PS
Aunque recibirán otro impulso cuando se celebren los comicios del País Vasco y en Vitoria resuenen los gritos de independencia, en Cataluña, a medida que se vaya enfriando el éxito y recuerdo de la gran manifestación independentista de la Diada, empezará a emerger el fondo del desafío abierto por Artur Mas y CiU, ahora sumidos en cierta euforia secesionista. De momento, si alguna posibilidad había de negociar parte o todo del vigente modelo fiscal catalán, con lo ocurrido el martes dicha posibilidad ha desaparecido porque, de lo contrario, Rajoy y su Gobierno del PP aparecerían en la posición de rendición total ante el chantaje del nacionalismo catalán y dando alas a la independencia porque está claro que el pacto fiscal que ahora piden los nacionalistas no es un pacto sino un escalón hacia la secesión.
Lo ha dicho con premura y la mayor claridad el líder del PSOE y de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien le ha pedido al presidente catalán, Artur Mas, que aclare si quiere “diálogo para convivir en España o para romper con España”. Algo que debió de haber adelantado el Gobierno de Rajoy, que se ha quedado de piedra por el éxito de la manifestación, que TVE intentó ocultar en sus telediarios, lo que ha servido para todo lo contrario.
Lo más que se ha atrevido a decir el Gobierno por boca de su portavoz, Sáenz de Santamaría (y con cara de susto), es que todo esto hay que tomarlo con una cierta “frialdad”, que es como se lo ha tomado el Ejecutivo. Pero no frialdad de distancia sino más bien frialdad marmórea de petrificación y miedo porque en la Moncloa no se esperaban semejante éxito de la manifestación, lo que no es de extrañar porque la capacidad de análisis, vista y de liderazgo político no es precisamente lo que abunda en el palacio presidencial.
Y lo de comunicarse con los ciudadanos todavía es peor, y si no ahí esta la declaración del ministro De Guindos que dijo en el Parlamento que “si no hay cambio de tendencia será imposible mantener las prestaciones sociales”, abriendo otro portón de los sustos y sin explicar las cuentas que sustentan esa afirmación.
Lo cierto es que, una vez más, como en lo del rescate de España –que Rajoy acabó anunciando ayer a un diario finlandés aunque luego lo negó en el Congreso de los Diputados- por parte de la UE, el presidente calla sobre lo ocurrido en Cataluña y se queda frio, helado o petrificado.
Se lo está pensando todo hasta que se pudra y le estalle en las manos, mientras la indignación y el desasosiego se incrementa en todo el país ante el inmovilismo y el estupor que produce el silencio del primer inquilino de Moncloa. El que aparentando “frialdad” –tras calificar de “algarabía” la manifestación de la Diada- ofrece una imagen de desconcierto, miedo o pavor, tanto por el rescate de España por parte de la UE como por el grito de independencia que se escuchó el martes en Barcelona.
En ninguna democracia de nuestro entorno sería imaginable que, ante un acontecimiento político de semejante envergadura, el Gobierno del país o la jefatura del Estado, o ambos, quedaran callados. Rajoy debió de iniciar ayer su intervención durante la sesión de control al Gobierno en el Parlamento hablando de todo esto a los españoles y en la sede de la soberanía nacional. Pero el presidente está asustado y además no sabe que decir. Y si lo sabe, como le ocurre con el rescate que debe pedir, miente y se calla.
Sin embargo quien estuvo rápido y bien ayer en la Cámara fue el líder de la oposición Rubalcaba exigiendo claridad a Artur Mas, aunque el catalán ya había adelantado su posición en favor de la independencia al decir, por la mañana, que va a preparar las estructura del nuevo Estado catalán. Motivo suficiente como para que Moncloa, en vez de callar, hubiera dicho algo o suspendido el encuentro con Mas del próximo día 20, con el argumento de que el Gobierno no habla ni negocia bajo amenaza de la ruptura de la legalidad. Pero pedir eso a Rajoy es como pedir la Luna.
Ahora bien, a Rubalcaba le faltó dar su opinión sobre el presente y futuro de Cataluña y ofrecer al Gobierno un encuentro de nivel para abordar esta cuestión y la reforma del modelo del Estado. Pero eso parece mucho pedir al jefe de la oposición que bastante tiene con lo que tiene en el interior del PSC, prácticamente roto con motivo de la citada manifestación.