oportunidades, sin discriminación por razón de sexo, u otra circunstancia personal?
Pues yo voy a dar datos demostrativos de que en este asunto lo que predomina fundamentalmente es la mendacidad, o como poco las medias verdades:
Según un estudio realizado hace pocos años (¡sí, ojo, un estudio no opiniones!) del Catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Josep Oliver, la realidad no es tal como nos la cuentan las “feministas y los feministos de género”.
Josep Oliver no niega que aún siga habiendo desigualdades, pero los datos que da son harto elocuentes:
España está muy por debajo de la media europea respecto de la desigualdad en el cobro de salarios.
Países “desarrollados” de la Unión Europea tienen el dudoso honor de encabezar la lista de lugares donde aún existe desigualdad salarial, concretamente Alemania y Gran Bretaña.
Las diferencias salariales no se dan entre un hombre y una mujer que realizan igual trabajo, sino que por el contrario, se trata del hecho de que uno y otro sexo desempeñan diferentes tareas.
Uno de los factores de “desigualdad” es la jornada laboral, las mujeres realizan menos horas de trabajo. Los europeos trabajan, como media casi un 20% más que las europeas.
De todos modos, hay datos que rompen la tónica general y dan “ventaja” a las mujeres en detrimento de los hombres: si comparamos a los trabajadores y a las trabajadoras con menos de diez años de experiencia, ellas cobran un 2% más en el caso de Madrid, llegando al 11% en Bremen y Hamburgo (Alemania).
Otro factor que menciona el profesor Oliver es que en los casos en los que las mujeres cobran menos, se debe en muchísimas ocasiones a su tardía incorporación al trabajo. A medida que aumenta la experiencia disminuye la desigualdad salarial.
Generalmente, las mujeres están “especializadas en ocupaciones no cualificadas” en el sector servicios.
En el estudio se destaca la escasa incorporación de las mujeres a puestos “de mando”, incluso en sectores donde predominan mayoritariamente. Afirma el profesor Josep Oliver que quizá se deba a que la mujer está más al cuidado de la familia. De todos modos las cifras no son tan bajas como se podría suponer, en Madrid, por ejemplo hay un 31% de mujeres en puestos ejecutivos y profesiones liberales.
Obviamente las cosas pueden decirse de muchas maneras, dependiendo de la intención que se tenga. Los voceros de la “parida de la paridad” nos las cuentan “de otra manera”, desde la perspectiva de género, nos dicen...
Son bastantes las mujeres que han elegido determinadas profesiones, que les puedan permitir acceder a algunas cosas que hasta ahora estaban casi exclusivamente al alcance de los hombres: poder, prestigio y dinero. Eso sí, a costa de sufrir los mismos efectos secundarios que hasta el momento sólo se manifestaban en los varones: úlceras, estrés, problemas de corazón, tabaquismo, muerte prematura…
Las encuestas (que haberlas, haylas, aunque en “estepaís” se procuran ocultar) nos dicen que las mujeres opinan (más del sesenta por ciento) que el trabajo fuera del hogar está perjudicando a su salud. La mayoría llega a afirmar que si no fuese por el dinero preferirían ser amas de casa. La mayoría de las mujeres “occidentales” siguen decantándose por la maternidad como opción prioritaria. La tendencia general, más del ochenta por ciento, es la de criar a sus hijos en una familia “tradicional”. Lo cual demuestra que el feminismo y los medios de comunicación no han conseguido tener la influencia y el impacto que se podría pensar en cuanto a un cambio de actitud en las mujeres. Las prioridades, los “valores” de las actuales mujeres difieren bastante poco de los de las mujeres de siglos atrás. Lo único que ha cambiado es que las mujeres occidentales ya no quieren depender de los hombres (lo cual no es precisamente reprochable...) de ahí que algunas deseen más poder político, o aspiren a una mayor independencia económica...
En la mayoría de los países para las mujeres sigue sin ser una prioridad ocupar cargos políticos, el hecho de que no accedan a ellos no se debe a que el sistema se lo impida.
Guste mucho o poco, hay una realidad: lo políticamente correcto ha llegado a ser tan opresivo que impide a la gente ser libre y decir lo que piensa. Lo política o socialmente correcto respecto de los sexos tuvo como objetivo inicial combatir las actitudes (e incluso el lenguaje) sexistas, superar las desigualdades y ofrecer a las mujeres las mismas oportunidades. Se partía de una supuesta “opresión del hombre sobre la mujer” y de que el hombre es “el sexo dominante”; pero parece que éste no es el sentir de la mayoría de la población.
El que las mujeres sean minoría en los ámbitos empresarial y político no se debe más que a que a las mujeres no les interesan esas cosas, sin duda no se debe a la “opresión masculina”.
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