Carmen C.S.
Cuando era pequeña mi padre me decía “estudia, estudia, estudia o sino acabarás fregando escaleras”. “Hay que ir a la Universidad y cursar una carrera con salida, para llegar a ser alguien y vivir bien”. Hoy que han pasado ya unos cuantos años desde aquel momento en el que uno se cree todo lo que le dicen sus padres, me debato entre la sensación de reírme a carcajadas por aquellos sabios consejos de vida o maldecir todo lo que se me ponga por delante. No sé cuál será la reacción más constructiva, no obstante, limitémonos a analizar el proceso y la situación.
Imagínense, uno decide estudiar una carrera con “salida”, (aunque luego llegue a la conclusión de que las únicas salidas que ha visto han sido sus compañeras o compañeros de facultad) una carrera de la rama de ciencias de la información, por ejemplo. Pero… ¿y que hay después? ¡El abismo! A poco que uno se adentre en el mercado de carne laboral, la frase “nos han vendido la moto” comienza a resonar en nuestras cabezas con una intensidad nunca antes sospechada. A ella le puede empezar a acompañar también la sensación de que “no han servido de nada tantos años formándose e interiorizando conceptos y madurez”. Parece muy pesimista todo lo que aquí se está contando, pero nada más lejos de la realidad. Otra conclusión a la que se llega analizando todo esto es que en muchas ocasiones dentro del mercado periodístico no interesan los profesionales reflexivos, críticos y analíticos, pues las empresas y medios en general, lo único que buscan son personas que sirvan como meros portavoces o intermediarios desinformativos, que no perjudiquen el status quo, ni los intereses creados y dirigistas. Dentro de este marco es difícil llevar a cabo unos principios periodísticos acordes con un código deontológico, todo eso queda relegado a los libros y a las facultades, como el que estudia en la autoescuela y cuando obtiene la licencia de conducir se salta todos los stop y va conduciendo borracho a 120 km por la ciudad.
El pasado 14 de febrero fue convocada en Madrid una manifestación organizada por la asociación de periodistas de esta ciudad. ¿El motivo? Algunos ya lo supondrán, las vergonzosas condiciones de trabajo que imperar en el sector, amén de los ERE llevados a cabo indiscriminadamente en numerosos grupos mediáticos. Desde revistas editadas dentro de los círculos periodísticos se emprenden reflexiones que intentan analizar esta coyuntura que no es casual, pues lleva perpetuándose desde tiempos atrás. Durante los aproximadamente 16 años de bonanza económica, que figuran en nuestra historia reciente, los profesionales de la información no han experimentado, ni se han beneficiado de la abundancia que supuestamente planeaba sobre todos. No había pues excusa para extenuantes jornadas laborales, para contratos precarios y temporales y mucho menos para sueldos equiparables a los que perciben cajeras de supermercado (con todo mi respeto para este colectivo de trabajadores).
Y ahora bajo el paraguas de la “crisis” los primeros que también reciben los embistes son de nuevo aquellos profesionales que no disfrutaron de los rayos de sol que relucían hasta hace a penas dos años. Cuando uno ha dedicado mucho tiempo y sacrificio a desarrollarse culturalmente, a aprender a leer entre líneas, a prepararse lo mejor posible para aportar al compendio de la sociedad, lo último que espera son continuas patadas en culo. Durante los años en que el capitalismo ha dado a conocer su mejor cara hemos presenciado atónitos como profesionales de sectores como la construcción o las áreas allegadas podían embolsarse mensualmente sueldos cercanos a los 3.000 euros, desempeñando tareas que, desde aquí no vamos a entrar a calificar como mejores ni peores, pero que en la mayoría no requieren de una considerable formación académica. Por el contrario, cientos de miles de diplomados, licenciados y demás titulados, se enfrentan a una infravaloración sistemática de su trayectoria de esfuerzo, no solo material sino también moral.
Por tanto, ¿qué es lo que no funciona?, ¿en qué nos hemos equivocado? Nos ocupará otro rato tratar sobre ello, así que os invito a participar en la próxima entrega.